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Problemas con mi Hijo (1)

Capítulo 1



Decidí visitar a Claudia, mi mejor amiga, para que me aconsejara y me ayudara a resolver un inconveniente que me estaba quitando horas de sueño. Ambas rondamos los 40 años, aunque yo tengo un par más… o dos pares más, en fin, a una dama no se le pregunta la edad. Ella decidió mantenerse soltera y sin hijos, en cambio yo soy divorciada y tengo un hijo llamado Franco de 19 años que no es para nada buen estudiante. Ya repitió de años varias veces y aún sigue en el secundario, pero no es ese el problema que me preocupa en este momento.

Mi amiga me recibió con una amplia sonrisa que en lugar de sumarle años, marcándole las patas de gallo, se los restaba al iluminar tanto su bonito rostro. Ella es una rubia preciosa con un cuerpo algo trabajado con imperceptibles cirugías que le garantizaban la figura de una veinteañera que resaltaba con un sutil bronceado. Al estar juntas contrastábamos mucho, mi cabello es oscuro y tengo la piel pálida, algo deteriorada con el paso de los años. No me explico cómo es que hay mujeres que llegan a esta edad viéndose como de 28. Para no deprimirme puedo decir que a pesar de alguna que otra pequeña arruga, no estoy tan mal. Aunque mis pechos y cola ya no se mantienen tan firmes como antes, al menos mantengo un buen peso lo cual me ayuda un poco restando algunos años.

Entré a su casa y nos sentamos a tomar un té, pero no me atreví a tocar las galletitas dulces que me ofreció, aunque luego en mi casa me comiera un paquete entero yo sola.

- A ver, contame cuál es ese problemita que tanto te atormenta Adriana – me preguntó mi amiga
- El problema es con Franco, mi hijo, últimamente no sé qué le está pasando, hasta me da vergüenza contarlo.
- Vamos, ¿acaso no soy tu amiga? No te preocupes, confiá en mí, esto queda entre nosotras – me tranquilizó.
- Muchas gracias Claudia. Te voy a contar. Creo que es mejor que empiece por el principio. El problemita empezó hace unas semanas cuando me llamaron de la escuela de Franco. Tuve que reunirme con una de sus profesoras, la mujer parecía muy indignada y de personalidad rígida a pesar de ser tan jovencita, no debe tener más de 31 o 32 años. Me aseguró que mi hijo se había comportado de una manera sumamente irrespetuosa. Al parecer ella estaba hablando a solas con Franco por su bajo rendimiento en la materia que dicta y él sin previo aviso se bajó el pantalón y le pidió que le haga un… que le hiciera sexo oral. Yo no podía creer lo que me decía, cuando al fin me terminó convenciendo de que era verdad le prometí que reprendería a mi hijo y que jamás volvería a suceder algo parecido. El problema siguiente fue que no me anime a hablarlo con Franquito, no sabía cómo entablar la conversación y dejé que el tiempo pase rogando que él ya no actuara de esa forma. Hace un par de días me llamó por teléfono esta misma profesora diciéndome que volvió a suceder eso que yo tanto temía y que se vería obligada a hablar con el director para ponerlo al tanto del asunto y que suspendan a Franco del colegio. Le rogué que no hiciera eso, le aseguré que esta vez sería más severa con Franco. Ella me dio otra oportunidad pero me dijo que de todas formas debía notificar al director y que yo debería reunirme con él algún día. Yo no tengo problemas en ir a hablar con el director, él va a entender que son cosas típicas de la edad, pero hablar del tema con mi hijo me cuesta muchísimo, no quiero avergonzarlo.
- Entiendo perfectamente Adriana.
- ¿Ah sí? Porque yo no entiendo nada.
- Parece un problema serio si se lo mira desde esa perspectiva, pero es más simple de lo que parece. Lo que pasa es que el chico ya entró en la pubertad y le debe gustar la profesora, es algo típico a su edad, como bien dijiste. El pobre no debe ni saber cómo encararla seriamente, tal vez mira muchos videos porno y piensa que todas las mujeres son como las de esos videos – me inquietó un poco pensar que mi hijo pudiera estar mirando pornografía, pero eso explicaría muchas cosas - Si querés puedo hablar con él, no va a ser tan vergonzoso hablarlo con alguien que no es familiar. Además tengo buen tacto y mucha sutileza.
- ¿Harías eso por mi amiga? Muchas gracias, no tengo palabras para agradecerte. Lo del tacto y la sutileza no te lo creés ni vos, pero en serio, gracias.

Acordamos un día para que ella valla a mi casa, el plan era que nosotras estaríamos charlando como cualquier tarde normal y yo debía irme con la excusa de comprar algo, dejando a Claudia sola con Franco. Como el chico estaba dando vueltas por la casa como bola sin manija, no nos costó mucho trabajo convencerlo de que se una a la conversación. Todo salió perfectamente. Les dije que tenía que comprar algo urgente, tomé el monedero y salí de la casa. Aunque cambie un poquito el plan, cuando salí volví a ingresar por la puerta del patio sin hacer ruido y desde ahí me puse cerca de una ventanita y me quedé observando. Como madre me urgía la necesidad de saber qué le diría a mi hijo, hasta tenía un poco de miedo de que ella fuera demasiado cruel con él. Claudia le estaba hablando a Franco con tono maternal.

- Tu mamá está preocupada por vos Franquito – comenzó diciéndole – se enteró del incidente que tuviste con tu profesora y está tan apenada que no sabe cómo hablarte del tema – mi hijo la miraba sin decir nada – pero no te preocupes no es tan malo, es algo típico de tu edad y esa profesora se lo debería haber tomado con más humor y como mucho retarte, no hacer tanto escándalo, es una frígida – mi hijo dejó salir una sonrisa, Claudia tenía un don especial para hablar con la gente, ella se estaba ganando su confianza – es lógico que a esta edad se te despierten los deseos sexuales. Tengo entendido que le pediste a tu profesora que te la chupe – él asintió con la cabeza tímidamente - ¿alguna vez te la chuparon? – mi hijo contestó apenado que no, ahora ella estaba yendo directo al problema, jamás me hubiera animado a preguntarle eso a mi hijo – ya me parecía y seguramente te gustaría poder saber que se siente – ahora fue un tímido si por parte de Franco – bueno, la solución para eso es muy simple, vení, parate acá – mi hijo pareció confundido, no se movió del lugar – dale que no pasa nada, vení – insistió Claudia con una sonrisa, entonces Franco se puso de pie junto a ella. Mi amiga estiró su mano hacia él apretándole el bulto con fuerza y luego metió la mano dentro del pantalón, fue un movimiento tan rápido que tomó al chico por sorpresa – oh, venís bien equipado Franquito – cuando sacó la mano pude ver una verga de buen tamaño algo oscura y con muchos pelitos negros. No podía creer que estuviera viendo la verga de mi propio hijo y que mi amiga lo esté tocando. Tragué saliva para reprimir el impulso de intervenir.

Claudia se arrodilló en el suelo. Con una mano lo masturbaba suavemente haciendo que su pene se ponga tieso. Él la miraba incrédulo pero se dejaba tocar, ella saco su lengua y comenzó a pasarla suavemente por el glande, luego abrió grande su boca y se tragó la verga completa. Me quedé de piedra, la muy puta se la iba a mamar de verdad. Comenzó a darle lentas chupadas mientras le apretaba los huevos, se la tragaba toda y se la sacaba despacito de la boca. De a poco fue acelerando el ritmo provocando que mi hijo gimiera. Ella se la sacaba de la boca, la lamia dos o tres veces y se la tragaba otra vez haciendo ruiditos mientras chupaba sin parar. Podía ver que el pene abultaba una de sus mejillas.

- Dale Franquito, apurate a acabar que ya está por venir tu mamá – le decía mientras lo pajeaba, siguió chupándosela con más fuerza, sus cabellos dorados saltaban para todos lados con el rápido movimiento de su cabeza – a ver si con esto terminás más rápido – dijo sacando sus grandes y firmes tetas por el escote y poniendo la verga entre ellas y frotándola dándole chupadas al glande hasta que un chorro de líquido blanco salió de la verga chocando directamente contra los labios de Claudia, mi hijo empezó a llenarle las tetas, la cara y el cuello de abundante leche, ella lo pajeaba y le daba chupadas tragándose parte de lo que salía, luego se la mamó hasta que quedó muerta – anda para tu cuarto ahora q seguramente ya vuelve tu mamá.

Franco se fue satisfecho a su cuarto y Claudia se disponía a limpiarse con el agua de la pileta de lavar, entonces me asomé por la ventana para que pudiera verme. No se asustó, creo que ella sabía que yo estaba ahí.

- ¿Ese era tu brillante plan para ayudar a mi hijo? – le pregunté
- Así es, y estoy segura de que funcionó – me decía mientras jugaba con la leche que tenía salpicada encima – ahora ya sabe lo que es un pete, se dio el gusto, no la va a joder más a la profesora.
- Espero que tengas razón, bueno aunque el método me pareció un poco drástico, gracias amiga por tu ayuda.
- De nada Adriana, además hice tantos petes en mi vida que hacer uno más no me afecta en nada.
- Claro… que le hace una raya más al tigre… - me quedé mirando sus grandes tetas salpicadas por el semen de mi hijo.
- Tigresa… - corrigió mientras se llevaba un dedo lleno de espesa leche a la boca.
- ¿Está rica? – le pregunté irónicamente.
- Muy rica ¿Querés un poquito?

Pasó la mano por una teta cargando en ella una buena cantidad de blanco semen y cruzó con ella el marco de la ventana hasta tocar mi boca. El líquido sexual se me impregnó en los labios.

- ¡Ay no, que asco! – me quejé y escupí porque podía sentirlo dentro de mi boca, pero por instinto metí mi labio inferior dentro de la boca y sentí algo espeso en mi lengua, me quedé con la mente en blanco, como saboreándolo. Era el semen de mi propio hijo.
- ¿Hace cuánto que no tomás la lechita Adriana? – me preguntó mientras se lavaba.
- Mucho tiempo – un extraño cosquilleo invadió mi entrepierna.

Desde el evento con Claudia mi hijo quedó más relajado y feliz, me alegraba verlo de esa forma. Por desgracia eso sólo duró unos días. Empecé a notar que a él se le paraba todo el tiempo, era una situación muy incómoda para ambos. A veces intentaba disimular y se iba al cuarto, yo me hacía la boluda como si no hubiese visto nada, pero me apenaba un poco saber que no podía controlar su excitación, ni siquiera frente a su madre. Hubo ocasiones en las que fue muy evidente mi reacción, miraba asombrada su erección, pero no podía decirle nada, ni siquiera que era algo normal y que no debía preocuparse. El problema empeoró. Un día llegué a la casa luego de hacer unas compras y me sobresalté al ver a mi hijo en el sillón de la sala haciéndose una paja, él me vio al instante. Esta vez no podía quedarme callada.

- ¡Ay hijo! pero estas cosas tenés que hacerlas en tu cuarto, no en el medio de la sala – lo regañé severamente. Estaba muy enfadada y confundida al mismo tiempo. Era muy impactante verlo dándose placer.
- Ahhh, ya termino – me dijo él con voz entrecortada.

No sabía qué hacer, si lo detenía ahora tal vez lo humillaría, intenté actuar como una madre moderna y comprensiva. Fui rápido a la cocina a buscar unas servilletas de papel, se las acerqué pero no las agarró. Él movía su mano con gran rapidez sobre todo su tronco erecto, al parecer lo había lubricado bien con saliva. Pude ver que su glande estaba hinchado y gruesas venas se marcaban a lo largo de su miembro.

- Tomá, sino me vas a manchar todos los muebles – no me hizo caso.

A los pocos segundos vi la leche saltando de su pene, dibujó un arco en el aire y cayó al piso alfombrado. Me desesperé al ver eso y en un acto casi compulsivo me agaché a limpiar con la servilleta. No me di cuenta de lo cerca que su verga quedó de mi cara, no eran más de dos centímetros. Tampoco pensé que algunas eyaculaciones pueden ser intermitentes. Creí que ya había salido toda la leche pero me equivoqué. Todo ocurrió en cuestión de pocos segundos. Siguió pajeándose, otro chorro de leche saltó y fue a dar justo contra mi mejilla, atónita no tuve mejor reacción que voltear para mirar boquiabierta y otro chorro me cayó en la frente y un tercero fue a dar justo contra mi boca, cayó sobre mi labio superior y de ahí dibujó una línea inclinada hasta mi labio inferior, como si fuera un corte a cuchillo. Hasta me dio la impresión de que él había apuntado en esa dirección. Parte del semen quedó en mi lengua, pero no podía reaccionar. Me quedé mirando a Franco anonadada, con los ojos muy abiertos. Él tenía la misma expresión en su rostro. Miré su verga y ésta estaba solando unas pocas gotitas de semen que chorrearon por su tronco oscuro y venoso. Cuando intenté decir algo sentí el sabor a semen en mi boca, estaba tibio y cremoso, era mucho más de lo que yo creía. Involuntariamente lo tragué y sentí algo caliente bajando por mi sexo, fue casi instantáneo, pocas veces mi cuerpo reaccionaba de esa manera. Franco se puso de pie y se fue corriendo hasta su cuarto sin que yo pudiera decirle nada.

Era inútil intentar decirle algo en ese momento, sólo empeoraría las cosas. Me dirigí apresurada al baño y miré mi cara en el espejo, estaba llena de blanca leche. Parecía salida de una película porno. A veces el semen de los hombres es un líquido claro con algunos pocos rastros de esperma, pero éste no era el caso, el semen era bien blanco y espeso. Podía sentir como se deslizaba por mi cara lentamente. Metí la mano en mi pantalón y toqué mi vagina. Me sorprendió encontrarla tan húmeda, toqué mi clítoris y un destello de placer cruzó mi cuerpo. Solté un gemido cerrando los ojos y automáticamente pasé la lengua por mis labios recolectando más semen. Lo sostuve dentro de mi boca por unos segundos mientras introducía un dedo en mi vagina y lo tragué. Rápidamente llevé mi otra mano a la mejilla que estaba llena de semen, lo junté y me chupé los dedos desesperadamente sin poder parar de masturbarme, pero repentinamente recobré la cordura. No podía creer que estuviera pajeándome y tragándome el semen de mi propio hijo. Me lavé la cara inmediatamente y salí del baño.

Fui hasta la cocina y tomé un vaso de agua para quitarme el sabor a semen. Funcionó pero aún me quedaba la tremenda calentura de mi concha. Pensé y pensé, no sabía qué hacer, finalmente me decidí. Caminé rápidamente hasta mi cuarto y me encerré en él, me desnudé completamente y me tendí sobre la cama, me dije a mi misma que me quitaría la calentura pensando en cualquier cosa. Empecé a masturbarme rápidamente, intentaba pensar en actores de cine que estuvieran buenos o cualquier estúpida fantasía que se me viniera a la mente pero no podía dejar de pensar en esa verga soltando grandes chorros de semen o en el pete que Claudia le había hecho. Mis fluidos estaban mojando todas las sábanas pero no me importó, seguí frotando mi clítoris y en mi tremenda calentura llegué a pensar en las grandes tetas de mi amiga cubiertas por el semen de Franco, hasta me imaginé a mí misma chupándoselas hasta dejarlas limpias. A pesar de que intentaba reprimir mis pensamientos, mi libido me traicionaba. En secreto me permitía masturbarme pensando en mujeres desde hace muchos años, pero lo hacía sólo como fantasía erótica, nunca tuve la necesidad de recurrir a personas de mi género. Tuve un orgasmo y lo expresé arqueando la espalda y soltando grandes cantidades de jugo, hice lo posible por no hacer ruido mientras metía por última vez los dedos en mi concha, que me agradeció la atención ya que hacía tiempo la tenía olvidada.

Me preocupaba mucho lo sucedido pero también pensaba que se trataba solo de un infortunio porque llegue justo en el peor momento y fue mi culpa el haberme metido delante. Hice todo lo posible por reprimir lo sucedido. Actué como si nada hubiera ocurrido. Un par de días más tarde estaba sentada con Franco en el mismo sillón en el que él se había masturbado, estábamos mirando televisión. Me puse un tanto incómoda al estar sentada tan cerca de él, tuve que pararme a buscar agua y me senté en otro sillón, algo apartada. Nada me hubiera preparado para lo que ocurrió después.

Miré a mi hijo de reojo, había sacado la verga del pantalón y se estaba pajeando lentamente. Me quedé helada, no supe cómo decirle que no hiciera eso. Él muy tranquilamente se humedecía el pene con saliva y se daba cada vez más fuerte con la mano como si yo no estuviese allí. Intenté centrar mi atención en la tele pero no podía evitar pensar que ahora si me arruinaría la alfombra, pero no cometería dos veces el mismo error. El corazón se me aceleraba mientras él aceleraba los movimientos de su mano. Pasaban los minutos y él no detenía su sesión de masturbación.

- ¿Otra vez con eso? – le dije intentando sonar indignada – antes de que termines te vas para otro lado, sino me vas a arruinar la alfombra – Sus testículos parecían dos grandes bolsas recubiertas de pelitos negros.
- ¿A dónde querés que vaya? – preguntó sin dejar de pajearse.
- No sé, al baño o a tu cuarto. Donde sea, pero no me arruines la alfombra ni los muebles – siguió pajeándose frenéticamente y de pronto se puso de pie, pensé que se alejaría pero en lugar de eso caminó hasta donde estaba yo.
- ¿Si acabo acá arruino algo? – dijo apuntando su verga hacia a mí.

Me aparté pero él se me tiraba encima, lo empujaba pero termino haciendo que quede acostada en el sofá. Se puso sobre mí y mis brazos quedaron prisioneros debajo de sus rodillas. Apuntó la verga directamente hacia cara y descargó. La leche caía a montones sobre mi rostro y mi cuello, la podía sentir cálida y fluyendo sobre mí, esta vez intenté mantener la boca y los ojos bien cerrados. Cuando terminó abrí los ojos y vi esa gran verga a pocos milímetros de mi cara todavía soltando algunos vestigios de semen. Sentía la tibieza de ese líquido por toda la cara.

- ¿Pero vos estás loco? ¿Cómo se te ocurre? – lo regañé casi empujándolo para q se apartara, él se puso de pie – que estúpido que sos Franco, soy tu madre carajo, un poquito de respeto – intentaba concentrarme en la ira para no pensar en otra cosa.
- Ay, no te bancás una joda, vos también - me dijo desilusionado. Pensé q había sido muy severa con él – era una broma, nada más. No lo hice con mala intención.  
- Perdoname hijo, es que estas cosas no son para hacer jodas, no quiero hacerte sentir mal, pero creo que te excediste un poco – en ese momento sentí una gota de semen cayendo en mi ojo derecho, hice un gesto y me lo limpié con un dedo. Pude escuchar la risa de mi hijo.
- Pero que boluda que sos, parece que te estás poniendo esas cremas de mierda que te cobran re caras y no sirven para nada – me dijo Franco matándose de risa, no tuve más remedio que reírme junto con él.
- Puede que esto me mejore el cutis más que las cremas – agregué. Se fue a su cuarto riéndose, me alegraba que la incómoda escena haya terminado con humor, aunque seguía un poco enfadada con él.



Caminé hasta el baño y cerré la puerta. Me miré en el espejo, esta vez tenía mucha más cantidad de semen en mi cara, no podía creer que mi hijo tuviera tantas reservas. Abrí la canilla para lavarme y me quedé pensando en el tiempo que había pasado desde la última vez que había estado con un hombre, estaba muy excitada. Pero no. No era el momento de sentirse así, era el semen de mi hijito. Lamí sin querer mis labios y el sabor me embriagó. Cerré la canilla y me quité el pantalón y la bombacha de un tirón. No pensaba, sólo actuaba. Me senté sobre la tapa del inodoro y comencé a masturbarme con la mano derecha y con la izquierda sacaba el semen de mi cara y lo llevaba a mi boca, me lamía los dedos con placer. Pensaba en lo cerca que había estado la verga de Franco de mi boca. Tan cerca… y tan dura… tan grande, mi concha se llenaba de fluidos y el sabor a semen me enviciaba. Siempre fui bastante reservada en temas sexuales, pero tuve varias parejas en mi vida y con ellos experimenté varias cosas, incluso el sexo anal. Levanté mis piernas flexionando las rodillas, humedecí mi ano con los jugos que salían de mi sexo. Me metí un dedo en el culo mientras con la otra mano me frotaba el clítoris. Me ardió un poco ya que hacía tiempo que no me masturbaba por allí. Estuve unos cinco minutos así hasta que llegó un rico orgasmo. Mientras acababa no pude evitar pensar en el gran problema que tenía con mi hijo.

Fin del Capítulo 1.
Continúa en el Capítulo 2. 

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