(Versión Original)
Me desperté
cuando la puerta de mi cuarto se abrió e instintivamente abracé a mi hermana,
despertándola también. Mi madre entró y comenzó a mirar para todos lados un
tanto sorprendida, era obvio que intentaba analizar la situación. Iba vestida
tan sólo con un camisón color negro.
-¿Qué pasó
acá? –Preguntó al ver mi cama con evidentes manchas de humedad; no contestamos-
mejor no quiero saberlo. Vístanse que su padre está preparando un asado. Por
suerte no llueve más.
Nos pusimos
de pie de un salto mostrando toda nuestra desnudez, debíamos bañarnos pero
consideramos prudentes ponernos algo de ropa primero, al menos para ir hasta el
baño. Victoria estaba retirando las sábanas sucias de mi cama y nos miraba
ocasionalmente mientras buscábamos ropa cómoda.
-No imaginé
que pudieran llegar tan lejos… -su voz fue casi un susurro.
-Mamá… nosotras
–comencé diciendo, pero no me salían las palabras- estábamos borrachas.
-Está bien,
creo ser la menos indicada para reprocharles algo –se la veía un tanto triste.
-¿Te pasa
algo mamá? –preguntó Mayra.
-¿Ustedes que
piensan? –Se sentó sobre el colchón de mi cama- lo de anoche fue una locura
total. Sé que es tarde para arrepentirse, pero qué diferentes se ven las cosas
cuando una las piensa en frío. Todo es por mi culpa.
-En eso tenés
razón mamá –me senté a su lado aún desnuda- hicimos muchas cosas locas pero
pienso que si comenzamos a echar culpas, todos cargamos con un poco.
-Es cierto
mamá –mi hermanita se nos acercó sosteniendo una remera rosada en la mano- cada
uno aportó a lo que pasó, las cosas se dieron así… fue solamente un juego… que
terminó mejor de lo que pensábamos –me sonrió; supe que hacía alusión a lo que
habíamos hecho antes de dormir.
Por más que
quisiera convencerme de que todo fue un sueño, no podía hacerlo. De verdad
había tenido relaciones sexuales con mi hermana y el sólo pensar en esa frase
me aceleraba el corazón, el verle la rajita tiernamente dividida en dos me
provocaba mucho, a pesar de no estar sexualmente excitada y de que las mujeres
nunca habían sido de mi preferencia, no podía negar que todo esto jugaba con mi
mente, hasta los pechos de mi madre, dentro de su escote, me parecían más
bonitos que nunca.
-Está bien,
mejor vayan a bañarse. Dejemos el tema como está, por ahora. Agradezco sus
palabras pero no me siento muy bien con lo que pasó, espero que ustedes se lo
tomen más a la ligera.
-Un poco sí,
pero todavía me acuerdo de las cosas que hice –le dije- y entiendo que estuvo
mal, me da mucha vergüenza mirar a la cara a papá o al tío Alberto…
especialmente a Eric… después de lo que me hizo.
-¡Es cierto!
–Mi madre se puso de pie de un salto- tenés que tomar la pastilla
anticonceptiva. Ahora mismo te la traigo, a vos también te traigo una Mayra.
-No la
necesito, a mí nadie me la metió –mi mamá la miró como si intentara recordar
todo lo que ocurrió en la noche- ¿no se acuerdan de que me trataron como una
nena ingenua? –Sus cejas se fruncieron mostrando su enfado- mientras a ustedes
se las metían por todos lados, a mí me dejaron con las ganas.
-Creo que te
hicimos un favor –dijo por fin mi madre- no es algo de lo que esté orgullosa.
-Pero bien
que lo disfrutaste, yo vi muy bien la cara que pusiste cuando Eric te cogió por
la cola.
-Él no me…
-no se animó a completar la frase, los recuerdos la traicionaban- por favor
Mayra, no me lo hagas más difícil.
-Está bien,
no digo más nada. Traele la famosa pastillita a Nadia, yo me voy a bañar -la
menuda muchachita salió del cuarto desnuda y enojada, la perdimos de vista
cuando dobló en el pasillo y pudimos escucharla hablar- ¡Hola papá! –saludó con
naturalidad, mi padre apenas gesticuló un saludo y luego escuchamos la puerta
del baño abriéndose.
-¿Vos de qué
te reís? –me preguntó mi madre.
-La chica
tiene carácter, no podés negarlo. Será calladita pero siempre encuentra las
palabras justas.
-Las palabras
justas para exasperarme –agachó su cabeza- ¿de verdad creés que Eric me…?
-¿No te
acordás de nada mamá?
-Sí me
acuerdo, solo que… necesito saber si realmente pasó lo que yo creo que pasó.
-Bueno, Mayra
tiene razón. Eric te… sí te hizo eso. Pero tampoco lo culpes a él, vos le
permitiste hacerlo –se estrujó las manos nerviosa- mamá, ¿qué pasó? ¿Qué cambió
tanto de ayer a hoy? –Pregunté a pesar de que en realidad era el mismo día-
anoche te vi decidida, vos misma nos incentivabas a seguir jugando y creeme que
nadie te va a odiar por eso.
-No es que
algo haya cambiado, anoche entre el alcohol y la calentura que tenía, no
pensaba claramente, me parecía todo un simple juego. Hoy ya no lo veo así, lo
pienso en frío y me preocupa de qué forma podría afectar esto a nuestra
familia.
-Bueno,
seguramente haya cambios y la familia no sea igual, pero eso no quiere decir
que dejemos de ser una familia –tomé su mano- te cuento que a mí me pasó algo
inverso a lo que te ocurrió a vos. Anoche, hasta cierto momento, quería
terminar con todo, me parecía una locura –me miró preocupada- pero después me
empezó a gustar y creeme que lo disfruté… hasta lo que pasó con Eric me pareció
excitante –le confesé- y vos sabés qué pienso yo de Eric. Cuando me fui a
dormir ya no pensaba igual, en esas pocas horas llegué a ver las cosas de forma
completamente diferente. Fue sólo un juego mamá –no lo veía tan así pero quería
reconfortarla- dejémoslo así. Ya no te preocupes tanto.
-Tenés razón
Nadia, además no puedo culpar al alcohol por todo lo que hice, yo consciente
de…
-Claro que
estas consciente –me quejé- estabas muy atenta a las reglas de juego, no me
dejaste pasar una –este comentario la hizo sonreír.
-Sabés muy
bien que detesto que la gente haga trampas, aunque se trate de un simple juego.
-Aunque éste
no era un juego tan simple…
-Bueno, mejor
dejémoslo ahí. No tengo ganas de seguir maquinándome, hay momentos en los que
es mejor dejar de preocuparse y que todo fluya con la mayor normalidad posible.
Te traigo la pastilla anticonceptiva, te das un baño y comemos el asado.
*****
El almuerzo
familiar transcurrió en un clima de gran tensión, nadie habló de lo ocurrido la
noche anterior pero tampoco se animaban a mantener un contacto visual
prolongado con nadie, yo misma me di cuenta de que esquivé la mirada de Eric en
varias ocasiones. Hasta en la conversación se hizo evidente la tensión, mi tío
Alberto se esforzaba por mantener el humor pero algunos estábamos tan
ensimismados en nuestros pensamientos que ni siquiera lo escuchábamos.
Todo el
domingo se desarrolló de la misma forma, lo más incómodo era que no teníamos
actividades para ese día, lo cual nos obligaba a deambular por la casa sin
sentido alguno. Cada vez que veía a alguno de los miembros masculinos de mi
familia no podía evitar recordar la forma y el tamaño de sus penes. Hasta con
las mujeres me pasaba algo parecido, especialmente con mi hermanita, al verla
recordaba lo que habíamos hecho antes de dormir y más de una vez nos sonreíamos
en complicidad. A pesar de haber quedado sexualmente satisfecha, no podía dejar
de pensar en el sexo, lo había redescubierto en una forma trascendental.
Esa noche me
acosté temprano sin tener sueño, mi excusa era que quería dormir bien para
levantarme temprano al día siguiente y poder comenzar la semana con muchas
energías pero en realidad trataba de evitar el contacto con mi familia. Di
vueltas en la cama, mi cabeza era una peligrosa telaraña llena de ideas
descabelladas, por un lado me daban muchas ganas de repetir lo sucedido, algo
dentro de mi cuerpo me lo pedía, pero por otra parte la consciencia y la culpa
me impedían llevar a cabo esta tarea. Fue una suerte que me quedara dormida, ni
siquiera recuerdo cuándo sucedió sólo sé que me desperté a la mañana siguiente
y me alegraba poder haber dormido toda la noche de un tirón.
*****
El lunes cada
quien comenzó con sus actividades semanales, trabajos y estudios, eso ayudó
mucho a que no hubiera tantos encuentros en la casa, pero la cena fue igual que
las últimas comidas que tuvimos, silenciosas y tensas. Mi madre encendió el
televisor y puso algún programa local para que al menos hubiera algo con lo que
distraerse. Apenas pude me retiré a mi cuarto para no caer en la tentación y
cometer alguna locura que pudiera enfadar a alguien. El estar otra vez sola en
mi cuarto me evocaba todos los recuerdos sexuales que tan frescos estaban en mi
mente, no tuve más alternativa que quitarme el pantalón y la tanga para
comenzar a masturbarme intentando imaginar con la mayor claridad posible cómo
me vería yo montada sobre la verga de mi padre y luego tal vez viniera mi tío y
me la metería por la boca, la secuencia cambiaba según lo prefiriera pero no
dejaba de tocarme y sentía la gran viscosidad de mis flujos vaginales
cubriéndome los dedos, me estaba desesperando por la ansiedad, necesitaba algo
de acción.
Sin pensarlo
me levanté de la cama y cubierta sólo por una remera blanca que no tapaba mi
depilado pubis y que hacía resaltar notoriamente mis pezones, salí del cuarto y
caminé por el pasillo hasta el baño con total naturalidad. Mi corazón dio un
salto cuando mi hermano apareció por el lado del pasillo que daba a la sala de
estar, quería que alguien de mi familia me viera desnuda pero en realidad no
creí que esto ocurriría y mucho menos que se trataría de Eric. Intenté mantener
la calma y lo saludé por la cabeza, él ni siquiera me respondió el saludo,
estaba mirando fijamente mi conchita evidentemente mojada. Continué mi camino
hasta el baño y me senté en el inodoro sin siquiera molestarme en cerrar la
puerta, al parecer mis deseos se estaban cumpliendo aunque en parte me
avergonzaba estar actuando de esta forma tan imprudente, mi hermano me siguió
hasta el baño y se paró frente a mí.
-Te estaba
buscando –me dijo con evidente nerviosismo.
-¿Para qué?
–pregunté sin siquiera mirarlo a la cara, disimuladamente me fijé en el bulto
que crecía en su pantalón.
-Bueno para…
-rascó su cabeza sin dejar de mirar mi clítoris, mantuve las piernas
considerablemente separadas para que él pudiera verlo sin problema, mi corazón
resonaba como un tambor- es que…
-Dale Eric,
¿qué necesitabas? –lo apuré simulando enfado de hermana.
-¿No podés
hacer pis? –cambió de tema.
-Con vos
mirándome así no puedo.
-¿Así cómo?
-Como si yo
fuera la mina que te querés coger en un boliche.
-¿Qué hay si
fuera así? –preguntó con torpeza.
-No estamos
en ningún boliche.
-Me refiero a
lo otro… a lo de coger –a pesar de su tez oscura se le notaba lo sonrojado que
estaba.
-¿Qué, vos
estás en pedo? –exageré mi reacción porque realmente no me molestaba para nada
que él quisiera cogerme, pero eso en sí era un poco preocupante.
-No, es que…
el sábado… vos me dijiste que te gustó… y yo pensé que quizás…
-El sábado
estaba borracha y era todo un juego –su pene no dejaba de crecer bajo el
pantalón y yo luchaba contra la tentación de estirar la mano y tocarlo- lo que
te dije no fue en serio.
-Creo que sí
lo fue, además me mirabas todo el tiempo… y después, cuando me la chupaste al
mismo tiempo que a papá era obvio que lo hacías con ganas.
-Como te
dije, estaba borracha, hacía las cosas sin pensarlas… vos se la metiste por la
cola a mamá y…
-Sí, pero lo
hice porque yo quería hacerlo. A mi esa excusa de la borrachera no me va.
El muchacho
era lento pero no era tan estúpido como yo creía, mi corazón dio un brinco
cuando escuché que él realmente quiso darle por el culo a su madre… a mí madre.
En ese momento tiró de su pantalón hacia abajo y un oscuro y venoso pene
apareció ante mis ojos. Estaba tan cerca de mi boca que podría besarlo con sólo
llevar la cabeza un poco más hacia adelante.
-¿Qué hacés
Eric? –me hice la ofendida.
-¿No querés
chuparlo?
-No te la voy
a chupar Eric, no soy tu putita. Además todo el mundo nos puede ver.
-Mamá y papá
están en su cuarto y no creo que salgan en toda la noche –me dijo mientras se
masturbaba lentamente.
Un poco de
líquido preseminal salió de la punta, a mí se me hacía agua la concha. No pude
contenerme, mi mano izquierda actuó por voluntad propia, la levanté y agarré
esa dura verga y comencé a estirar el prepucio hacia abajo y luego hacia arriba
muy lentamente.
-De todas
formas también están Mayra y el tío. Nos pueden ver.
-Entonces, si
no pudieran vernos ¿me la chuparías? –la piel de su miembro estaba seca y muy
suave, mi traicionera mano derecha llegó hasta mi clítoris y comenzó a
masajearlo lentamente.
-No dije eso,
no te la chuparía aunque estuviéramos solos, sos mi hermano.
-Eso no te
importó mucho el sábado.
-Sí que me
importó, pero como te dije, era un juego Eric.
Acaricié el
glande con la palma de mi mano, su líquido preseminal se me pegó, no sabía qué
hacer. Mi cabeza no reaccionaba, no podía pensar en nada por lo que me puse de
pie dispuesta a volver a mi cuarto pero mi hermano se apresuró a tomarme por la
cintura, su dura verga se hincó contra mi nalga derecha.
-Esperá
Nadia, yo sé que vos también querés.
-No Eric, no
quiero, ya te lo dije –mi boca decía una cosa y mi cuerpo hacía otra, moví mi
cadera un poco y el glande quedó encajado entre mis nalgas, él empujó un poco
hacia adelante y lo sentí chocar contra mi cerrado culito.
-Si no querés
¿entonces por qué saliste desnuda de la pieza?
-Porque
después de lo del sábado ya me importa poco si me ven desnuda –eso era cierto- pero
no quiere decir que vaya a hacer algo con vos, ya no jodas Eric.
Había actuado
sin pensar creyendo que mis locas fantasías no se harían realidad pero allí
estaba mi hermano arrimándome por detrás, podía sentir su duro pene frotándose
entre mis labios vaginales. Apretó uno de mis pechos con sus toscos dedos y me
hizo doler.
-Ay, tené
cuidado, me hacés mal –me quejé- basta, soltame. Va a venir alguien y nos va a
ver, Mayra puede estar en cualquier parte.
-Sé
perfectamente dónde está Mayra –me susurró al oído, su glande se las ingeniaba
para apuntalarse contra mi agujerito vaginal, sería sólo cuestión de inclinarme
un poco hacia adelante para que pudiera metérmelo, pero no le di el gusto.
-¿Dónde está?
-Vení, te voy
a mostrar.
Me tomó de la
mano y me llevo hacia el fondo del pasillo, donde estaba el dormitorio de mi
tío Alberto, su puerta estaba entreabierta, a él no le gustaba cerrarla ya que
sentía que se asfixiaba allí dentro. Mi hermano me hizo una seña indicándome
que mire hacia adentro y me acerqué temerosa por lo que podría encontrar. Mis
temores se hicieron realidad en cuanto vi a mi tío sentado en el borde de la cama
y a la pequeña Mayra arrodillada frente a él engullendo su erecto pene con
total naturalidad, parecía que la muchachita estaba disfrutando mucho de ésta
tarea porque su cabeza se movía rápidamente de arriba hacia abajo. No podía
creerlo, ¿cómo habían llegado a eso? Pero conocía muy bien la respuesta a esa
pregunta, al parecer ellos ya habían roto esa barrera familiar que nos separaba
del sexo, mi tío se veía muy feliz de tener semejante jovencita dándole una
mamada y yo tenía a mi hermano manoseándome las nalgas y pellizcando los labios
de mi vagina. Sin dejar de mirar hacia adentro estiré una mano hacia atrás y
agarré la dura verga de Eric, comencé a acariciarla presionando firmemente, el
pene de mi padre era el que más se metía en mis truculentas fantasías eróticas,
pero también me imaginé más de una vez gozando con el de mi hermano.
Di media
vuelta y le señalé el pasillo a Eric, indicándole que avanzara, no quería
hablar para no interrumpir la escena que se desarrollaba en el cuarto de mi
tío. Cuando estábamos pasando frente al dormitorio de mi hermano tuve un
impulso, lo tomé del brazo y lo llevé hacia adentro, cerrando la puerta detrás
de nosotros.
-Hay algo que
te quiero dejar bien en claro pendejo –él se asustó un poco por mi tono de voz-
a mí no me gusta que me traten de putita ni que me estén diciendo barbaridades,
tampoco me gusta que me peguen o me tiren del pelo –me miró intrigado como si
no entendiera por qué le decía todas estas cosas- tampoco me gusta que hablen
de mí diciendo cosas “tendrías que ver cómo le gusta coger a Nadia”, si algo de
eso sale de tu boca, te olvidás de esto para siempre. En resumen, no me gusta
que me dominen, yo hago lo que quiero cuando quiero, no voy a estar
chupándotela cuando vos me lo pedís. Sos mi hermano y si querés que te la
chupen gratis andá y pagá una puta o conseguite una novia.
-Está bien,
perdoname. No pensé que te ibas a enojar tanto… no fue mi intención –me
sorprendió mucho que pidiera perdón, normalmente no lo hacía a no ser que mi
madre lo obligara.
-Creo que ya
fui clara, pero te lo repito una vez más, te la voy a chupar pero porque yo
quiero hacerlo, no porque vos me lo pidas –abrió grande los ojos.
-¿De verdad
lo vas a hacer?
-Sentate en
la cama antes de que me arrepienta –mi corazón latía tan deprisa como la vez en
que él me la metió hasta el fondo de la vagina.
Sabía que no
debía estar haciendo esto y que debería irme a dormir a cuarto, lo cual me
provocaba aún más morbo. Me puse de rodillas delante de él, estaba demasiado
ansiosa, agarré su verga al mismo momento en que abría grande la boca y me la
tragué tanto como pude, el sabor amargo en lugar de disgustarme me agradó. En
cuando comencé a mover mi cabeza de arriba abajo dando decididas chupadas, mi
ansiedad comenzó a disminuir. El estar mamando fue como un sedante para mí,
poco a poco lo fui haciendo con más tranquilidad para disfrutar el momento, me
sacaba ese duro miembro de la boca y le daba lamidas como si fuera una paleta
helada. No dejaba de pensar todo el tiempo que se trataba del pene de mi
hermano, ya que ése era el incentivo extra, la verdadera razón por la cual me
lo estaba comiendo.
Noté que mi
hermano se movía y levanté la mirada para ver qué hacía sin dejar de chupársela
y me sobresalté al encontrarme con su celular directamente apuntando hacia mí.
-¡No pará!
–Aparté el aparato con una mano- ¿Qué hacés?
-Quería tener
una foto de esto para… para cuando esté solo.
-Si querés
fotos para pajearte que no sean de mi cara. Imaginate todos los problemas que
tendrías si alguien viera que tenés una foto de tu hermana haciéndote un pete.
No seas tan pelotudo Eric.
-Bueno,
perdón.
Dejó el
celular sobre la cama y yo reanudé mi tarea, chupé sus peludos testículos y
subí lentamente con la lengua hasta engullir su glande, todo lo hacía por instinto,
me daba cuenta que a él le gustaba mucho lo que hacía porque no dejaba de
jadear. Tenía que admitir que esto del sexo oral no estaba nada mal, debía
sumarlo a mi repertorio sexual. Tenía ganas de decirle “Me encanta tu verga, me
la comería todos los días”, pero mi orgullo de hermana me impedía hacerlo. No
quería que él supiera qué tan loca me ponía ese erecto y firme cilindro de
carne. Mientras cabeceaba una y otra vez comencé a masturbarme, él desde su
posición no podía ver lo que ocurría pero el viscoso ruidito que provocaban mis
dedos al frotarse rápidamente contra mi clítoris me dejaban en evidencia, no me
importo, en parte quería que él supiera que me estaba pajeando delante suyo. Después
de estar un tiempo considerable haciendo esto, me puse de pie.
-¿Vos querés
fotos para masturbarte cuando estés solo? –Miró al piso avergonzado pero al
final asintió con la cabeza- entonces podés sacarme algunas, pero con la
condición de que no se vea mi cara.
Me quité la
remera quedando completamente desnuda, con mis grandes tetas sacudiéndose con
cada movimiento que hacía. Eric me miró petrificado, seguía con la pija bien
dura y sus ojos no daban abasto, no sabía si mirarme los pechos o la conchita,
le hice una seña con la mano para que se apurara y él tomó torpemente su
teléfono, de inmediato lo apuntó hacia mi entrepierna y tomó un primer plano de
mi rajita mojada. Separé un poco más las piernas para permitirle tomar mejores
fotos, me puse a pensar que si hubiera descubierto a mi hermano masturbándose
con alguna fotografía mía lo hubiera asesinado pero todo lo que había pasado el
sábado de Strip Póker me había dejado una incontrolable y morbosa calentura.
-¿Puedo sacar
una foto de tu cola?
-¿Te gusta mi
cola? –pregunté como si no supiera la respuesta.
-Sí, me gusta
mucho –él me miraba como un cachorro al que le están por dar un hueso para
roer.
-¿Qué
fantasearás con mi cola? –la pregunta fue más para mí que para él, pero de
todas formas me daba curiosidad saberlo.
-Muchas
cosas.
-¿Cómo
cuáles? Contame –le pedí mientras me ponía en cuatro patas sobre el colchón
apuntando mis blancas nalgas hacia él- ¿Qué me harías en la colita?- estaba
descontrolada, ni yo daba crédito a mis propias palabras.
-Lo mismo que
a mamá –su respuesta hizo que mi cabeza volara a un mundo de lujuria y
fantasía; abrí mi colita con las manos y permití que él fotografiara a gusto mi
agujerito- ¿Alguna vez te la metieron por el culo Nadia? –hubiese asesinado a
mi hermano si me hubiera preguntado eso tan sólo una semana antes, pero no reaccioné
de esa forma.
-Nunca me la
metieron por ahí, una vez un ex novio lo intentó pero no lo dejé.
-¿Por qué no
lo dejaste?
-Porque la
tenía chiquita, si me la iban a meter por el culo quería una verga bien grande
–esto era mentira, el verdadero motivo fue que me asusté pero esto Eric no lo
sabía y mi boca quería decir barbaridades para que todo mi cuerpo reaccionara.
-¿Una grande
como la mía? –el chico no era tan tonto, había captado la indirecta.
-Podría ser…
o como la de papá –estaba confesando que quería que mi viejo me rompiera el
culo, esto me excedía completamente pero no podía detenerme- ¿te gustó
metérsela por la cola a mamá?
-Sí, me gustó
mucho. Lo más lindo fue que al principio no quería entrar, pero cuando entró
fue increíble, mamá tiene un culito muy lindo –me ponía más cachonda escucharlo
hablar de esa forma de mi madre; me giré acostándome boca arriba, con las
piernas bien abiertas- el tuyo también me encanta.
-Vos te debés
hacer muchas pajas –no fue una pregunta, me parecía algo obvio- ¿alguna vez te
pajeaste pensando en mí? –abrí mi conchita con los dedos no sólo para que él
pudiera fotografiarla sino también para incentivarlo a contestar.
-Sí, muchas
veces –confesó avergonzado.
-¿Y qué
pensabas? ¿Qué querías hacerme cuando imaginabas esas cosas?
-Te… te
quería coger y te quería chupar las tetas, cuando te la metí el sábado casi me
vuelvo loco, fue un sueño hecho realidad –se acercó más a mí, tanto que su
verga quedó casi apoyada sobre mi vulva, yo me estaba perdiendo en la calentura
y me costaba horrores contenerme.
-¿Cómo
querías cogerme, de qué forma?
-Metiéndote
la verga, ¿acaso hay otra forma? –me dieron ganas de putearlo porque me estaba
sacando del juego pero intenté mantener la calma y redirigirlo.
-Hay muchas
formas de meterla –le acaricié el glande con la yema de mis dedos sin dejar de
tocarme la vagina con la otra mano- ¿cómo lo imaginabas vos?
-Bueno, te
imaginaba acostada con las piernas abiertas y me pedías que te la meta.
-Pero sabías
muy bien que eso no podía pasar –le dije mientras apuntaba hacia mi agujerito
su dura verga.
-De todas
formas a mí me gustaba imaginarlo –permití que la punta de su miembro se
enterrara en mi vagina lentamente, suspiré cuando todo el glande estuvo dentro.
-Esto es para
que puedas sacar una foto, así vas a tener algo con qué imaginarte mejor la
situación –Eric se apresuró a tomar una foto de su pene perdiéndose en mi
interior pero no le di más tiempo del necesario, la saqué y rápidamente me puse
de rodillas en la cama- ¿creés que con eso ya vas a tener suficiente?
-Sí, gracias
hermana, sos la mejor. La mejor hermana del mundo.
-Prometeme
que nunca se las vas a mostrar a nadie, ni a tus amigos.
-Te lo
prometo, esto no lo va a ver nunca nadie.
-Solamente
vos, mientras te pajees –me sentía actriz porno pero con qué naturalidad me
salía todo, acaricié una vez más su verga- ¿de qué otra forma imaginabas
metérmela?
-Este… te
imaginaba a vos arriba mío, pero estabas agachada…
-¿Agachada
cómo? No entiendo.
-Es decir, yo
estaba acostado –lo empujé presionando su pecho hasta que no tuvo más remedio
que acostarse boca arriba.
-¿Así?
-Sí y vos te
ponías como una rana arriba mío.
-¿Como una
rana? –ahora entendía mejor lo que él intentaba decirme, me puse en cuclillas
manteniendo las plantas de los pies en el colchón y las rodillas flexionadas,
su erecta verga había quedado justo debajo de mi abierta conchita -¿así?
-S.. sí, así
–tartamudeó- y vos bajabas hasta que te la metía entera.
-Eso no está
bien Eric, no me entraría toda de una vez, la tenés muy grande –sus ojos
parecían dos platos, no dejaba de mirar mi entrepierna y la peligrosa cercanía
que tenía ésta con su pene- deberías haberme dicho que me la metías de a
poquito, hasta que me entrara toda –de pronto me hacía la sexóloga con mi
hermano cuando yo apenas tenía más experiencia que él –fijate bien- le dije al
mismo momento en que bajaba y su glande se enterraba suavemente en mi
agujerito- ¿sentís como que hay algo que te detiene?
-Un poco…
pero parece que se estuviera abriendo.
-Eso es
porque me estoy dilatando –bajé un poco más y sentí la rigidez penetrándome-
acordate siempre de esto cuando estés con una mujer, no intentes clavársela de
una vez, a muchas nos gustan los jueguitos.
-Nunca me
imaginé que tu conchita sería tan linda, Nadia.
-¿Te gusta?
–Me froté el clítoris- ¿así era como imaginabas cogerme?
-Sí así, en
esta misma posición –mené mi cadera provocando que el pene siga enterrándose
lentamente, mi pecho palpitaba de puro gusto.
-Pero yo la
tenía metida hasta el fondo, ¿cierto? –Continué bajando hasta que mis nalgas
chocaron contra sus testículos, ya no podía meterla más- ¿sabés una cosa? Nunca
me habían metido una verga tan grande.
-¿Y te gusta?
-Me encanta,
está muy bueno. No sólo porque es larga sino porque también es ancha, eso hace
que se me dilate mucho –recorrí con mis dedos los tirantes labios internos de
mi vagina- acordate que eso te va a conseguir muchas mujeres –dije moviéndome
lentamente en círculos.
-Esto es tal
cual lo imaginaba –mientras hablaba acariciaba mis pechos- nunca pensé que
pudiera verlo –su verga parecía palpitar en mi interior- la tenés muy abierta…
-Cuando te
pajeabas pensando en esto ¿yo me movía mucho? –Asintió con la cabeza mirándome
a los ojos- ¿algo así- aceleré el movimiento de mi cadera y mi respiración
comenzó a agitarse.
-Sí así.
-¿También lo
hacía de arriba abajo? –Asintió una vez más- ¿De esta forma? – me levanté
haciendo fuerza con mis rodillas y sentí el pene deslizándose en mi vagina,
luego bajé de golpe y éste se me clavó una vez más hasta el fondo, repetí la
acción una vez más.
-Sí, pero más
rápido –me dijo tomándome de la cintura.
-¿Así de
rápido? –Pregunté al mismo tiempo que comenzaba a dar saltitos sobre su larga
verga, ésta salía casi completa de mi conchita y volvía a entrar rápidamente-
¿así te gusta? –jadeé sin dejar de moverme.
-Sí, me
encanta. Lo hacés muy bien.
Mis tetas
saltaban descontroladamente, yo cerré mis ojos y tiré la cabeza para atrás, no
podía detenerme y no podía dejar de gemir, me estaba cogiendo a mi hermano,
definitivamente lo estaba haciendo y me encantaba. Aceleré mi frenética danza
todo lo que pude, mi vagina sufría por el tamaño que tenía ese pedazo de carne
pero era un sufrimiento placentero que me hacía delirar de placer.
-Tomá,
filmalo –le dije alcanzándole su celular- pero que no se me vea la cara… y no
hables.
Él me hizo
caso, rápidamente programó el aparato para que grabara la secuencia y apuntó el
lente a mi entrepierna, procuré no gemir mucho para que no se notara que era mi
voz pero no dejé de moverme como loca, le pedí que lo filmara porque me daba
mucho morbo y además yo misma quería tener un recuerdo de la primera vez que me
cogí a mi hermano, al menos de forma oficial. Mi vagina salpicaba jugos
mientras el pene la castigaba, el video seguramente duraría una buena cantidad
de minutos porque no pensaba detenerme, todo dependía de cuánto pudiera
aguantar mi hermano, pero él no se movía en absoluto, tenía ganas de pedirle
que lo hiciera pero no quería dejar mi voz registrada en la grabación por lo
que agregué un vaivén a mis saltos, cuando tenía toda la verga adentro me
sacudía durante unos instantes de atrás hacia adelante.
Sólo cuando
estuve segura de que él había dejado de grabar me bajé, dejando que mi conchita
descansara por unos segundos, estaba increíblemente mojada, eso era algo que me
avergonzaba un poco pero no podía evitarlo. Se trataba de una reacción natural
de mi cuerpo, lo antinatural era estar cogiendo con mi propio hermano. Me puse
en cuatro y apunté mi cola hacia él.
-Dale,
metemela –le supliqué; él se posicionó detrás de mí sin perder tiempo y apuntó
su glande a mi agujerito trasero- no, por el culo no- pero él hizo caso omiso
de mis palabras, comenzó a presionar hacia adentro, la gran lubricación que le
había brindado mi vagina le estaba facilitando mucho la tarea, con una mano se
aferraba a una de mis nalgas y con la otra apuntaba su estaca hacia mi cuevita
virgen- ¡Ay! No Eric, me lo vas a romper.
-Vos dijiste
que querías una verga grande como la mía –me estaba haciendo tragar mis propias
palabras.
-Dije que
tenía que ser grande, pero no dije que tenía que ser la tuya –intentó meterla
una vez más pero mi orificio se resistía- ¡No Eric, pará! Me vas a lastimar
–intenté apartarme pero él me tomó rápidamente de un brazo, mi fuerza física no
podía competir con la suya- basta te digo, me vas a hacer enojar –todo el lindo
momento vivido se estaba yendo al garete, me quejaba pero intentaba hacerlo con
susurros para no alterar a toda mi familia, el pene seguía presionando
peligrosamente mi ano una y otra vez- no va a entrar, salí te digo.
-Vas a ver
que te va a gustar, a mamá también le dolió al principio pero se la aguantó.
-Pero yo no
soy como mamá… ¡Ay! –esta vez sentí miedo de verdad, el glande había logrado
hincarse en mi culito, lo hizo de golpe, como si fuera un tapón demasiado
grande que se introduce en el pico de una botella- ¡Ay no, no! Soltame Eric,
por favor, me estás haciendo mal.
En ese
momento retrocedió hasta sacarla completa, sentí un leve alivio porque creía haberlo
hecho recapacitar pero de inmediato me demostró lo equivocada que estaba,
volvió al ataque y me lo clavó otra vez, mi ano se abrió para dejarlo pasar
pero sentí una aguda punzada de dolor. El muy desgraciado me estaba tensando el
brazo hacia atrás y apoyó su mano derecha contra el centro de mi espalda,
obligándome a levantar más la cola. Este tipo de comportamiento me hubiera
puesto como loca en otro momento, detestaba que mi hermano abusara de su fuerza
para someterme pero esta vez era muy diferente, estaba demasiado excitada y
hasta sentir un pene entrando dolorosamente por la puerta de atrás me producía
un intenso calor que recorría todo mi cuerpo. De todas formas continué luchando
para intentar zafarme, pero me era imposible, esa verga dura como roca seguía
hundiéndose en mí como si no le importara en lo más mínimo si mi culito podría
albergarla o no.
Eric la sacó
una vez más pero ya sabía lo que se vendría por lo cual procuré relajar un poco
el esfínter, esta vez la penetración fue más limpia y profunda, creía tener al
menos la mitad de la longitud total de su pene adentro.
-Por favor
hermano, me duele –supliqué entre jadeos- otro día probamos, hoy no… si querés
metemela por el otro lado –intenté negociar con él.
-Vas a ver
que te va a gustar –insistió; acto seguido me tomó del pelo- vas a disfrutar
como una putita- esto me enfadó todavía más.
-¡No basta,
te estás pasando Eric! Te dije que eso no me gusta, soltame el pelo.
Pero él no
escuchaba mis palabras, volvió a retroceder e inició un lento bombeo que me
produjo una sensación inesperada, era extraño, como si mi culito quisiera
deshacerse de esa verga que me producía dolor pero a la vez me gustaba la forma
en que ésta entraba mientras me esforzaba por sacarlo. El movimiento siguió y
ese tieso pedazo de carne se deslizaba con rapidez, estuve a punto de gritar de
bronca y dolor cuando sentí algo húmedo y tibio llenándome las entrañas. Había
acabado, al parecer no pudo aguantar más y eyaculó dentro de mí, creí que ya se
había terminado todo pero aún quedaban largos segundos de sufrimiento, su pene
no dejaba de escupir semen directamente dentro de mi culito. Cuando por fin la
sacó me giré y quedé acostada boca arriba sobre la cama jadeando con fuerza e
intentando recobrar el aliento, lo miré con el ceño fruncido y él parecía
sorprendido y asustado.
-¡Lo
arruinaste todo, pelotudo! –me quejé mientras me sentaba en la cama- como
siempre, cada vez que hacemos algo, vos lo arruinas todo –comencé a darle
golpes en su pecho cubierto por finos pelitos negros pero éste era tan firme y
mis brazos tan débiles que ni siquiera hizo una mueca de dolor- ¡Te odio Eric,
sos un pelotudo!
Tan rápido
como pude me puse de pie y salí de su cuarto, caminé directamente hacia el baño
y abrí la ducha, me sentía sucia tanto física como emocionalmente, me metí bajo
la lluvia tibia y mi cuerpo reaccionó al instante, sabía muy bien que todas
esas quejas a hacia mi hermano habían sido exageradas, producto de mi orgullo,
no estaba tan enfadada con él, sólo un poco molesta porque no me hizo caso
cuando le pedí que no me la metiera por atrás, pero debía admitir que los
últimos instantes no me pareció tan malo. Me molestó su forma de actuar pero
físicamente lo disfruté, me sentía confundida y obnubilada, comencé a
masturbarme lentamente rememorando en mi mente todo lo que había pasado
intentando pasar por alto la pelea, me centré sólo en la parte física. Mi
cuerpo reaccionaba de forma diferente a mi mente, mis dedos parecían poca cosa
al lado de la verga de Eric, hasta llegué a pensar en ir a buscarlo otra vez
pero mi orgullo me impedía hacerlo, ya le había gritado y ya había montado todo
un escándalo, no podía retractarme tan fácil, de hecho no lo haría durante
varios días, ya me conocía, aunque en este momento comprobaba que ni yo misma
me conocía tanto como pensaba, no podía creer que hubiera accedido a coger con
él por propia voluntad y el que él quisiera darme por el culo era más culpa mía
que suya, yo había hablado de más y no podía enfadarme con él por ser tan
bruto, además sabía perfectamente que la calentura podía llevar a uno a hacer y
decir locuras. Él siempre me sometía con su fuerza pero ésta vez lo había hecho
de una forma totalmente diferente… y me excitó, por más que me hubiera quejado
durante todo el tiempo, no podía negar lo mucho que me había excitado con la
situación. Llegué al orgasmo y me vi obligada a ponerme de rodillas en el piso
del baño sin dejar de masturbarme frenéticamente.
Minutos más
tarde regresé a mi cuarto y encontré a Mayra durmiendo desnuda en su cama,
estaba segura de que se había masturbado ya que podía ver la humedad en su
sexo, la muy sucia ni siquiera se había levantado a lavarse pero no la culpaba,
a veces yo misma hacía eso. Me tendí en mi cama e intenté desconectar mi mente,
sin lograrlo. Concilié el sueño pensando en el sexo, especialmente en el sexo
con los integrantes de mi familia, una de las últimas cosas en las que pensé
antes de dormirme fue en la verga de Eric clavándose en mi culito y la varonil
fuerza de sus brazos, si alguien en el mundo tenía que someterme, me agradaba
que fuera él, aunque jamás lo admitiría.
*****
Al día
siguiente ni siquiera vi a mi hermano, tal vez él estaba tan avergonzado que se
esforzó por esquivarme todo el tiempo y al parecer lo consiguió. Por suerte no tuve
dolor alguno en mi cola luego de lo que pasó y agradecía que él nunca hubiera
llegado a clavármela completa, de lo contrario sí que me hubiera dolido. Me
molestaba un poco el ya no poder decir que al menos mi culito seguía virgen. Cuando
esa noche me fui a dormir pude escuchar a mis padres manteniendo relaciones, al
parecer estaban mucho más activos que antes, ellos no fueron los únicos que
tuvieron algo de acción, Mayra se estuvo tocando mientras escuchaba los gemidos
de mi madre, yo me sentía un tanto preocupada por lo que no llegué a excitarme.
Evitaba hablar con mi hermana para que no saliera a colación el tema del acto
sexual que llevamos a cabo, al parecer ella pensaba igual que yo porque cuando
me hablaba lo hacía de forma casual, sin extender mucho la conversación. Mi
mente estaba hecha un laberinto y no sabía cómo salir, me la pasaba todo el
tiempo debatiéndome si debería o no intentar algo más con Eric… o quizás con
algún otro miembro de mi familia. Me estaba volviendo loca pero por suerte me quedé
dormida.
Por la tarde
me di cuenta de que las únicas personas en la casa éramos mi mamá y yo, por lo
cual aproveché la oportunidad para hablarle de muchos temas que me
atormentaban.
-Mamá, ¿qué
pensás vos del sexo anal?
-¿Por qué me
lo preguntás?
-Es que
cuando te vi… o sea… cuando Eric… te la metió, parecía que te estaba gustando
–dejó los papeles que estaba leyendo sobre la mesa y se quitó los anteojos para
mirarme fijamente.
-Vení, vamos
a pieza. Necesito hablar con vos y me viene al pelo que me hayas preguntado
sobre ese tema.
Fuimos juntas
hasta su cuarto y nos sentamos al borde de la cama.
-Cuando Eric
hizo eso algo cambió, no te lo voy a negar.
-¿Te gustó?
–No me respondió- vamos mamá, necesito que hablemos claro, sin dar vueltas o me
voy a volver loca. Decime la verdad.
-Está bien,
mejor que lo hablemos de esa forma. Sí me gustó, más de lo que yo creía, por
eso me sentí tan mal al otro día, una cosa era jugar esos jueguitos sexuales y
otra distinta era realmente haberlos disfrutado.
-Pero mamá,
todos lo disfrutamos, sólo tenías que prestar atención a la cara que teníamos
en ese momento.
-Sí puede
ser, pero de todas formas me sentí culpable, es mi hijo, además…
-¿Además qué?
-Además tu
padre se dio cuenta que me gustó…
-¿Se enojó?
-No, para
nada. Todo lo contrario, le pareció excitante. Es un tipo raro tu viejo, a
veces reacciona de formas totalmente inesperadas, a pesar de todos los años que
llevamos casados, todavía me sorprende. Esa misma noche él me pidió que lo
hiciéramos por atrás y no pude negarme, pero no me negué por dos razones, la
primera es que es mi marido y yo siempre intento complacerlo, la segunda es
porque yo también me moría de ganas, así que lo hicimos.
-¿Y el tío
cuándo entró?
-Cierto… tu
tío –se estrujó las manos nerviosa.
-Mamá,
dijimos que íbamos a hablar claro.
-Sí lo sé,
pero igual me es difícil. Tu tío entró cuando lo estábamos haciendo y bueno…
estaba tan cachonda que ni siquiera le pregunté qué quería, lo… invité a que se
uniera a nosotros.
-¿Él también
te la metió por atrás?
-En un
momento sí… también.
-Así que te
metieron tres vergas en una noche –dije sonriendo para aliviar un poco la
tensión- qué aguante mamá.
-La verdad
que sí, pero más aguante tuve que tener con tu padre…
-Porque la
tiene más grande.
-No, porque
todos los días quiere metérmela por atrás. Todos los días –resaltó esas
palabras.
-¿Y vos lo
dejás?
-Claro, pero
no te voy a mentir, a veces me arde un poco, por más que usemos el lubricante.
Por eso quería hablarte sobre este tema, necesito que me hagas un favor –me
dijo mientras se ponía de pie y comenzaba a desprender su pantalón de jean.
-¿Qué
necesitás?
-Quiero que
me mires porque tengo miedo de que tu padre me haya lastimado.
-¿No deberías
ir a un médico mejor?
-Si ves algo
raro sí voy al médico –se desnudó completamente de la cintura para abajo y se
tendió boca abajo en la cama.
-Está bien.
Me acerqué un
poco más a ella, podía ver su peluda conchita con labios rugosos y carnosos,
separé sus nalgas con las manos y me encontré con el agujerito de su culo, éste
se abrió un poco por lo que me permitió verlo bien.
-No veo nada
para preocuparse mamá, sólo parece estar un poco irritado… y abierto. Digamos
que te rompieron el culo, pero de buena forma.
-¡Nadia! No
me digas esas cosas –se rio- bueno, al menos me quedo más tranquila, pero de
todas formas fijate que en mi ropero hay una crema hidratante, es buena para
este tipo de cosas… porque no arde. Traela.
Obedecí sin
chistar y traje conmigo un pote blanco, le saqué la tapa y pude ver que estaba
casi completamente lleno con una crema del mismo color.
-¿Me pasás un
poco? –me pidió.
-¿Yo por qué?
-Porque ya
estás acá, dale Nadia yo te di las pastillas anticonceptivas.
-Pero no
tuviste que metérmelas por el culo.
-Pero lo
hubiera hecho, de ser necesario, si querés la próxima te la doy así.
-No gracias,
no creo que necesite una… -me quedé helada al recordar que Eric me la había
metido por la vagina, si bien no acabó dentro de ella existía el riesgo de
quedar embarazada- por cierto, ¿cuánto tiempo tenés para tomarlas después de…?
–pregunté en tono casual mientras empezaba a untar su colita con crema.
-Ay, está
fría –se quejó pero sin embargo separó las nalgas usando sus manos- tenés una
setenta y dos horas, ¿por qué?
-Para saber
en caso de que las necesite algún día –con la yema de dos de mis dedos acaricié
su maltratado ano- Mamá, ¿vos qué pensaste después de que Eric te la metió?
-Qué bueno
que lo preguntes, tenía un nudo en la garganta y necesitaba contarle esto a
alguien.
-Bueno, podés
contarme con confianza, yo no voy a decirle nada a nadie.
-Antes te
tengo que contar algo que pasó hace unos meses –mis dedos se quedaron quietos
contra el agujerito posterior de mi madre, no pensé que hubiera algo para
contar anterior al juego de póker- una tarde sorprendí a tu hermano
masturbándose en su habitación, yo llegaba de trabajar y él tenía la puerta
abierta, fue imposible no verlo. Esa imagen me impactó mucho, lo peor fue verlo
eyacular.
-Para colmo a
él le salen doscientos litros de leche –mi corazón se aceleraba por lo que me
estaba contado.
-Sí, es algo
increíble, no sé de dónde saca tanta. La cosa es que yo me le acerqué con un
pañuelo descartable en la mano y… se la limpié mientras le daba la típica
charla sobre sexo que dan las madres pero… pero la verdad es que fue una
excusa, yo se la quería tocar. Me avergüenza mucho decirlo, me sentí una mierda
de persona al hacerlo –por la tensión clavé mis dedos en su culito hasta que
entró la primera falange de ambos- por eso necesitaba hablarlo… descargarme. Sé
que estuvo mal pero me provocó mucho hacerlo.
-Te entiendo,
a mí me pasó lo mismo el sábado… es que la tiene grande.
-No es por
eso, tu padre también la tiene grande. Acá fue otra cosa, a mí me produjo morbo
que fuera mi hijo –tragué saliva, esta mujer estaba confesándome algo y yo la
entendía perfectamente, ese mismo morbo me llevó a hundir más los dedos en su
orificio- para colmo Eric se dio cuenta de que ahí hubo algo raro, desde ese
día se comportó de otra manera conmigo.
-¿En qué
sentido?
-En un
sentido más… sexual. Cada vez que podía se paraba cerca de mí, me acariciaba
una pierna o intentaba tocarme alguna teta, a veces hasta me arrimaba por atrás
mientras yo estaba cocinando.
-Nunca lo vi
hacer eso.
-Es que él
siempre fue cuidadoso, lo hacía sólo cuando estábamos solos.
-¿Y vos qué
le decías?
-Ese es el
problema, yo no le decía nada. Lo dejaba hacer lo que quisiera. Hubo ocasiones
en las que los roces se pusieron tan fuertes que se le puso dura, a mí me
llenaba de morbo sentirla contra mi cola o más abajo.
-No sabía
todo esto mamá.
-Fue como un
jueguito prohibido, pero no puedo negar lo mucho que me calentaba, a veces
llegaba tu padre y yo me tiraba sobre él para que lo hiciéramos, lo peor de
todo es que yo fantaseaba con Eric –volví a poner crema en mis dedos pero esta
vez los clavé directamente en su colita- no te imaginás lo mal que me sentía a
veces… y lo bien, porque la pasaba bien.
-¿Qué fue lo
máximo que llegaste a hacer? –me di cuenta de que mi vagina se estaba
humedeciendo.
-Eso fue la
semana pasada –pude ver un líquido transparente chorreando por el canal que
formaban sus labios vaginales- él me estaba arrimando en la cocina y… no me
aguanté. Se la agarré por arriba del pantalón, la tenía muy dura. Soy una
enferma, me calienta mi propio hijo.
-No digas eso
mamá. Antes de lo que pasó el sábado tal vez me hubiera enojado con vos, no te
lo voy a negar, pero luego de vivirlo en carne propia sé muy bien lo que habrás
sentido, a mí también me calienta… me calienta Eric y me calienta papá… hasta
el tío me calienta –fue como liberar mi alma, romper las cadenas, sacar del
interior eso que tan guardado tenía- ¿por eso insististe tanto en que juguemos
Strip Póker?
-Sí la verdad
que sí. Sabía que todo estaba mal pero quería ver qué pasaba, hasta dónde
podríamos llegar, te puedo asegurar que superó ampliamente mis expectativas,
jamás creí que llegaríamos a tanto. Nunca imaginé que Eric me la metería de esa
forma… y por la cola, por eso ahora me siento tan culpable.
-A mí también
me la metió.
-Pero con vos
fue diferente, sólo la dejó adentro. A mí me dio duro y parejo. Hasta tuve un
orgasmo –mis dedos entraban y salían a ritmo constante de su culito, ella
parecía ignorarlo por completo.
-Antes de
ayer… me acosté con Eric –giró su cabeza para mirarme, no parecía tan
sorprendida como lo esperaba.
-¿De verdad?
-Sí, no fue
algo planeado, solamente se dio así. Perdón mamá, sé que estuvo mal, sé que él
es mi hermano, pero no me aguanté… él insistió tanto que…
-No tengo
nada que perdonarte hija, soy quien tiene menos autoridad moral para decirte
algo. Si te acostaste con él espero que lo hayas disfrutado –bajó la cabeza
como si estuviera avergonzada, mi corazón dio un salto al escuchar esas
palabras.
-De hecho no
estuvo tan bueno como imaginaba, Eric es un poquito bruto.
-Decímelo a
mí, casi me parte en dos. ¿Por eso preguntaste lo de las pastillas?
-Sí, creo que
voy a necesitar otra.
-Creo que vas
a tener que empezar a tomar anticonceptivos diarios.
-No pienso
repetirlo…
-No importa,
es mejor prevenir, uno no sabe cuándo le puede ganar la calentura y tenemos que
convivir todos juntos. Yo tengo la gran suerte de tenerlo a tu padre, para que
me saque las ganas, pero ustedes no tienen a nadie –estuve a punto de contarle
que vi a Mayra practicándole sexo oral al tío pero preferí no hacerlo, ese era
asunto de mi hermana y si ella quería contarlo, podía hacerlo.
-Mamá –dije
mirando su suculenta y mojada conchita mientras mis dedos se enterraban hasta
el fondo de su colita- cuando me la chupaste a mí ¿te produjo el mismo morbo
que con Eric?
-Me produjo
más.
-¿Más, de
verdad? –llevé una mano a mi entrepierna y comencé a acariciarla.
-Claro que
sí, nunca había chupado una vagina y además sos mi hija, eran demasiadas cosas
nuevas juntas, te juro que no podía creer que…
En ese mismo
instante dejé salir mis instintos sexuales, me zambullí entre sus nalgas y di
una lamida a su conchita saboreando sus flujos, ella se sobresaltó y giró
rápidamente en la cama, tuve que retirar mis dedos para no lastimarla, me miró
fijamente durante unos segundos, parecía confundida pero luego noté cierta
decisión en sus ojos, abrió las piernas y presionó mi cabeza hacia abajo.
Comencé a chupar intensamente, esta vez no había alcohol ni reglas de juego que
me obligaran a hacer algo prohibido era simplemente mi locura y mi calentura,
le estaba comiendo la concha a la mujer que me dio la vida y esto me producía
una calentura increíble que sólo podía comparar con la que sentí al acostarme
con mi hermano.
Metí sus
gruesos labios vaginales en mi boca, sentí cómo me la llenabas y los succioné
sorbiendo todo el jugo que había sobre ellos, mi fantasía erótica no era por
las vaginas en sí, no me atraían otras mujeres, esto sólo me pasaba con mi
madre… y con Mayra también, no pude evitar recordar el sabor de la vagina de mi
hermanita pequeña, ése fue un incentivo extra. Cuando solté la rugosa
carnosidad que colgaba del sexo de mi madre comencé a lamer su clítoris, ella
comenzó a gemir inmediatamente mientras se sacudía en la cama y presionaba mi
cabeza. Comencé a desnudarme sin dejar de chupársela, sólo quería despojarme de
mi pantalón y mi bombachita, en cuanto lo hice me acomodé sobre esa hermosa
mujer de forma que pudiéramos comernos los sexos mutuamente, ella no se opuso,
se aferró a mis nalgas y en un abrir y cerrar de ojos ya me la estaba comiendo
con decisión. Ambas actuábamos por puro instinto, no teníamos experiencia en
sexo lésbico pero ella tenía mucha más experiencia que yo en el sexo, hablando
en términos generales, por lo que comencé a imitar sus movimientos, si ella me
succionaba el clítoris yo hacía lo mismo con el suyo, si me metía los dedos, yo
le metía los míos. Giramos sobre la cama como poseídas por un demonio
lujurioso. En mi cabeza resonaba constantemente la frase “estás cogiendo con tu
mamá” y mi corazón parecía estar a punto de estallar en mil pedazos.
No sé cuánto
tiempo estuvimos haciéndolo pero sé que fue menos de lo imaginado ya que el
tremendo morbo nos llevó rápidamente hacia el clímax. Mi vagina comenzó a
expulsar jugos que mi madre bebió con mucho gusto y pocos segundos después tuve
el enorme placer de recibir una descarga sexual suya en mi cara. Me parecía
increíble que ambas acabáramos de esa forma, pero se disfrutaba enormemente.
Intentando
relajarme me tendí boca arriba en la cama, me dolía el vientre por los espasmos
sexuales y estaba toda empapada de sudor y jugos vaginales.
-De esto ni
una palabra a nadie –me dijo mi madre sin moverse de su sitio.
-¿Te gustó?
–le pregunté como si no la hubiera escuchado.
-Más de lo que
te imaginás –noté que se movía en la cama y luego se acostó a mi lado,
mirándome a la cara- Nadia, ¿pensás que estoy loca? Por hacer todo esto…
-Puede que sí
lo estés… pero si vos estás loca entonces yo tengo la misma locura que vos.
-Me hiciste
sufrir mucho el sábado.
-¿Por qué?
-Porque no
dejabas de decir lo mal que estaba hacer esto.
-Sí mamá,
pero era lógico pensar eso. Es más, lo seguiría pensando de no haber disfrutado
tanto lo que vino después. Sabía que estaba mal pero me calentaba mucho. A veces
no digo lo que realmente siento –lo decía especialmente por mis reacciones ante
mi hermano- pero creeme que ya no lo veo de esa forma, volvería a jugar a ese
juego otra vez y lo disfrutaría desde el principio. Eso te lo aseguro. ¿Vos lo
jugarías otra vez?
-Puede que
sí, no te voy a negar que lo pensé varias veces durante estos días pero hay
algo que me asusta un poco.
-¿Qué cosa?
-No sé qué
pensarán los demás después de lo que pasó, porque con tu padre ni siquiera
hablamos del tema, sólo ese mismo sábado, cuando me pidió metérmela por atrás,
pero después de eso ya no supe lo que piensa al respecto, tampoco sé que
piensan Mayra y tu tío. Ni Eric.
-Bueno, Eric
piensa con la verga, si a él le das la oportunidad de meterla una vez más en
ese culito –acaricié una de sus nalgas- él va a acceder completamente.
-De todas
formas sería bueno que le preguntes.
-Si yo
averiguo lo que opinan todos ¿vos organizás otro encuentro de Strip Póker?
-Si todos
están de acuerdo sí, aunque haría algunos cambios en las reglas.
-¿Qué
cambios?
-Después te
cuento, primero tenés que asegurarte que todos quieran jugar.
Acordamos que
yo sería la que hablara con todos de forma individual, teniendo a mi madre de
mi lado me resultaba todo mucho más fácil, ya sabía que yo no era la única mentalmente
distorsionada, ahora dependía de mí que el juego se repita.
Fin del Capítulo 3
Continúa en el Capítulo 4
Comentarios