(Versión Original)
Mi hermano no
se apartó ni un milímetro, seguía con su pene incrustado hasta lo más hondo de
mi ser mientras yo sentía las entrañas llenándose con su semen.
-No te
preocupes Nadia, yo después te doy una pastilla “del día después” –intentó
tranquilizarme mi madre.
-¿Y eso es
efectivo? –pregunté.
El tiempo del
desafío aún no terminaba y yo no sabía si apartar a Eric de una patada o
quedarme quieta y esperar a que terminen los ocho minutos más largos de mi
vida. Temía que me hicieran repetir todo desde el principio.
-Sí, son muy
confiables. Quedate tranquila.
-¿Y vos por
qué tenés de esas pastillas? –pensé que ella se cuidaba con anticonceptivos
diarios.
-Porque tengo
dos hijas mujeres. Tengo que estar preparada para todo.
-Buena
respuesta. ¿Cuánto tiempo falta?
-Unos tres
minutos –me respondió la voz de mi tío Alberto.
¿Tres
minutos? Me parecía una eternidad. Esperaba que la verga de mi hermano redujera
su tamaño luego de tan tremenda eyaculación, pero el miembro se mantenía igual
de firme y eso, por más que no me gustara admitirlo, me calentaba. Comencé a
mover mi cadera muy lentamente, para que nadie lo notara, pero hacía que el
pene salga y entre un poco. Mantenía los dientes apretados y resoplaba como una
yegua odiándome a mí misma. Sentía una mezcla de ira con placer muy extraña. Me
molestaba que sea Eric quien me pusiera de esta forma, pero no podía luchar
contra mis instintos sexuales. Él acompañó mi rítmico y disimulado movimiento,
era muy difícil que los demás lo notaran, pero yo podía sentirlo muy bien.
Volví a cerrar los ojos y sentí algo tibio chorreando hasta mi culito. No sabía
si se trataba de mis propios jugos o si era semen, la cosa es que se sintió muy
rico.
-¿Te gusta?
–me preguntó al oído en un susurro casi inaudible.
-Sí –contesté
automáticamente como si fuera un simple gemido.
El pitido del
cronómetro me arrancó de mis ensoñaciones. En cuanto mi hermano me sacó la
verga pude ver que mi vagina estaba muy abierta, nunca la había visito así. Había
disfrutado la experiencia, pero debía mantener mi orgullo intacto. Me paré y
sentí el semen fluyendo hacia afuera, apenas vi algo blanco asomándose pasé los
dedos de mi mano izquierda y quité el lechoso líquido.
-¡Mirá cómo
me dejó! –rezongué mostrándole la mano a mi mamá, ella se limitó a sonreír; froté
los dedos contra mi pierna para limpiarlos.
El semen
bajando por mis entrañas, chorreando hacia afuera, me produjo un cosquilleo que
me resultó muy placentero, nunca me habían acabado adentro. No quería sentarme,
quería deja salir toda la lechita; aparentando disgusto manoteé mi vaso y rodé
la mesa pasando por atrás de mis hermanos hasta llegar a la pequeña mesita
donde estaban las bebidas, podía ver una considerable cantidad de espeso semen
colgando entre mis labios vaginales pero ni siquiera lo limpié. Me quedé parada
junto a la mesita con botellas preparando lentamente algún trago, mantuve las
piernas algo separadas y la cola bien paradita. Todos conversaban sobre las
reglas de póker, algo que a mí me interesaba muy poco en ese momento. La única que
guardaba silencio era Mayra, que estaba sentada justo detrás de mí. La miré de
reojo y noté sus ojos clavados en mi conchita, le estaba dando un buen
espectáculo mostrándole como una gran cantidad de blanco semen goteaba de mi
agujerito cayendo al piso o bajando entre mis piernas. Yo pujaba suavemente con
mi vagina para que saliera todo. Era una
sensación increíble que sumada a la excitación y la borrachera, me estaba
haciendo perder el juicio, de pronto me encontré imaginando a mi hermano
tirándome sobre una cama para enterrarme su verga hasta el fondo y sacudirme
con todas sus fuerzas, no podía creer que llegara al punto de incluir a Eric en
mis fantasías eróticas.
Cuando
regresé a mi silla me senté sobre mis propios fluidos y los restos de semen que
aún salían de mi cuevita, me agradó esa sensación tibia y viscosa entre mis
piernas. Escuché a mi tío haciendo un comentario sobre los grandes beneficios
de la juventud, aparentemente se refería a que mi hermano ya la tenía bien dura
otra vez, la miré y media sonrisa se me dibujó en la cara, esa verga había
pasado por mí y si los cálculos no me fallaban, la mía sería la primer conchita
que él había probado. Eric podía ser un brabucón y se creía mejor que los demás
pero era pésimo tratando con mujeres, además su apariencia física no lo
ayudaba. No era feo, pero estaba lejos de ser hermoso y esas cejas espesas
ampliaban aún más la ilusión de chico bruto.
Esta vez me
esforcé por ganar, quería ser yo quien eligiera el desafío, las cartas también
me ayudaron bastante y si bien un póker de cincos no es la gran cosa, era el
mejor juego de la mesa. Mi hermanita rezongó porque perdió, hubiera preferido
que la derrotada sea mi madre, para poder vengarme de ella, pero como no tenía
nada en contra de Mayra y la vi tan asustada, decidí ser suave.
-Tocásela a
mamá –dije apiadándome de ella, un simple toqueteo parecía poca cosa a estas
alturas.
Me miró
sorprendida pero no dijo nada. Tal vez ella ya había llegado a su límite en
estos jueguitos eróticos. Se puso de pie y caminó hasta posicionarse a la
derecha de Viki quien abrió las piernas para su hija y le sonrió maternalmente.
La pequeña bajó la mano lentamente y el cronómetro inició la cuenta regresiva
justo cuando comenzó a tocar esa vulva carnosa y velluda. La expresión en el
rostro de mi madre no se alteró para nada mientras los pequeños dedos de Mayra
se introducían con gran facilidad en esa abierta concha. Comenzó con dos y los
movió lentamente como si la estuviera masturbando. En ese momento pensé con qué
frecuencia se masturbaría mi hermanita, yo nunca la había sorprendido
haciéndolo pero la forma en que movía su mano me dejaba muy en claro que sabía
perfectamente lo que hacía. A continuación introdujo un tercer dedo y aceleró
los movimientos, la estaba penetrando con enorme facilidad.
Su madre la
miraba con una sonrisa tierna. Los tres dedos de Mayra entraban y salían cada
vez más rápido; desde mi posición podía ver también su colita y la parte
posterior de su vagina, ésta chorreaba flujos sobre la cara interna de sus
muslos. Avergonzada o no, la nena estaba caliente. Al centrarme nuevamente en
la acción me percaté de que Viki tenía los ojos cerrados y daba toda la
sensación de estar disfrutando a pleno de la masturbación a la que la sometía
su hija menor. El tiempo se estaba terminando mi hermanita inició una frenética
frotada al clítoris materno. Sus dedos se sacudían a gran velocidad y noté que
mi madre respiraba agitadamente mientras gotitas de flujo vaginal salpicaban la
silla, al parecer la estaba llevando a un orgasmo pero ese maldito cronómetro
dio fin a todo juego. La jovencita regresó a su silla mientras se repartían
cartas como si nada hubiera ocurrido, a mi madre le llevó unos segundos
reponerse, daba la impresión de que miraba el cronómetro con cierto odio.
En la
siguiente ronda de cartas la derrota de mi tío Alberto fue apabullante, recibió
una de las peores combinaciones de cartas de la noche y Eric se puso muy
contento al alzarse victorioso con un buen full. Me alegró que mi tío hubiera
perdido ya que me daba la impresión de que lo estábamos dejando un poco fuera
del juego.
-Quiero que
bailes muy apretadito con mi mamá –pensé que mi hermano estaba siendo poco
creativo, eso del baile ya se había hecho dos veces, aunque no entre mi tío y
madre, pensé que se quejarían por su idea (mejor dicho, la falta de una) pero
Alberto se puso de pie con una amplia sonrisa, estaba dispuesto a hacerlo.
Mientras la
pareja de bailarines se acomodaba en la improvisada pista me di cuenta de que
esta vez me tocaría ver todo de frente y sabía que ésta no era la mejor
posición para mirar este tipo de bailes. De inmediato tomé mi vaso con vino
algo caliente y fui hasta la cocina con la excusa de buscar hielo, escuchaba a
mi tío pidiendo algo más “movidito” para el baile. Regresé justo cuando la
música comenzó a sonar y para no interrumpir me senté en una silla de la otra
mesa de la sala, la que usábamos para cenar. Sabía justo cómo debía ubicarme
para no perderme lo más interesante, si es que algo así ocurría. Vi el gran
culo de mi madre temblar un poco cuando el baile comenzó y supe que tenía mejor
locación para el espectáculo.
La música era
algo vieja, como de los años 80’, la que amaban mis padres y mi tío. El
bailarín no se limitó a frotarse por detrás, ocasionalmente hacía girar a la
dama dejándola a veces de espalda y otras veces de frente. Al principio todo
parecía un baile normal, sin contar el hecho de que estaban desnudos y que
había un gran par de tetas que se sacudía para todos lados. Las habilidosas
manos de Alberto lograron inclinar a Viki hacia delante siguiendo el ritmo de
la música. Ella quedó con la colita abierta apuntando al mástil erecto,
nuevamente mi tío se valió de toda su sutileza para acomodar la verga con un
simple toquecito y ésta se apretó contra la zona que mi hermana había
estimulado. Todo ocurría muy rápido. Con un leve empujón el glande consiguió
introducirse en la vagina, estaba segura, podía verlo perfectamente pero estuvo
allí sólo unos segundos. El baile continuó y las pesadas manos de ese hombre
maduro encontraron los tiernos pechos de su hermanita, en ese momento noté que
el pene se frotaba contra la húmeda vagina y me pareció ver que era ella quien
presionaba un poco hacia atrás, su experimentada vulva se abrió dejando entrar
la verga hasta la mitad. Abrí mucho mis ojos por la sorpresa, de verdad estaba
recibiendo dentro el pene de su hermano, aunque eso no era nada luego de lo que
Eric me había hecho. Me dieron unas ganas locas de masturbarme pero no podía
hacerlo ya que me verían fácilmente. La parejita bailó apretada, el falo
entraba y salía despacio, al ritmo de la música pero en poco tiempo se salió.
Luego de un
giro de 360° de mi madre, mi tío logró encajarse otra vez contra la rajita. La
penetración fue rápida pero profunda, pensé que la dejaría adentro pero obligó
a mi madre dar media vuelta quedando los dos de frente. Se fueron agachando
juntos meneando las caderas, ella tenía las piernas bastante separadas y bajaba
peligrosamente hacia el viril tronco que volvió a clavársele. Era imposible que
los demás no vieran esto. Me quería tocar, no aguantaba más, si mi hermanita lo
estaba haciendo yo también lo haría. La miré rápidamente pero la muy
desgraciada estaba con las piernas cerradas y aferrada a su vaso. Noté un poco
de tristeza o consternación en su mirada. Tal vez pensaba en retirarse del
juego, no la culparía para nada si lo hiciera, porque a pesar de mi estado de
excitación yo no podía dejar de repetirme que éramos familia y que no
deberíamos estar haciendo estas cosas.
Con mucho
esfuerzo logré resistir la tentación hasta que el baile terminó. La pareja
regresó a sus lugares y tuve que hacer lo mismo aplaudiendo mientras caminaba.
Al principio eso del baile me pareció una sonsera comparada con el resto de las
cosas, pero ahora pensaba muy diferente, mi tío y mi madre habían aprovechado
cada oportunidad que tuvieron para lograr una penetración. Mi papá sonreía
divertido, no parecía molestarle que su propio cuñado se hubiera pasado con su
esposa.
Fue Pepe
quien se alzó victorioso en la siguiente partida y mi hermanita quedó en último
lugar, la vi tomar un largo trago de vino con gaseosa, sus mejillas estaban
sonrosadas y parecía un tanto nerviosa, al parecer mi padre también lo notó
porque se apiadó de ella al imponerle un desafío.
-¿Por qué no
nos mostrás cómo te masturbás?
Al principio
del juego esto hubiera parecido demasiado para mi pobre hermanita, pero a estas
alturas debía admitir que era lo más suave que podían darle, sin embargo la
noté un tanto molesta, seguramente no le gustaría estar mostrando algo tan
personal que hacía en su intimidad, si me lo hubieran pedido a mí lo hubiera
hecho con mucho gusto, estaba tremendamente excitada pero ella subió los pies
al travesaño de la silla sin mucho entusiasmo. Sus piernitas quedaron separadas
mostrándonos una vez más esa preciosa rajita, debía admitir que era la más
bonita de las tres. Llevó dos dedos a su clítoris y comenzó a moverlos
lentamente mientras mi madre ponía el cronómetro en marcha. Aproveché la
ocasión para mirar los tres penes erectos a mi alrededor, me mordí los labios
pensando en si debería meterme alguno de esos otra vez. De a poco el ritmo de
masturbación de Mayra se fue incrementando, cerró los ojos y se relajó un poco,
se me hizo un nudo en la boca del estómago al pensar en todas las veces que esa
dulce niña se había tocado de esa forma y que tal vez lo hubiera hecho estando
yo durmiendo en la cama contigua. Podía sospechar tal cosa porque yo misma me
masturbaba a mitad de la noche mientras mi hermanita descansaba a pocos metros.
La vi
llevarse los dedos a la boca y lamer sus propios jugos, luego regresó a su sexo
y lo castigó metiendo dos dedos en ese diminuto agujero, su respiración se
agitó más y más, noté que mi hermano Eric se estaba tocando la verga mientras
clavaba los ojos en la conchita de Mayra, no lo culpaba, a mí también me daban
ganas de hacer lo mismo, es más, tenía unas ganas locas de estirar la mano
hacia mi derecha y agarrársela. Miré a mi alrededor y me aseguré de que todos
estaban concentrados en la pequeña así que hice eso que tanto deseaba, con un
rápido movimiento aferré la dura verga de mi hermano y comencé a masturbarlo
lentamente, él me miró completamente sorprendido pero ni siquiera volteé la
cabeza, seguí con la vista fija en la vagina de mi hermanita disfrutando de la
calidez de ese pene erecto entre mis dedos. El alcohol me estaba quitando la
cordura, ya estaba imaginando que un día de estos me agacharía frente a Eric y
le chuparía la verga. Sí, me la tragaría toda tal y como había hecho con la de
mi padre, le haría el pete de su vida y dejaría que me bañe la cara con su
espeso y tibio semen.
Impulsada por
estas explicitas imágenes en mi cabeza aceleré los movimientos de mi mano
derecha y con un dedo de la mano izquierda comencé a frotar mi clítoris
mientras Mayra hacía lo mismo con el suyo. El pitido del cronómetro llegó mucho
antes de lo que yo imaginaba y me apresuré a soltar el pene antes de que
alguien se percatara de lo ocurrido. Mi madre me miró con una sonrisa cómplice,
ella sabía muy bien lo que había sucedido pero intenté disimular tomando un
trago de vino puro.
Mayra estaba
más roja que nunca y su respiración tardó varios segundos en normalizarse, la
chica nos había dado una buena lección de masturbación femenina, pero eso ya
era el pasado, nadie hizo comentario alguno sobre sus habilidades innatas para
la autosatisfacción. Repartieron las cartas como si estuviéramos en un casino.
Conseguí
salir victoriosa gracias a las buenas cartas que llegaron hasta mis manos, en
este momento prefería perder antes que ganar pero me alegré al ver que la peor
combinación sobre la mesa era la de mi madre, aunque con el alcohol que
recorría mi cuerpo me costó un poco calcular qué cartas eran peores. Al fin
llegó el momento para vengarme de ella por obligarme a meterme la verga de mi
hermano. Fui cruel y despiadada y no me arrepentí de mis palabras.
-Tenés que meterte
la verga de Eric… por la cola –le dije con una sonrisa demoníaca.
-¡Ay hija!
Pobre de mí colita. ¿A vos quién te dijo que si yo hago esas cosas?
-Y… con
semejante cola… no creo que papá se haya aguantado las ganas tantos años –mi
papá comenzó a reírse.
-Ni un día me
aguanté, por suerte ella entregó –mi mamá le dio un golpecito en la mano con un
exagerado gesto de asombro.
-Tampoco es
tan así –se quejó- esa primera vez yo quería hacer todo para conquistar a tu
padre, no es algo que hayamos hecho muchas veces.
-De hecho
hace años que lo hicimos por última vez –mi padre se veía triste y parecía
añorar los buenos momentos en el culito de mi madre.
-Bueno, está
bien, lo voy a hacer –me sorprendió que no se negara, pero me había obligado a
ser penetrada por mi hermano, no tenía argumentos para hacerlo -¿Cómo lo
hacemos?– dijo poniéndose de pie; me pareció que se fijaba en aspectos técnicos
para quitarle un poco el morbo a la situación, pero en mí tenía el efecto
contrario –¡ya sé! –exclamó.
Fue hasta el
garaje y regresó en pocos segundos con una colchoneta que supuestamente
usábamos para hacer ejercicios, pero que últimamente el único que la usaba era
mi papá, cuando debía acostarse debajo del auto para reparar algún desperfecto
mecánico.
Tendió la
colchoneta a mi izquierda, y a la derecha de mi papá. Era obvio que ella quería
que yo vea todo claramente. Mi hermano parecía nervioso pero muy excitado. “Si
boludón, le vas a dar por la cola a tu mamita” pensaba yo. Intentaba imaginar
qué pasaba por la cabeza de mi madre, ¿era realmente consciente de que en unos
instantes su propio hijo la penetraría analmente? Tendió la colchoneta y
desapareció otra vez de nuestra vista, supuse que había ido a su habitación.
Volvió con una botellita llena de un gel lubricante que yo nunca había visto en
la casa, debía tenerla bien guardada. Le pidió a Eric que se recostara boca
arriba en el pequeño colchón y él obedeció rápidamente. Con una mano, mi madre,
comenzó a embardunar el pene con gel y ya sin más preámbulos se colocó sobre su
hijo. También se puso boca arriba, pero no se tocaban, ella se sostenía con las
manos y los pies sobre el suelo. Dejó las piernas bastante abiertas y vi que ya
se había puesto gel atrás. Estaba decidida a hacerlo. Con esas grandes tetas y
toda abierta parecía salida de una revista porno.
Acercó su
cola y mi hermano guio el pene con la mano para que quedara justo debajo del
agujero. Todos mirábamos impacientes. La cabeza de la verga presionó contra el
ano pero no entró, ella empujó un poco hacia abajo pero se detuvo, al parecer
le dolía o temía que el pene se clavara demasiado rápido. Luego de un par de
intentos más comenzó a impacientarse.
-El tiempo no
empieza a contar hasta que esté toda adentro –le recordé sólo para aumentar su
sufrimiento.
Ella me miró
un tanto preocupada, agarró la verga con la mano y apretando los dientes dijo
“Fuerza” como pidiéndole a mi hermano que colaborara un poco, él levantó la
pelvis y logró enterrar parte de la cabeza, pero al parecer a mi mamá le dolía
porque se estaba poniendo roja. A pesar de que la verga no entrara la escena
era muy caliente, comencé a tocarme la mojada conchita disimuladamente. Sólo
tenía ojos para ese par tirado en el suelo y la verga intentando abrirse paso
en precioso culito. Los huevos de mi hermano seguían hinchados y yo rogaba que
aún tuvieran leche para llenar a su mamita. De pronto me atacó el impulso de
chupar esos peludos testículos que colgaban de forma muy sugerente. Intentaba
reprimirme pero el impulso era muy fuerte ¡Dios mío, quería chuparlos! Meterlos
en mi boca, jugar con ellos, tragarme esa verga y no podía dejar de mandarme
dedo. A pesar de que hoy fue la primera vez que chupé un pene, eso me dejó una
sensación placentera en la boca, quería repetirlo. Miré el pene de mi padre y
el de mi tío, estaba como loca, no me importaba cual, yo quería uno. En ese
momento mi madre me distrajo diciendo:
-Así no vamos
a poder. No lo tengo tan abierto como creen.
A pesar de
que mi padre tenía una verga aún más grande que la de mi hermano, no había
dejado tan abierto el culito de mi madre, supuse que era cierto que llevaban
mucho tiempo sin practicar sexo anal. Me alegraba de haber elegido ese desafío,
la haría sufrir un poco, como ella me lo hizo a mí. Aún tenía restos del semen
de mi hermano en la conchita y me preguntaba si quedaría embarazada si me
rehusaba a tomar el anticonceptivo, que enfermizo era todo esto. Tener un hijo
de mi propio hermano sería uno de los peores castigos posibles, pero tal vez lo
merecía, por permitir que me penetrara.
Victoria le
pidió a su hijo que cambiaran de posición, se recostó boca abajo con las
rodillas levemente flexionadas, Eric se posicionó tras ella y apuntaló su verga
entre las grandes nalgas de mi madre, parecía completamente dispuesto a
clavarla. Ella volvió a ponerse gel en
la cola y mi hermano untó su pene. Volvió a apuntar hacia ese agujerito que se
resistía. Lo pensé mejor y tal vez el pene no entraba porque mi mamá estaba
intranquila y fruncía su culito. Al parecer no le agradaba tanto que la clavara
su querido hijito. Toda esa seguridad que había demostrado hasta el momento se
estaba desmoronando. Recordaba haber sentido lo mismo cuando estuve a punto de
ser penetrada por Eric, una cosa era decidirse a hacerlo y otra muy distinta
era saber que ese pene estaría realmente dentro. ¿Con qué cara miraría a su
hijo si éste la penetraba analmente? Además debía incomodarle que Eric
estuviera tan entusiasmado por hacerlo. En ese momento se me ocurrió que él
debía masturbarse frecuentemente pensando en el culo de su madre.
Viki se
aferró con ambas manos al borde de la colchoneta y bajó la cabeza, sus grandes
tetas quedaros aplastadas bajo su cuerpo. Noté que inhalaba hondamente como si
intentara juntar coraje. Con esto sabría lo que sentí cuando hizo que mi
hermano me clave y que además, me acabe en la concha. Eric acercó la punta de
la verga y la cara de mi madre se desfiguró. El centro de las cejas estaba
arqueado hacia arriba y miraba con sus expresivos ojitos para todos lados, su
expresión era de total preocupación. Hasta sentí pena por ella, estuve a punto
de detenerlo todo cuando Eric se inclinó hacia adelante, ejerció un poco de
fuerza y logró clavar la punta de la verga. Nadie en la mesa decía una palabra,
todos aguardábamos expectantes.
-¡Uuhhh! –Exclamó
Victoria intentando mantener una sonrisa en su rostro pero sus ojos mostraban
pura turbación.
Eric se
inclinaba más sobre la colita de su madre. Ella apretó fuerte sus dedos contra
la colchoneta y supe que había entrado otra parte de la verga, seguía con su
fingida sonrisa con la vista fija en ninguna parte, su hijo parecía dispuesto a
clavarla. Otra vez exclamó ese “¡Uhh!” que indicaba que el pene seguía ganando
terreno. Al parecer su borrachera se había disipado de golpe y ahora era
consciente de lo que estaba haciendo. Me pregunté qué se sentiría tener una
verga en el culo, sabía que debía doler pero en este momento estaba tan
excitada que hasta me parecía atractiva la idea de que alguien quisiera
metérmela por detrás.
Eric no tenía
clemencia, seguía presionando hacia adentro, pero su verga se mantenía
estática. La sacó toda y mi madre se alivió, pero eso fue la calma del ojo del
huracán, lo peor estaba por venir. Él la clavó llevando todo su peso hacia abajo
consiguiendo que la verga entrara completa, su cuerpo aplastó las nalgas de mi
madre haciendo que éstas suban un poco hacia la espalda. Viki apretó los
dientes y emitió un quejido de dolor, su cara se puso completamente roja, lo
había hecho, el muy desgraciado le había metido toda la verga en el culo.
- ¡Uuuh, qué
dura! –dijo ella con un jadeo
No cabían
dudas, estaba toda adentro, por eso puse en marcha el cronómetro, ahora sólo
debía esperar ocho largos minutos. Al
parecer a mi mamá le dolía bastante porque apretaba los dientes y resoplaba a
cada rato. Eric apoyó las manos en el piso a los costados de mi madre, quedando
toda su pelvis apoyada en los glúteos de su progenitora. Esa blanca y suave
colita parecía inflada bajo el peso del cuerpo de mi hermano. ¿Qué estarían
pensando ambos en ese momento? Seguramente él estaría muy feliz por tener una
excusa para clavarla en ese culito sin que nadie le reprochara nada, mi madre en
cambio, debía estar contando los segundos mentalmente rogando que todo eso se
terminara. Ni siquiera habían transcurrido dos minutos cuando el muchacho se
hartó de ser tan pasivo. Le dio una fuerte embestida que la sacudió hacia
adelante, ella sintió el impacto y volvió a mostrar esa forzada sonrisa, como
si quisiera decirnos “Está todo bien, es solamente un juego” pero lo cierto es
que le dolía. Otra acometida siguió a la primera y luego otra. Iban a un ritmo
pausado. Empujaba, esperaba un segundo y volvía a empujar. Con cada sacudida la
cabeza de mi madre se iba hacia adelante y luego regresaba a su lugar, yo creía
que se le iban a salir los ojos. No dejaba de apretar con fuerza la colchoneta,
sus nudillos se ponían blancos y su frente se estaba llenando de gotitas de
sudor. Las penetraciones ya mantenían un ritmo lento pero constante, me extrañó
que ni ella o mi padre dijeran algo. Pepe parecía disfrutar de la escena, él
tenía la mejor posición para ver esa verga entrando y saliendo de ese
agujerito. Lo que más me impactaba era cómo el ano de mi madre parecía envolver
ese tronco de carne venosa y a su vez cómo éste se deslizaba con aparente
facilidad.
Las
embestidas comenzaron a ser cada vez más potentes y mi madre sufría con cada
una, manteniendo siempre esa sonrisa tan forzada, aunque eso no quería decir
que no doliera, o tal vez le dolía el orgullo al estar tendida en el suelo con
su pequeño hijo enterrándosela por atrás. Podría haberles recordado que sólo
debían quedarse quietos y esperar a que el tiempo se termine, pero si mi madre
no decía nada, yo tampoco lo haría.
El estado
físico de mi hermano era bastante bueno, lo que le permitía moverse con
facilidad y sin mucho esfuerzo. Mi madre gemía, se quejaba y resoplaba cada vez
que la pelvis del muchacho chocaba contra sus nalgas y esto ocurría cada vez
con más frecuencia. Recién caía en la cuenta. ¡Se la estaba cogiendo! ¡Mi
hermano se estaba cogiendo a mi mamá por el culo! En lugar de molestarme, me
calentó mucho, sin darme cuenta siquiera subí los pies a los travesaños de las
patas de la silla y quedé abierta y tocando frenéticamente mi clítoris.
Lo que más me
calentaba era ver su carita, como si por fin se estuviera arrepintiendo de
haber comenzado con este juego. La excitación de Eric iba en aumento, se notaba
por el creciente ritmo de las penetraciones. El culo de mi madre temblaba como
gelatina y sus uñas se hundían en la colchoneta. Esos continuos movimientos me
tenían hipnotizada, no podía dejar de meterme los dedos y estimular mi
botoncito. Me sobresalté al escuchar el pitido del cronómetro pero más me sorprendí
al ver que mi hermano hacía caso omiso de a éste. No se detuvo, siguió
clavándola contra ese agujerito una y otra vez. Miré a mi padre, tenía su gran
miembro aferrado con su mano izquierda y miraba fijamente el culito de su
esposa. Mi tío estaba en la misma situación, se masturbaba lentamente sin
apartar la mirada. Volteé para mirar a mi hermanita y la encontré masturbándose
igual que yo. A pesar de su gran vergüenza había momentos en los que parecía
olvidar que estábamos todos a su alrededor. Ella maltrataba su conchita que ya
estaba toda colorada. Me di cuenta de que se estaba metiendo un dedo en la
cola. Lo metía y sacaba con gran facilidad. Casi por instinto se me dio por
imitarla, separé más mis piernas y comencé a introducir un dedo, me ardía un
poco y no era tan placentero que digamos, aunque noté como mi colita se abría
de a poco y ya no dolía tanto. Mi hermano notó que me lo estaba metiendo por
eso lo saqué rápidamente, aunque no dejé de pajearme.
Viki se
limitó a gemir tras cada arremetida de su hijo. Siguió aguantando esas fuertes
penetraciones que hacían vibrar todo su cuerpo y transformaban su hermosa
carita en una máscara de placentero sufrimiento. Podía ver el gran pene
aparecer casi en su totalidad y volver a perderse entre los glúteos en un
segundo, me imaginaba cómo se abriría paso por el interior de ese agujerito y
qué sentiría mi madre exactamente, tal vez le dolía pero en parte debía
gustarle, de lo contrario hubiera apartado a mi hermano. Esto era un poco
diferente, lo que hacían ya no se atenía a las normas del juego, estaban
cogiendo por puro gusto, aun sabiendo que todos observábamos.
El tiempo fue
pasando y el ritmo de mi hermano variaba, de a ratos le daba rápido y luego se
movía un poco más lento, como intentando recuperar el aliento. Viki ya no mostraba
tantos signos de dolor, de a poco fue levantando la cabeza y cerró sus ojos, al
parecer su culito ya se estaba acostumbrando al intenso tratamiento “peneano”.
Un minuto después ya podía afirmar que ella lo estaba disfrutando, sus jadeos
sonaban de otra forma, ya no había rastros de dolor en ellos. Se estaba dejando
llevar por la situación.
-Sí, así…
así… ahh –la escuché decir entre sus gemidos.
Le estaba
pidiendo a su hijo que la siguiera cogiendo y él obedecía, podía escuchar el
chasquido que provocaba el cuerpo de mi hermano al chocar contra esas suaves
nalgas. Le estaba dando una buena culeada a su madre delante de la familia,
esto era incesto y no podía ser llamado de otra forma. ¿En qué momento nos habíamos
convertido en esto? Ah sí, cierto… en el momento en que comenzamos a jugar
Strip Póker.
Las
embestidas de Eric se hicieron más fuertes. Ese culito debía estar muy rico, si
yo fuera hombre y estuviera en esa posición, no me detendría por nada del mundo.
Ella comenzó a masturbarse con una mano y parecía estar gozando de verdad, decidida
a seguir cogiendo hasta quedar satisfecha. Ahora ella misma acompañaba el
movimiento. Ver a mi madre de esa forma fue muy revelador e impactante para mí,
pero a la vez me producía mucho morbo. Quería ver qué ocurría atrás con mayor
claridad, por eso me puse de pie y rodeé la mesa por detrás de mi hermana con
la excusa de llenar mi vaso con vino. Luego avancé unos pasos y allí pude ver
cómo esa verga estaba dejando rojo y abierto el culito de mi madre. Nuevamente
probé meterme un dedo en la cola pero me dolió un poco y lo saqué. Ahí caí en
la cuenta de que estaba parada justo delante de mi tío, me dio cierto pudor que
él me viera haciendo eso, pero intenté hacerme la boluda y seguí atenta al
espectáculo. Un instante después sentí algo duro y húmedo hurgando en mi
colita, era el dedo índice de mi tío Alberto, estuve a punto de quitar su mano
pero preferí dejarlo, a ver qué pasaba. Lubricación era justo lo que mi colita
andaba necesitando, la diferencia fue notoria, su dedo se introdujo hasta la
segunda falange con facilidad. Sentí mi cola estirarse para darle paso y eso me
dolió un poco, pero era tolerable. Me dio la impresión de que mi tío sabía lo
que hacía.
Podía ver la
conchita de mi madre goteando como una canilla descompuesta mientras la verga
se deslizaba hacia el interior de su culito con enorme facilidad. ¿Qué le
estaba pasando ahora? Supuse que la calentura le estaba haciendo olvidar quién
se la estaba metiendo, así como yo ni siquiera pensaba en los problemas morales
que provocaba que sea mi tío el que me estaba colando un dedo por atrás. Ahora
me hacía una leve idea de lo que podía estar sintiendo mi madre, era un dolor
dulce. Alberto aprovechó que ya me tenía dispuesta para usar su otra mano en mi
conchita. Me masturbaba por los dos agujeritos con gran maestría y mi clítoris
se ponía feliz al sentir esas rápidas sacudidas que hacían saltar mis fluidos
para todos lados. Él tenía la impagable oportunidad de toquetear a su sobrina a
discreción sin miedo a que alguien le recriminara algo. Sentí un segundo dedito
en mi colita, éste me dolió más pero también aumentó el placer. Tuve que
reprimir un gemido. Los movió en mi interior brindándome sensaciones que nunca
había experimentado. Estaba muy excitada.
Mi hermano
seguía dándole por el culo a su madre y ésta gemía suavemente. En ese momento
mi tío se puso de pie y me aferró por la cintura, yo tenía la mente divagando
por otros lados así casi ni noté cómo me inclinaba hacia adelante y me arrimaba
su dura verga por la conchita. Apenas sentí su glande entrando, empujé hacia
atrás con mi cola para que se metiera entera. Nunca me había sentido tan
promiscua en mi vida ¿qué me estaba pasando? Una vez leí que si un grupo de personas
comete malos actos es muy probable que el resto los siga, las personas se dejan
influenciar por las acciones. Yo estaba viendo a mi hermano cogiéndose a mi
madre y me servía de excusa perfecta para dejar que mi tío me la metiera.
Alberto me
agarró con fuerza las tetas mientras comenzaba a bombearme la conchita. Mi
padre no se percató de lo que estábamos haciendo ya que nos daba la espalda y
miraba fijamente a su hijo y esposa sin soltarse el pene. Miré a Mayra y me
sorprendí cuando nuestros ojos se encontraron, parecía enfadada conmigo, había
dejado de masturbarse, supuse que para ella esto ya había llegado demasiado
lejos, decidí mirar hacia otro lado para que no me carcomiera la culpa.
Cuando horas
antes me puse la tanga para salir de fiesta quería que alguien me cogiera esa
misma noche, aunque no lo hubiera admitido abiertamente, pero nunca imaginé que
ese alguien podría llegar a ser mi tío, pero allí estaba, recibiendo toda su
verga en mi interior y totalmente entregada a él. En ese momento vi algo que me
sorprendió muchísimo. La conchita de mi madre se estaba llenando de un líquido
blanco. Primero pensé que mi hermano ya había acabado pero no era así, ese
líquido blanco definitivamente salía del interior de su conchita, primero fue
un poco y luego vi una cantidad mayor fluyendo desde el agujerito. Yo había
leído sobre eso en alguna parte, al parecer había mujeres que eran capaces de
expulsar un líquido muy similar al semen y del mismo color, pero sin
espermatozoides. Nunca creí que lo vería en vivo alguna vez. El espeso fluido
blanco chorreó de forma continua hacia afuera durante unos segundos formando un
hilo que cayó sobre la colchoneta negra Esto era demasiado para mi frágil y
excitada mente, me incliné hacia adelante aferrándome al respaldo de la silla
que había dejado mi madre y me dediqué a disfrutar de la cogida que me estaba
regalando mi tío. Podía sentir la cabeza de su verga rozando las paredes
internas de mi cavidad vaginal mientras grandes cantidades de flujo manaban
hacia afuera.
De pronto la
verga en mi concha se salió, pensé que había sido un accidente pero enseguida
la sentí contra mi culito. No sabía qué hacer. Ahí me di cuenta que mi tío sólo
se la había lubricado, él quería entrar por atrás. Recordé que si estaba tensa
me dolería más, intenté relajarme, de todas formas, si me dolía, podría detener
todo. Me inclinó más hacia adelante y comencé a masturbarme. El glande comenzó
a frotarse contra mi entrada posterior. Cuando ya estaba totalmente dispuesta y
entregada él se apartó y escuché que regresaba a su silla, no entendía nada. En
ese momento vi que mi hermano le estaba sacando la verga del culo a mi madre,
ella se quedó tendida en la misma posición con su ano colorado y abierto. De su
vagina seguía saliendo esa especie de cremita blanca, a los pocos segundos su
culo expulsó un poco de semen bien cargado que fluyó hasta su conchita seguido
por otra cantidad igual. ¿De dónde sacaba tanta leche mi hermano? Tal vez hacía
mucho que no descargaba. Regresé a mi asiento antes de que alguien notara lo
que había pasado con mi tío, aunque el ceño fruncido de Mayra hizo que me
sintiera culpable. Tenía toda la sensación de que le estábamos produciendo un
daño psicológico irreparable a la pequeña.
Mi madre se
puso de pie con dificultad y nos sonrió tímidamente, era raro que ella actuara
así, normalmente era muy segura de sí misma. Se fue caminando casi como un pato
hasta el baño más cercano, pobre, debía dolerle mucho el culo después de
semejante empernada. Pensé que todo el juego se había ido al carajo, que ya a
nadie le importaría seguir con las cartas pero vi que mi padre ya las estaba
repartiendo otra vez. ¿De verdad pensaban seguir jugando? La única explicación
que encontraba es que las cartas servían de excusa para realizar morbosas actuaciones
y hasta yo misma estaba interesada en participar en algunas y creo que mi
hermano también, a pesar de que su pija había quedado muerta. Mi tío hablaba de
lo bueno que estaba el vino, la charla en la mesa era totalmente ajena a lo
ocurrido. La negación era el tema más recurrente para la conversación.
Esta jornada había
pasado de inocentes jueguitos sexuales a sexo duro y explícito. De haber sabido
que llegaríamos tan lejos me hubiera negado desde el principio, pero ahora era
muy tarde, ya estaba adentro y no podía salir. Mi madre regresó, se la veía un
poco más fresca, al parecer se había dado una ducha rápida ya que llevaba el
pelo completamente mojado y traía consigo una toalla blanca con la que aún se
secaba el cuerpo. En la siguiente tanda de cartas mi hermanita quedó en último
lugar y la victoriosa fue mi madre, con un full bastante bueno. Ella cambiaba
de posición a cada rato en la silla, debía dolerle bastante lo que Eric le hizo
pero ahora teníamos otra cosa en mente ¿Qué desafío le daría a su hija más
pequeña? Mayra parecía un hermoso tomate. Estaba toda roja y con los ojos bien
abiertos, se la veía preciosa. Me daban ganas de pellizcarle los cachetes… y
los pezones también, ¿por qué no?
Nuevamente vi
a Victoria dudar, ella no podía ser cruel con la más dulce y tierna de sus
hijitas, no me producía ningún tipo de celos esa diferencia de trato, yo
hubiera obrado de la misma forma al tratarse de Mayra.
-Tenés que
tocársela a tu tío Alberto –dijo mi madre luego de pensar unos instantes; mi
tío pareció alegrarse con la idea de que su rica sobrinita le haría una paja,
pero la jovencita no estaba para nada feliz.
Luego de
meditar unos segundos y de hacer mala cara, acercó un poco su silla a la de mi
tío y extendió la mano tímidamente mientras ese erecto miembro la esperaba.
Titubeó unos instantes y cuando creí que al final lo haría se levantó de la
silla y se fue corriendo hacia el pasillo que daba a las habitaciones. Todos
nos quedamos boquiabiertos, pobrecita Mayra, la habíamos llevado a un punto de
quiebre con nuestros desubicados juegos. De inmediato la seguí, para ver cómo
estaba y mi madre me acompañó.
La
encontramos tirada boca abajo en su cama, llorando. La pena y la culpa me
invadieron, me sentía una estúpida por haber permitido que todos esos juegos
llegaran tan lejos y más por no haberle preguntado a mi hermanita cómo se
sentía. Mi madre la consoló y logró que nos mirara. Allí quedaron las dos, tan
desnudas como yo, sentadas en la cama. La pequeña se quitaba las lágrimas de la
mejilla con el dorso de la mano.
-Contame qué
te pasa hijita –le rogó mi madre.
-Está todo
bien Mayra, podés decir lo que sientas –le dije intentando tranquilizarla.
-Es que… es
que –comenzó diciendo entre llantos– me tratan como a una boluda –con mi madre
nos miramos anonadadas, no era eso lo que esperábamos escuchar y no estábamos
segura de lo que significaba.
-¿Por qué lo
decís? –preguntó Viki.
-Porque a
todos les dan desafíos muy zarpados –ahí estaba el problema, habíamos llegado
muy lejos– y a mí me ponen puras boludeces –me quedé con los ojos como platos–
a ella le llenaron la concha de leche y nadie dijo nada –me señaló
acusadoramente con el índice– a vos te rompieron el culo y está todo bien –nunca
la habíamos escuchado hablar de esa manera, estaba indignada y enfadada– y
cuando me toca a mí me piden que solamente se la toque al tío, como si yo fuera
una nena estúpida.
Madre mía, la
chica se enojaba porque le parecía poca cosa que la manden a pajear al tío.
Pero en algo tenía razón, nuestras pruebas estuvieron muy cargadas de sexo, en
ese momento caí en la cuenta de que sólo la habíamos mandado a “tocar” o a
bailar, sí parecía un tanto sonso luego de las cosas que habían ocurrido. Ahora
recordaba su baile con mi hermano, él la esquivaba y ella misma buscaba el
roce. Hasta estuvo a punto de lograr una penetración anal. De hecho, en parte
lo logró. Meter ese glande en un culito tan chiquito, sin gel lubricante, no
era tarea fácil. Eric también la veía igual que nosotros, como si la chica
fuera de porcelana y pudiera romperse si no se la trataba con delicadeza.
-Perdón hija,
no lo había visto de esa forma. No te enojes con nosotros, es que vos sos la
más chiquita y nos cuesta verte como una mujer, más que nada en temas sexuales.
-Pero ya soy
una mujer –se quejó– y sexualmente activa –a mi madre se le desfiguró la cara
por segunda vez en la noche, mi expresión no era muy distinta a la suya.
-¿Y se puede
saber con quién estuviste? –le preguntó.
-Eso no les
importa.
-Me importa,
porque soy tu madre –se lo dijo dulcemente; Mayra meditó unos segundos.
-Estuve con
el profesor del gimnasio –una vez más casi nos da un infarto sincronizado a mi
madre y a mí.
Mi hermanita
concurría a un gimnasio a pocas cuadras de casa donde utilizaba los típicos
aparatos para ejercitarse, no necesitaba mejorar su forma pero ella disfrutaba
de la actividad física. El susodicho profesor era un tipo grandote que debía
medir casi 1,90 metros y estaba alrededor de los 35 años. Un hombre demasiado
grande, en todo sentido, para ella.
-¿¡Qué!?
¡Degenerado de mierda, lo voy a matar! –mi madre pocas veces reaccionaba así.
-¡No mamá! No
te metas, él no es ningún degenerado, yo lo busqué. Además fue algo de unos
días nomás, ya se fue a trabajar a otro gimnasio y no lo veo más.
-¿Pero esto
cuándo pasó? –pregunté intrigada; mi hermana ya estaba a pocos meses de los 19
años, pero igual la veía muy chiquita como para incurrir en el sexo con hombres
maduros.
-No fue hace
mucho, unas dos semanas.
-¿Pero cómo
fue que llegaron a eso? ¿Dónde hicieron… -ahora lo que más nos importaba era
saber qué había ocurrido.
-Ya te dije,
yo lo provoqué… hasta que un día no se aguantó más, y bueno… me cogió –lo decía
con una naturalidad tremenda, me imaginaba a mi hermanita, tan bajita y
menudita siendo desvirgada por un tipo tan grandote, no podía imaginarme qué
caras pondría ella mientras se la estaban clavando, yo la veía tan dulce y
tímida que no podía concebir lo que me decía, pero al verla desnuda podía
entender el increíble atractivo que tenía su cuerpo, al hombre le habrá costado
enormemente resistirse a sus encantos -la primera vez fue en el gimnasio,
cuando no había nadie y las otras veces fuimos a un telo –¡yo no había pisado
un telo en mi vida y a la pendeja ya se la habían garchado en uno! Me di cuenta
que fallé como hermana, compartíamos la misma habitación y ni siquiera sabía en
qué andaba ella. Mi madre estaba pálida. Pensé que le daría un cachetazo a
Mayra, pero me sorprendió una vez más.
-¿Lo
disfrutaste? –le preguntó con voz calmada.
-Sí, mucho.
Él nunca hizo nada que yo no quisiera, me pidió algunas cosas y cuando le dije
que no, no volvió a insistir.
-¿Cosas como
qué? –esta vez fui yo quien preguntó.
-Me quería
dar por la cola, por ejemplo –señaló su respingado traserito– pero le dije que
no.
-Ah bueno, al
menos sé que seguís virgen por un agujerito –acotó mi madre. “No tan virgen”
pensaba yo recordando cómo se había metido el glande de mi hermano– bueno Mayra,
te vuelvo a pedir disculpas, hicimos mal en tratarte de esa forma, vos tenés el
mismo derecho a “jugar” que todos nosotros –¿de verdad veía todo como un simple
juego?
-Está bien,
pero prométanme que me van a tomar en serio de ahora en más.
Se lo prometimos
y regresamos a la sala donde los tres hombres hablaban de quién sabe qué cosas,
pensé que los encontraría con las pijas flácidas pero no, sólo la de mi hermano
descansaba en su posición natural, las otras dos continuaban apuntando hacia
arriba.
-¿Qué pasó? –preguntó
mi padre cuando nos vio.
-Mayra se
estaba haciendo pis, fue hasta el baño –dijo mi madre para no explicar lo que
sucedió realmente.
-Sí, no sé
por qué me siguieron –acotó la pequeña.
-¿Y por qué
tardaron tanto? –quiso saber mi hermano cuando estábamos por sentarnos.
-Porque
estábamos viendo quién meaba más lejos –le contesté dándole un golpe en la
cabeza– y los demás comenzaron a reírse.
-Bueno,
sigamos –mi madre seguía llenando su vaso con vino– pero quiero cambiar un poco
el desafío.
-Mejor –dijo
mi tío– porque ya me está por explotar.
-¿De verdad?
–le preguntó su hermana.
-Sí, uno no
es de palo. En cualquier momento tengo que salir corriendo a buscar una toalla
–noté una sonrisa picarona en los labios de mi madre.
-Ahora el
desafío es… -miró fijamente a mi hermana manteniendo media sonrisa en sus
labios– que Mayra se tiene que tomar la leche de Alberto –los tres hombres
voltearon al unísono para mirarla.
-¿No será
mucho hermana? –mi tío parecía preocupado pero excitado a la vez; su verga daba
leves espasmos sacudiéndose.
-No sé, que
eso lo decida Mayra ¿Te animás? –miró a mi hermanita como diciéndole “Vos
querías que te tomáramos en serio”.
Las mejillas
de la pequeña se sonrojaron una vez más, al parecer esto era producto de la
calentura y no de la vergüenza, nosotros habíamos interpretado mal el mensaje. Finalmente
se puso de pie sin decir nada, automáticamente mi tío se levantó con un
saltito, parecía muy entusiasmado y no paraba de escanear con la mirada ese
cuerpito de mujer. Hasta yo me sentía extrañamente provocada al verla así. La
muchachita se puso de rodillas ante el gran falo peludo y venoso que quedó
apuntando a su dulce carita. Era una prenda sin límite de tiempo, terminaba
cuando ella hubiera tragado todo el semen. A mí me daba un poco de asco, si no
me animaba a chupar vergas, mucho menos a tragar leche, pero esta noche había
experimentado muchos cambios permanentes en mi vida sexual, ya veía el sexo y
el placer de una forma muy diferente.
Mi tío comenzó
a masturbarse frente a su sobrinita, me impactó un poco esa imagen, era un
tanto perversa y sexy a la vez. Mayra lo miraba con sus ojazos bien abiertos y
aguardaba con su boquita preparada. Todos guardábamos silencio, lo único que
podía escuchar era el chasqueo de la verga de mi tío y la de Eric también, el
pibe se estaba dando duro a medio metro de mí pero su pene se sacudía como el
cuello de una gallina sin llegar a ponerse duro, decidí ayudarlo un poco con
esta tarea y extendí mi mano hacia él para acariciársela suavemente, él apartó
sus torpes dedos y me dejó trabajar, no era experta en la materia pero había
provocado más de una erección en mi vida y tenía cierta idea de cómo hacerlo.
El primer
chorro de semen dirigido hacia la boquita de mi hermana llegó cuando nadie lo
esperaba, pensé que eso asustaría a Mayra pero ella estaba lista y lo recibió
directamente adentro. Se acercó hasta que el glande quedó apoyado en su labio
inferior y las descargas siguieron, podía ver que la leche era muy blanca y
espesa, más aún que la de mi hermano. La escena me excitó tanto que comencé a
masturbarme con la mano izquierda, cosa que rara vez hacía, intenté igualar la
velocidad de movimiento en ambas manos mientras continuaba estimulando el
miembro de Eric, éste ya estaba ganando rigidez.
Mayra se
metió todo el glande en la boca y comenzó a chuparlo a la vez que tragaba toda
la leche que le habían dado, la niña parecía disfrutarlo a pleno. Mi tío la
agarró suavemente de la cabeza y la dejó chupar tranquila. Me preguntaba si él
alguna vez había fantaseado conque mi hermana le haga un pete, porque se lo
veía muy entusiasmado. Ella cerró los ojos y tragó una buena porción de esa
verga. Mi hermano posó su mano izquierda tímidamente sobre mi pierna, no tenía
tiempo para que él tomara coraje, le agarré la mano y la guie hasta mi concha,
me metió los dedos de una forma tosca que me hacía doler un poco, pero también
me daba mucho placer. La pequeña le estaba mamando la verga a su tío y a pesar
de que la prueba ya había sido superada, no parecía que fuera a soltarlo.
Escuché cómo le daba fuertes chupones en la punta cuando lo sacaba de su boca; me
preguntaba dónde había aprendido a chupar así, aunque me daba una idea. Por fin
se detuvo y todos la aplaudimos, eso sirvió para terminar disimuladamente los
toqueteos entre mi hermano y yo. En ese momento me pregunté qué pasaría muchos
días después de esto. ¿Mi hermano y yo volveríamos a tocarnos de esa forma, me
metería su verga otra vez? ¿Mayra le chuparía algún día la verga a su tío? No
podía responder a todas estas preguntas pero un intenso calor me recorrió el
cuerpo.
Era
increíble, en pocos segundos ya estábamos los seis sentados otra vez
repartiendo esas cartas que decidían nuestra suerte sexual, uno pensaría que a
esas alturas nadie le daba importancia al póker, pero lo cierto es que nos
interesaba más que nunca, nos esforzábamos por ganar… o perder. Sabía que la
estrategia de todos sería más o menos la misma, si las cartas parecían buenas
entonces intentábamos conservar las mejores, pero si en general eran malas,
eran las peores las que quedaban en nuestras manos, así lo hice esta vez y me
dio un buen resultado. Perdí. La ganadora fue mi hermanita y esperaba que ella
me diera algún desafío interesante.
-Tenés que
chupar dos vergas a la vez –me dijo levantando dos dedos- y tenés que hacer
acabar al menos a uno antes de que terminen los ocho minutos.
-Yo no estoy
para otra ronda –acotó mi tío- así que tendrán que ser Eric y Pepe los
afortunados.
-Me parece
bien –dije con una sonrisa, estaba tan cachonda que ya no me importaba nada,
quería verga y tendría dos.
En cuanto me
puse de pie me pareció buena idea ponerme de rodillas sobre la colchoneta, así
al menos evitaría estar sobre el frío y duro suelo. Mi cabeza se meneaba de un
lado a otro como si fuera un velero meciéndose con el viento, aunque lo que
producía el movimiento, en este caso, era el alcohol. Dos grandes falos
masculinos quedaron ante mis ojos a pocos centímetros de ellos. Una sonrisa de
borracha lujuriosa se dibujó en mi rostro y aferré con una mano cada una de
esas vergas, me calentó mucho sentirlas tan duras. Decidí comenzar por la de mi
hermano ya que aún no la había probado, al menos no con la boca. Le di un
lengüetazo al glande y luego me lo tragué, estaba completamente desinhibida, me
sentía una puta y lo estaba disfrutando, no era sólo por el tamaño de esos
miembros sino porque éstos pertenecían a mi hermano y a mi padre, lo cual me
producía un morbo extra.
El tiempo
pasaba y yo ya estaba mamando la verga de mi padre, ésta era más grande y me
daba más trabajo pero ya estaba aprendiendo a meterla en mi boca y darle unas
buenas lamidas. Sacudí mi cabeza de atrás hacia adelante con fuerza llenando
todo su tronco con mi saliva y luego, con un rápido movimiento, pasé a chupar la
de mi hermano. Esto sólo lo había visto en películas porno y no podía creer que
lo estuviera viviendo en carne propia y que además lo estuviera disfrutando
tanto. Estos hombres se acordarían toda su vida de mi mamada, puse mucho
esfuerzo cada vez que tuve una verga dentro de mi boca, incluso lamí esos
velludos testículos, en ese momento pensaba en la cogida que me dio mi tío
Alberto y en cómo se sintió el pene de Eric cuando lo tuve dentro. Quería que
me cojan, todos mis prejuicios sobre el sexo con familiares se habían
desmoronado por completo. Me encontraba chupando intensamente la pija de mi
papá cuando sentí algo tibio y espeso que inundaba mi boca, había logrado
hacerlo acabar y me sentí estupendamente bien, con mi boquita fui capaz de
provocarle un orgasmo a mi padre. No abrí la boca en ningún momento, si Mayra
pudo tragar todo el semen de mi tío sin quejarse, yo también podía hacerlo,
pero me resultaba difícil porque esa manguera de carne no dejaba de expulsar
leche y yo no podía tragar tan deprisa, el líquido blanquecino comenzó a brotar
hacia afuera por la comisura de mis labios, el sabor me agradó mucho y sentía
que me estaba llenando el estómago con el semen de mi propio padre. En un
momento me ahogué y tuve que sacar el pene de mi boca salpicando leche y
saliva, de todas formas los tres integrantes de la mesa aplaudieron porque yo
había logrado el objetivo.
Me puse de
pie con la boca y los pechos salpicados de blanco y casi al instante sentí los
dedos de mi hermano hurgando en mi conchita, no le di importancia y dejé que me
los metiera mientras yo simulaba estar limpiándome con el dorso de mi mano, lo
que en realidad hacía era lamer lo que recolectaba. Eric se colocó a mi espalda
y con un suave empujón me obligó a inclinarme hacia adelante, hasta ese momento
estaba todo bien, cuando sentí su dura verga restregándose contra mi húmeda
conchita no dije nada pero de pronto la sentí en el agujerito de mi culo.
Cuando mi tío hizo lo mismo no me molestó, porque no tenía nada en contra suya,
pero ahora que lo hacía mi hermano se me dio por recordar mi orgullo, ya le
había entregado la concha, no le entregaría también el culo.
-¡No salí!
–me quejé; él intentó penetrarme y comenzó a dolerme la cola- ¡no pará, me vas
a hacer mal, salí!
-Eric, no
molestes a tu hermana –lo retó mi madre.
-Solamente
estoy jugando –se defendió.
-Entonces
volvé a la mesa, porque el juego es acá –esta vez fue mi padre el que hizo
valer su autoridad; Eric me soltó de mala gana.
-Creo que ya
es hora de ir a dormir –dijo Victoria- además ya se terminó el vino.
-Si se
terminó el vino yo me voy a dormir –mi tío apoyaba la moción.
-Pero yo
quiero seguir jugando –fui yo quien habló.
-Ya es tarde
Nadia, otro día lo seguimos.
Intenté
convencerlos de que reanudemos el juego, incluso Eric se puso a mi favor pero
no hubo caso, los adultos habían tomado una decisión y ésta era irrevocable.
Resignados abandonamos la mesa dejando todo tal y como había quedado con la
promesa de limpiar cuando nos levantáramos, fue un tanto extraño que cada uno
caminara desnudo hasta su cuarto ante la vista de toda la familia, pero en ese
momento lo que menos sorprendía era la desnudez.
Antes de
acostarme enjuagué mi boca con abundante agua, no quería irme a dormir con el
sabor al semen de mi padre. Cuando me acosté me moví inquieta, me sentía
cansada y mareada pero no podía relajarme, aún estaba cachonda, quité la sábana
que me cubría y abrí las piernas, comencé a masturbarme con los ojos cerrados, impulsada
por la lujuria que residía en mí, me importaba muy poco que Mayra estuviera
mirando.
Me sobresalté
al sentir un movimiento extraño en mi cama, al abrir los ojos vi que mi
hermanita se había sentado a pocos centímetros de mí.
-¿Querés que
te ayude? –me dijo casi susurrando.
-Sí, vení.
¿Qué decía,
estaba invitando a mi hermana a que me hiciera una paja? Ni yo lo podía creer
pero necesitaba que alguien me diera placer y ella era la persona que tenía más
cerca. Se acostó a mi lado y casi al instante sentí sus pequeños dedos
jugueteando con mi clítoris. Esto era mucho mejor que tocarse sola. Supuse que
yo debía devolverle el favor, si ella no estuviera tan excitada como yo jamás
hubiera propuesto tal cosa. Me agradó sentir su húmeda y suave rajita entre los
dedos, ésta era más pequeña que la mía pero también más abultada en la zona del
monte de venus. No pasó mucho tiempo hasta que comenzamos a meternos los dedos
mutuamente, ella lo hacía muy bien y yo quería demostrarle que también tenía
mucha experiencia en masturbación.
-¿Querés que
te la chupe? –me preguntó luego de unos segundos; su cálida vocecita me hacía
perder la razón.
-No sé… no
hace falta que hagas eso…
-Si vos me lo
pedís, yo lo hago.
-No te lo voy
a pedir –continué moviendo los dedos en su sexo.
-Como
quieras, ya sabés, si querés, pedimelo.
-No me pidas
permiso porque no sé qué contestarte. Hacé lo que vos quieras.
-Ok.
Se quedó en
su lugar pero no dejó de meterme los dedos, mi respiración se estaba agitando y
en ese momento nos llegó un inconfundible ruido desde el cuarto contiguo, eran
los gemidos de mi madre, éstos no se medían en lo más mínimo, nunca la había
escuchado así.
-¿Le estará
dando por el culo? –preguntó Mayra sin dejar de masturbarme.
-Seguramente,
después de lo que hizo Eric papá no se iba a quedar con las ganas.
-Decime la
verdad Nadia, ¿te gustó cuando Eric te la metió?
-Al principio
no, pero después me gustó mucho –nos quedamos en silencio durante un rato
mientras movíamos nuestros dedos y escuchábamos los ruidos sexuales producidos
por nuestros padres.
-Me gustan
tus tetas –me dijo
Ni siquiera
tuve tiempo a contestarle algo, en ese preciso instante pegó su boca a mi pezón
izquierdo y comenzó a succionarlo con ganas. Metí dos dedos bien adentro de su
vagina y los moví para indicarle que me gustaba lo que estaba haciendo. Mi
calentura iba en aumento constante mientras ella pasaba su lengüita por mis
pechos.
-Mayra…
-¿Si?
-Chupamela.
No esperó ni
un segundo, se deslizó hacia abajo con un rápido movimiento mientras yo
separaba más mis piernas, sentí un beso justo contra mi clítoris y me estremecí
tanto que mi espalda se arqueó y tuve que aferrarme con fuerza a las sábanas.
Solté un grito de placer que fue opacado por otro de mi madre. Me habían hecho
sexo oral en algunas ocasiones pero nunca lo hizo una mujer, tenía que admitir
que Mayra tenía talento, me la estaba comiendo intensamente y seguramente se
estaba tragando todo el jugo que salía de mi vagina. Cuando fui consciente de
que estaba teniendo sexo con mi hermana el morbo me hizo estallar en un
orgasmo, la pequeña recibió en la cara todo lo que saltó de conchita y no dejó
de lamer y chupar ni por un instante.
-Date vuelta
–le dije entre jadeos.
Ella giró su
cuerpo rápidamente y se colocó encima de mí. Su conchita rosada quedó abierta a
pocos centímetros de mis ojos, no la hice esperar, abrí la boca y comencé a
chupársela. Estaba deliciosa, muy cargada de flujos y morbo… mucho morbo. Pensé
que cuando estuviera casa dentro de muchos años aún recordaría la noche en que
tuve sexo con mi propia hermanita. Luego de pocos segundos sentí un chorro
constante de líquido fluyendo desde el agujerito de su vagina hacia mi boca, me
pegué a él y comencé a succionar intensamente. Sentí que me chupaba el clítoris
hasta casi arrancarlo y eso me llevó a un segundo orgasmo. Nos llevó un buen
rato calmarnos y sólo dejé de lamerle la rajita cuando supe que ambas estábamos
completamente satisfechas.
-Esto fue
intenso –le dije mientras nos sentábamos en la cama.
-Siento que
cumplí un sueño.
-¿Cómo es
eso?
-Sí Nadia, no
es la primera vez que fantaseo con chupártela. ¿Nunca te pasó a vos?
-La verdad
que no… pero no te pongas mal, es que nunca me sentí atraída por otra mujer…
hasta hoy.
-Eso vale
mucho para mí –se abalanzó sobre mí y me dio un corto beso en la boca- bueno,
vamos a dormir a mi cama, ésta quedó toda mojada.
-Es cierto.
Andá a acostarte, yo voy al baño y vuelvo.
Tanto sexo y
alcohol me produjo unas increíbles ganas de orinar. Fue un alivio el poder
hacerlo. En cuanto salí del baño para regresar a mi cuarto vi a mi tío Alberto
saliendo del dormitorio de mis padres, él pasó caminando a pocos metros de mí
pero no me vio.
Me acosté
junto a Mayra y abracé su menudo cuerpecito. Pensé en lo que había visto, si mi
madre estuvo cogiendo frenéticamente y mi tío también estaba en ese cuarto es
sólo podía significar una cosa. Tuvieron un trío. No podía imaginarme a mi mamá
con dos hombres a la vez. ¿La habrían penetrado los dos al mismo tiempo?
Seguramente así fue, eso explicaría a qué se debían sus desesperados gritos de
placer, le habían metido dos vergas. Me costaba creer que mi familia hubiera
cambiado tanto en una sola noche de juegos y eso me hacía sentir rara. No por
lo que habíamos hecho, ya estaba aceptando eso y no podía cambiar nada de lo
ocurrido. Me di cuenta que me sentía insatisfecha, a pesar de la noche de
intensa carga sexual que viví, tenía la sensación de que pude haber vivido
mucho más. En pocos minutos me quedé dormida con una idea fija en la cabeza:
Debía hacer todo lo posible para que este juego se repita.
Fin del Capítulo 2
Continúa en el Capítulo 3
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