Permanecí de
pie frente a toda mi familia tal y como Dios me trajo al mundo, completamente
desnuda. Les di unos segundos para que pudieran admirarme, mi madre sonreía
pero a la vez evaluaba la situación, lo supe porque era la única que en lugar
de mirarme, miraba la cara de los demás. Mi primo Ariel dio un apretón a su
pene por encima de la tela del bóxer ¿qué fantasías locas recorrerían su
cabeza? Por lo que había aprendido de los hombres en estos últimos días, sabía
que muchos sólo pensaban en sexo al ver una mujer desnuda, aunque ésta fuera de
su propia familia, no sé a cuántos hombres en el mundo le ocurriría esto, pero
a muchos de los que yo conocía, si les pasaba.
Tomé asiento,
mi tía estaba mortificada, al estar directamente frente a mí podía ver claramente
todo, sus ojos no sólo se detenían en mi vaginita sino que también se
deslizaban un poco hacia mi izquierda para fijarse en el grotesco bulto de su
propio hijo. A la derecha de Analía se encontraba Eric, cuando ella reparó en
él apartó su mano por acto reflejo, como si hubiera tocado algo que no debía, a
pesar de estar lejos de aquello de lo que huía. Mi hermano también exhibía una
muy marcada erección. Por mi parte puedo decir que me sentía tremendamente
estimulada y excitada al hallarme una vez más desnuda frente a todos,
especialmente frente a aquellos que nunca habían admirado los rincones ocultos
de mi anatomía.
-Bueno,
¿seguimos? –preguntó mi papá con una naturalidad tal que mi tía lo quedó
mirando como si él se hubiera fugado de un manicomio.
-¿Piensan
seguir? –Preguntó ella- ¿y si Nadia pierde, cómo va a pagar?
-Ya veremos…
la próxima vez si podría ser dinero –dijo mi hermanita, supe que sólo estaba
ganando tiempo.
-Pero… pero…
¿se piensan quedar en bolas? –Analía estaba desorientada.
-Nadie dijo
eso –habló mi madre- para desnudarse hay que perder, si no querés hacerlo,
entonces más te vale que juegues bien.
-Yo sé jugar,
pero tengo mala suerte.
La verdad es
que había perdido varias manos a propósito, pero en la última, contra mi primo,
perdí de forma justa, ya que creí que me alzaría con la victoria y que él
debería despojarse de su remera y su bóxer. Para intranquilidad de mi tía, el
juego continuó y el resto de los participantes estaban muy animados, yo
inclusive. Había dejado de lado las diferencias que tenía con algunos de ellos,
mi padre me miraba poco, mi tío parecía haber sufrido un ataque de amnesia y me
observaba como si fuera la primera vez que me veía desnuda. La única reacción
leve de hostilidad que detecté fue en Mayra, cada vez que giraba mi cabeza
hacia mi derecha me encontraba con el ceño fruncido de la pequeña que mantenía
estoicamente su guerra muda en mi contra.
La ropa se
fue reduciendo para todos mientras las cartas eran repartidas y mezcladas una y
otra vez. Mayra llegó a quedar tan sólo en ropa interior, para el agrado de
muchos, mi papá tuvo que desvestirse hasta quedar tan sólo con su bóxer, mi tía
seguía siendo una jugadora cobarde pero por confiarse en un par de manos, tuvo
que quedarse en corpiño. Sus senos eran casi tan grandes como los míos o los de
mi mamá, pero no se traslucían ni un poco, además todavía conservaba su
pantalón.
La pequeña
Mayra salió victoriosa en una ronda en la que se enfrentó hasta el final a mi
hermano y a mi mamá. Impuso la pena máxima para Eric ya que él sólo tenía
puesto su bóxer, con Viki fue más piadosa y sólo le pidió que se despojara de
su corpiño. ¿Hace falta aclarar de qué forma miró Ariel las grandes tetas de su
tía? El muchacho estaba tan excitado que podía verse cómo gotitas de líquido
preseminal estaban humedeciendo la tela de su ropa interior. Cuando le llegó el
turno a Eric éste se puso de pie prácticamente en su lugar, sólo apartó un poco
la silla hacia atrás. Tomó un largo sorbo de lo que fuera que estaba tomando y
de un tirón se desnudó. Mi tía quedó anonadada al ver semejante verga aparecer
frente a sus ojos a tan poca distancia, abrió tanto la boca que podría
habérsela tragado completa, por suerte para ella Eric no estaba tan cerca.
-¡Apa, qué
animalito tenés ahí, nene! –exclamó la mujer sin salir de su asombro.
-Los nenes ya
crecieron hace rato –acotó mi madre sonriendo y admirando a sus anchas el duro
pene de su querido hijo, supuse que estaría fantaseando con él.
-¡Se nota!
Hay que reconocer que salió bien equipado.
-Es de
familia –aseguró mi primo para no quedarse atrás.
-De mí
familia –la aclaración vino por parte de mi padre quien sonreía orgulloso, ya
podía ver un leve asomo de erección entre sus piernas.
-Señora, por
su cara diría que es la primera vez que ve un chorizo de esos –me sorprendió
que mi tío Alberto hiciera bromas a costa de mi tía ya que ellos se conocían
poco.
-Ah no, no es
el primero que veo… ni el más grande… créame –ella era orgullosa, aunque toda
esta situación la pusiera nerviosa, no permitiría que nadie pase por encima de
ella, además aprovechó para dar un leve vistazo al bulto que sobresalía del
calzoncillo de Alberto- seré curiosa ¿cuál de todas las presentes le provocó
eso?
La pregunta
de Analía era sumamente maliciosa ya que casi todas las presentes teníamos
algún parentesco con ese viejo calvo y panzón. La única que no tenía ningún
vínculo sanguíneo con él era ella misma y aún conservaba buena parte de su
ropa. Si a mi tío se le había parado había sido producto de ver a sus
sobrinitas o a su propia hermana con poca o nada de ropa. Su pregunta fue tan
buena que sin saberlo aludió a todos los presentes. Eric y Ariel no podrían
explicar su erección sin hacer referencia a un familiar, a lo sumo Ariel
tendría el beneficio de que sólo éramos sus primas y que mi mamá era una tía
política y no había vínculo sanguíneo directo. Mi tío carburó y puso en marcha
su motor cerebral intentando encontrar una buena respuesta.
-Me atrapó
señora… usted tiene razón en algo. Sigue siendo la morocha más hermosa del
lugar, de sólo verla se me despierta el potrillo y le dan ganas de salir a
galopar. Procure no cruzarse en su camino porque no sé hasta dónde podrá usted
aguantar y sepa que soy un hombre que no se cansa al cabalgar. –Alberto aún conservaba parte de la sangre
del gaucho autóctono y le encantaba demostrarlo poniéndose a payar.
Mayra estalló
en risas, mi papá la siguió y luego todos nos reímos; nadie creyó en su
respuesta pero mi tía se ruborizó y sonrió como adolescente en su primera cita.
Le había gustado recibir ese cumplido tan cachondo y original por parte de mi
tío. Sin que nadie tuviera tiempo a decir más, fue el mismo Alberto quien
comenzó a repartir las cartas. Creo que muchos en la mesa esperaba que Eric y
yo perdiéramos una vez más, sólo para ver de qué forma pagaríamos, tal vez
hasta mi tía sentía curiosidad por esto, pero eso ya no puedo afirmarlo, de lo
que sí estaba segura es que la mujer miraba el pene de su sobrino con poco
disimulo cada vez que podía hacerlo, no la culpaba por eso, era inevitable no
mirar las partes privadas de todos al menos una vez, pero su fijación principal
era con el muchacho.
Las primeras
tres cartas de la mesa fueron muy buenas y daban la posibilidad de formar
juegos competitivos, pero había una sola cosa que estaba a mi favor, yo podía
formar un póker de ases, casi escupo el corazón de la emoción al ver esas
cartas y procuré que nadie pudiera espiarlas, para distraerme miré la
entrepierna de mi primo, algo dentro de su bóxer daba saltitos como si quisiera
escapar y si todo salía bien, yo le haría el favor. Una particularidad de Ariel
es que iba hasta el final sólo si tenía buenas cartas, mi tía hacía lo mismo
pero ella prefería que sean cartas inmejorables. Evalué la situación y todos
parecían entusiasmados por lo que habían recibido. Al dar vuelta las dos cartas
restantes Alberto y Erick abandonaron, pero todo el resto siguió en juego. Como
era de esperar, nadie pudo superar mi póker de ases, hasta me pareció escuchar
un leve insulto por parte de mi hermana, me apenaba que la chiquilla siguiera
tan enojada conmigo.
La que menos
tuvo que pagar fue Analía, pero al quitarse el pantalón lo hizo con una
vergüenza tal que hubiera jurado que no tenía bombacha, pero sí la tenía y allí
comprendí su actitud. La morena de amplias caderas tenía puesto lo que llamamos
comúnmente “hilo dental”, lo peor es que era amarillo y eso lo hacía resaltar
mucho. El triangulito apenas cubría su depilada intimidad, por un momento creí
que sus piernas estarían algo deformadas, pero no, sus prominentes curvas eran
lisas y bien definidas, más de uno de los presentes casi pierde los ojos al
verla, en especial los hombres, inclusive su propio hijo. Lo único que se me
hizo raro fue que el corpiño que llevaba no parecía encajar con la bombacha y
supuse que su idea original había sido salir sin sostén, pero como sus pezones
se habrán notado, se cubrió los pechos con el primer corpiño que encontró, algo
que yo misma había hecho muchas veces porque en ningún momento pensé que
tuviera que desnudarme frente a alguien.
-Pretende
usted matarme de un infarto, señora –dijo mi tío con una erección más fuerte
entre sus piernas.
-Todo esto me
da muchos nervios, ¿no les parece que podríamos dejarlo así? –preguntó ella
mientras se sentaba.
-¿Dejarlo
justo cuando se pone interesante? Ni loco –aseveró mi primo.
-¿Te parece
interesante ver a tu madre en calzones? –lo retó ella con el ceño fruncido.
-¿Quién hablo
de vos? Ya te vi sin ropa como mil veces cuando te vas a bañar –esto sonrojó a
mi tía- a la que quiero ver sin ropa es a la tía –le guiñó un ojo a mi madre y
ésta sonrió.
-Entonces
habrá que hacerle el favor al chico.
-Pero
Victoria…
-Tranquilizate
un poco Analía, esto es un juego… divertite, que no te va a hacer nada mal –le
dijo mi madre mientras se ponía de pie.
Ella estaba
tan cerca de Ariel que él pudo ver perfectamente los rugosos y carnosos labios
vaginales de mi madre, por lo libidinosa de su sonrisa imaginé que ya estaba
fantaseando con lamerlos… o incluso algo peor. Luego llegó su turno de desnudarse,
lo hizo rápido, sin preámbulos, como si estuviera deseando mostrarnos su
pajarito, el cual me dejó húmedamente sorprendida, no era muy largo, pero si
ancho. Doblé mis rodillas hacia adentro como apretando mi vagina y sentí un
leve cosquilleo. Él sonreía altanero y cuando se sentó me preguntó:
-¿Te gusta,
prima?
-He visto
mejores –respondí simulando poco entusiasmo- ¿Seguimos?
-No, todavía
falto yo –dijo Mayra con enojo, había olvidado por completo a la pequeña
muchachita y esto solo empeoraba mi situación con ella.
-Perdón.
-Decir perdón
a cada rato no cambia nada –la mayoría habrá pensado que su comentario aludía a
una típica discusión entre hermanas pero mi madre y yo sabíamos perfectamente a
qué se refería.
La hermosa
chiquilla se puso de pie y se quitó la bombacha con desgano, como si no le
afectara en absoluto que todos pudiéramos ver su depilada y pequeña conchita
rosada, pero luego de desnudarse hizo algo que le permitió a los presentes
admirar los rincones más ocultos de su anatomía.
-No dejen
toda la ropa tirada en cualquier parte, que estemos jugando no quiere decir que
tengamos que ser unos mugrientos.
Al decir eso
se inclinó hacia adelante mostrándonos sus nalgas, éstas se abrieron y nos
permitieron ver el agujerito que se asomaba entre sus tiernos labios vaginales
y un culito muy apretadito. Comenzó a recoger la ropa que estaba tirada en el
piso, prenda por prenda. No sé cómo hizo mi primo para contenerse, pero él miró
a Mayra con unas ganas tremendas de penetrarla, lo puedo deducir por la forma
en que agarró su pene haciendo bajar y subir su prepucio lentamente. Mi hermana
era inteligente, estaba llamando la atención a su manera, pero yo tampoco era
tan estúpida, sabía muy bien que si la ayudaba a recoger la ropa ella lo
tomaría como una competencia directa, por lo que decidí quedarme en mi sitio.
Mi mamá y mi tía fueron las únicas que la ayudaron a juntar todo y a dejarlo
apilado en un sillón.
Retomamos el
juego y tuvimos una ronda de lo más interesante. Llegué a quedar mano a mano contra
mi tía, luego de que todos abandonaran. En la mesa se podían ver tres 10 y por
el entusiasmo de mi tía deduje ella tendría otro, tal vez la pobre ingenua
creyó que con eso formaría póker de 10, pero no recordaba que debía utilizar si
o si las dos cartas que tenía en la mano, es decir, su segunda carta anularía
dicho póker. En cambio yo tenía dos Q. Las reinas eran una de las cartas más
altas de la baraja y con ellas podía formar un buen full, utilizando los 10 sobre
la mesa, por lo que decidí doblar la apuesta, para desnudar a mi tía de una vez
por toda.
Mi sorpresa
fue enorme cuando ella mostró sus cartas, las cuales me llevaron a una derrota
apabullante, maldije el haber tomado tanto vino espumante, ya que éste estaba
nublando mi capacidad para deducir, o tal vez se debió a mi entusiasmo por
ganar lo que me impidió evaluar la situación a fondo. Tal como lo predije ella
tenía otro 10 en su mano pero acompañando a éste, tenía una K, esta carta
sumada a otra igual sobre la mesa formaba un full de 10 y K, el cual aniquilaba
mi juego. El 10 en su mano sólo descartaba uno de los que había en la mesa,
pero no le impedía formar una gran combinación. Ella se rio de mí, la mujer era
competitiva y siempre creía tener la razón, esto era una inyección a su ego,
pero lo que mi tía no sabía es que, en este caso, la victoria podía ser mucho
peor que la derrota.
-Está bien
–dije aceptando mi mala suerte- ¿qué tengo que hacer para pagar? Acordate que
doblé la apuesta, así que tiene que ser algo fuerte –sonreí con una malicia
que, por milagro, hasta hizo sonreír a Mayra, ella supo cuál fue mi intención.
-No sé… ¿no
habíamos dicho que pagarías con dinero?
-Lamentablemente
no tengo más dinero que el que me dan mis padres… lo cual ahora mismo es cero.
Me lo gasté todo –era mentira, tenía unos pequeños ahorros guardados y mi madre
lo sabía, pero decidió no exponerme.
-¿Entonces
qué hago? –mi tía miró a su alrededor intentando encontrar un aliado.
-Podrías
imponerle algún desafío –sugirió mi madre- algo que la haga avergonzar, se lo
merece, por haber doblado la apuesta.
-¿Avergonzar…
de qué forma?
-Ay Analía,
no sé –mi madre simuló estar perdiendo la paciencia con ella- ponete creativa,
pensá algo.
Esto me
fascinaba, no había pensado en que mi tía podría llegar a ser la encargada de
imponer el primer desafío de la noche y ella desconocía nuestras intenciones
con este juego.
-No se me
ocurre nada ¿Ustedes ya jugaron antes a esto? –esa pregunta cayó como una bomba
en el centro de la mesa, la única que se atrevió a responder fue la más
pequeña.
-Sí, ya lo
jugamos –Mayra fría y directa.
-¿Y qué
hacían en estos casos? ¿Qué tipo de desafíos usaban?
-No sería
justo que te lo dijéramos porque es parte del juego inventarlos –aseguró la chiquita,
vi que mi padre sonreía orgulloso de la niña tan inteligente que tenía como
hija- pero te voy a dar una pista, los desafíos suelen ser vergonzosos en
carácter sexual.
-Ah bueno,
este juego sí que me gusta –dijo mi primo riéndose por la emoción- ¿cómo no me
invitaron antes a jugar?
-Yo no voy a
hacer eso.
-Vamos
Analía, no seas tan amarga –me sorprendió que mi padre le hablara de esa forma
a su hermana- siempre fuiste muy liberal con respecto a lo sexual; disculpen lo
que voy a decir, pero cuando ella estaba embarazada nos pasamos más de dos
meses buscando al padre de Ariel… y no fue porque el tipo se escondiera, sino
porque no sabíamos cuál de todos podía ser –mi primo asintió ya que seguramente
conocía esa historia, para mí era toda una revelación.
-Sí, recuerdo
el lío que se armó –continuó mi madre- llegué a contar más de diez candidatos…
todos con pocos días de diferencia. Si hoy se escandalizan de que una chica sea
algo promiscua, imagínense lo que habrá sido hace veinte años… pero fuimos
considerados con Analía y mantuvimos todo el asunto en el mayor de los
secretos; para que sus padres no se enteraran.
-Pero Ariel
es rubio ¿no era más fácil buscar solamente a los rubios que estuvieron con la
tía? –preguntó mi hermano creyendo que su planteo era inteligente, pero mi
hermana se dio una fuerte palmada en la frente indicándole contrario.
-Sos pelotudo
Eric –le dijo- el chico no había nacido ¿cómo iban a saber si era rubio?
-Ah… tenés
razón –todos nos reímos a costa suya- ¿y cómo supieron quién era el padre?
-Tuvimos que
analizarlo bien con el pediatra para calcular el día exacto en el que quedé
embarazada –dijo mi tía avergonzada.
-Lo cual no
resolvió nada –agregó mi papá- sólo redujo la lista a cuatro hombres.
-¿Cuatro?
Señora, usted habrá pasado unos días muy divertidos en sus tiempos –dijo mi tío
sorprendido- que pena me da no haberla conocido en aquellos días.
-En ese
entonces era joven y cometía muchas locuras.
-¿Los cuatro
al mismo tiempo tía? –esta vez debía darle crédito a mi hermano, hizo la
pregunta que yo estuve a punto de hacer.
-No quiero
hablar de eso –agachó la cabeza.
-Entonces ya
sé cuál desafío te voy a poner cuando pierdas –aseguró Mayra.
-Para eso
tengo que perder al menos tres veces más.
-Entonces más
te vale que juegues bien –la malicia de mi hermanita era aterradora y
enternecedora a la vez, algo que sólo ella podía lograr- ahora ponele el
desafío a Nadia antes de que nos quedemos dormidos… ah y no le hagas confesar
nada porque ya todos sabemos de las andanzas de la putita esta –me señaló con
la cabeza.
No pude
determinar si lo de “putita” lo dijo en broma o con la intención de herirme,
esta chica hablaba poco pero sabía elegir muy bien sus palabras. Me lo tomé con
calma y me limité a sonreír mientras mi tía estaba siendo agobiada por las
dudas. Tenía a siete miembros de su familia desnudos o semidesnudos a la
expectativa, mirándola fijamente. Cuando todos creímos que la mujer se iba a
acobardar, ésta se puso de pie y se acercó a mi madre. Le dijo algo al oído,
Viki asintió con la cabeza y luego ella también se paró, juntas se dirigieron
hacia el pasillo donde estaban las habitaciones. La intriga de los jugadores
aumentó, especialmente la mía, ya que todo esto tenía que ver con el castigo
que debía cumplir y no tenía idea de lo que pudiera estar tramando Analía.
Las dos
mujeres regresaron, mi madre marchaba altanera en toda su desnudez brindándonos
una vista muy erótica y sensual, mi tía traía consigo un pote de lubricante, al
que yo conocía muy bien, y un objeto de plástico color piel, no tuve que
observarlo mucho para darme cuenta de que era lo se conoce como consolador.
-¿De dónde
salió eso? –pregunté.
-Lo tenía
guardado –respondió mi madre- y tu tía me lo pidió.
-¿Y cómo
sabía la tía que vos tenías eso guardado?
-Porque yo se
lo regalé –respondió Analía.
-Sí, fue un
regalo de cumpleaños, pero no he podido darle mucho uso… gracias a tu padre,
nunca lo necesité –mi papá sonrió orgulloso- no te ofendas Analía, aprecio tu
regalo pero es la verdad.
-Al contrario
Victoria, que me digas que no lo necesitas es la mejor noticia que podías
darme, eso quiere decir que mi hermano te atiende muy bien.
-Más que bien
–agregó mi mamá.
-Bueno,
ustedes me pidieron que me ponga picante con el desafío. Mi idea era pedirle a
Nadia que use esto de la forma tradicional…
-Eso sería un
tanto aburrido –dijo mi hermana.
-Por lo visto
sí lo sería… para ustedes. No entiendo hasta qué punto se permite llegar con
estos susodichos desafíos… pero tampoco soy una vieja sonsa… para mí bastaba
con la forma tradicional, pero vos hiciste un comentario hace un rato sobre tu
cola… así que veremos qué tan capacitada estás para eso –colocó el consolador y
el lubricante sobre la mesa.
-Así me gusta
más –Mayra parecía estar divirtiéndose a costa mía- que buena idea tía… y yo
que pensaba que vos nos ibas a arruinar el juego.
-Me estoy
esforzando mucho por no hacerlo, convengamos que a mí todo esto me parece
demasiado.
-Que te
parezca lo que quieras… lo importante es seguir jugando –la pequeña estaba tan
decidida como lo había estado yo en el pasado.
-Está bien
–Analía rezongó- ¿lo vas a hacer en el baño o en tu cuarto? –me preguntó
empujando el pene de juguete hacia mí.
-¡Hey no! Eso
no vale –para mi sorpresa la queja vino por parte de Ariel, quien nunca había
jugado a este juego- yo quiero ver cómo lo hace.
-Tiene razón
–dijo mi mamá- la idea del juego y de los desafío es avergonzar al otro… si
Nadia lo hace sola en su cuarto no sólo nadie puede comprobar que lo hizo, sino
que tampoco se sentiría avergonzada… al fin y al cabo todos nos tocamos cuando
nadie nos ve –la lógica de mi madre era directa pero precisa.
-Entonces…
¿lo va a hacer delante de todos? –los ojos de mi tía se abrieron tanto que
parecía una lechuza.
-No dije eso…
-aclaró mi madre- ella puede negarse a hacerlo… pero estaría perdiendo el juego
y debería irse. ¿Lo vas a hacer, Nadia?
-Claro que
sí, no voy a perder el juego al primer desafío… -con esto marcábamos las reglas
a mi tía, para que ella tuviera verdadera consciencia de las mismas- Eric,
ayudame con ese sillón.
Junto con mi
hermano arrastramos uno de los sillones individuales de la sala para dejarlo
cerca de la mesa, justo detrás de Viki y de frente a mi tío Alberto. Recliné un
poco el respaldar del sillón hacia atrás para que fuera más cómodo. Eric volvió
a su lugar y yo comencé a untar el frío líquido lubricante entre mis nalgas,
era cierto, sí me daba un poco de vergüenza, pero más que nada por mi primo, él
me miraba como si yo fuera su futura víctima para un crimen sexual. Aparté
cualquier pensamiento desalentador de mi mente y me concentré en lo que mi
madre había dicho, debía demostrarle a los demás que estaba dispuesta a
sentirme bien y a disfrutar de este juego tanto como me fuera posible.
Me coloqué de
rodillas sobre el sillón apuntando mi cola hacia el público, es seguro que
podían ver no sólo el huequito de mi cola sino también el de mi vagina, que
debía mostrarse un poquito más abierto. Giré mi cabeza sobre mi hombro derecho
y miré a mi tía, ella estaba realmente sorprendida por mi actitud. Apunté el
consolador hacia mi culito y presioné. El esfuerzo fue en vano, no logré que
entrara ni un poquito, todos aguardaban en silencio, expectantes… y yo no podía
hacer lo que me proponía y sabía cuál era la razón, estaba nerviosa. Mi ano se
contraía impidiendo la entrada de cualquier objeto ya que no me sentía cómoda
al ser la única que actuaba de esa manera mientras el resto se limitaba a
mirarme, así hubiera hecho otras cosas mucho peores frente a mi familia, lo
hice porque los vi a ellos actuando de la misma forma, pero esta vez me tocaba
a mí romper el hielo… y de qué forma.
-¿Alguno me
puede dar una manito? Así no puedo –no sé por qué, pero al hacer esa pregunta
recordé repentinamente que le estaba pidiendo a mi familia un voluntario para
penetrarme analmente.
-Yo te ayudo
–dijo Eric poniéndose de pie.
-No, vos me
va a lastimar, tiene que ser una mujer… alguien que entienda lo que se siente.
-Te ayudo yo
–dijo mi mamá, Eric se quejó pero ella lo mandó a sentarse otra vez. Viki se
acercó a mí y tomó el consolador con una mano -¿Te pasa algo Nadia? –me susurró
al oído.
-Estoy algo
nerviosa… a la tía no le gusta nada todo esto… y Ariel me mira raro…
-Tu hermano
te mira de la misma forma –mientras hablaba frotaba la punta del consolador
contra mi cola- la última vez vos fuiste la que protestó hasta el cansancio…
como está haciendo Analía ¿pensás hacer lo mismo otra vez?
-No, te
prometo que no… es sólo que…
-¿Qué?
-Que me falta
algún estímulo… algo que me haga animarme a más… algo que me lleve a hacer
locuras sin pensar en las consecuencias… y sola no puedo. Además sigo pensando
que Mayra me odia… eso también me pone mal.
Seguramente
todos en la mesa observaban la escena sin entender nada, fijándose más que nada
en mi culito, que se negaba a recibir ese pene de juguete.
-Mayra,
¿podés venir un momentito? –preguntó mi madre levantando la voz.
No escuché
ninguna respuesta pero con sólo mirar de reojo pude ver que mi hermanita se
acercó hasta nosotras son chistar, permanecí con las piernas separadas y la
cola levantada mientras abrazaba el respaldar del sillón, Mayra se colocó
frente a mi madre, procurando no obstruir la vista.
-Tu hermanita
necesita algo de ayuda –le dijo Viki- ¿estarías dispuesta a darle una mano?
Quedarías exenta de pagar la próxima vez que pierdas.
-Está bien
–supe que al aplicar las reglas del juego había logrado convencer a la pequeña-
¿qué tengo que hacer?
-Lo que
quieras… sólo tenés que ayudarla a estimularse un poquito… es muy difícil meter
algo por atrás si la parte de adelante no se siente lo suficientemente
estimulada.
En ese
momento sentí una mano rozando mi vagina con tanta delicadeza que sentí el
primer rayito de verdadera excitación física desde que me la había metido mi
hermano en la cocina. Giré la cabeza para encontrarme con los ojazos de Mayra
mirándome fijamente, no pude leer nada en ellos. Sus pequeños deditos
recorrieron mi sexo con toda la intención de calentarme, iban a esos puntos más
sensibles de la anatomía femenina sin dudarlo ni por un segundo. Detrás de mi
hermana estaba Ariel, con la pija en la mano, masturbándose lentamente. Eric
hacía lo mismo a su lado y los ojos de mi tía parecían no creer lo que veían,
iban desde la escena entre madre e hijas en el sillón hasta la verga de su
sobrino, una y otra vez. Mientras Mayra me masturbaba, ya haciéndolo
plenamente, metiendo y sacando dos dedos de mi conchita, noté que las inquietas
manos de mi tía se movían, una se posó con disimulo en su entrepierna,
hundiendo un poco su transparente ropa interior justo en la zona de su
clítoris, la otra mano parecía tener mente propia, se estaba acercando
lentamente hacia la verga de Eric, no como si quisiera agarrarla, sino como si
intentara rozarla casualmente con el dorso. Sus ojos estaban fijos en el falo
de mi hermano, quien ni siquiera miraba a su tía y no dejaba de subir y bajar
su prepucio con descaro. Esto era justamente lo que necesitaba, sentía que el
monstruo sexual que dormía en mi interior, se estaba despertando. Mi hermana se
veía obligada a ayudarme ya que ella no solía ir en contra de su madre y no
importaba si la chica me odiaba, sus dedos estaban haciendo un trabajo
estupendo entrando en mi conchita y moviéndose para todos lados en mi interior.
Miré a Viki, ella aguardaba acariciando mi ano con la punta del consolador,
asentí con la cabeza indicándole que ya podía seguir adelante. Ella no me hizo
esperar, de inmediato sentí la presión, era muy similar a recibir el pene de mi
hermano adentro así que sabía que podía soportarlo. Una sonrisa se dibujó en mi
rostro al imaginar qué pensaría mi tía si supiera que mi hermano y mi tío
fueron los que me dieron por atrás. Mientras mi mente divagaba sentía ese pene
de juguete entrando más y más, mi esfínter ya estaba relajado, giré la cabeza
hacia el otro lado y una vez más me crucé con los ojos de mi hermanita que me
miraban fijamente, esta vez me pareció notar un gesto de respeto hacia mí en su
rostro, le sonreí e inmediatamente ella aceleró el rimo con el cual frotaba mi
clítoris con la punta de sus dedos. Mi mamá fue sumamente cuidadosa, mientras
más me clavaba más placer sentía y en ningún momento me dolió, hizo retroceder
y avanzar el consolador varias veces.
-¿Tiene que
entrar todo? –preguntó mi primo cortando el silencio que acompañaba a mis
jadeos.
-Sí, todo –le
respondió mi hermano.
Me apresuré a
ver qué pasaba con él, seguía pajeándose sin disimulo y dos deditos en la base
de la entrepierna de mi tía presionaban con fuerza y se movían lentamente en
círculos, la muy puta estaba excitada, lo que más llamó mi atención fue su mano
derecha, la cual estaba posada sobre la pierna de Eric a tan solo un par de
centímetros de su verga. Un dolor agudo e inesperado me hizo chillar de dolor y
cerrar los ojos.
-¿Te duele,
Nadia? –preguntó mi madre deteniendo la penetración anal.
-Un poquito,
pero no importa –de nuevo ese mismo dolor agudo localizado en una parte muy
sensible de mi anatomía- podés seguir sin miedo –le aseguré.
El dolor no
me lo estaba causando el consolador, sino los dedos de Mayra, al presionar con
fuerza mi clítoris, la pequeña estaba recordándome que aún mantenía la bandera
de guerra bien levantada. La miré con el ceño fruncido y una vez más me hizo
chillar de dolor, en sus ojos centelleaba la furia.
-Ya falta
poquito –dijo mi mamá haciendo retroceder el dildo y volviendo a enterrarlo
entero de una sola vez, el placer que sentí fue inmenso pero quedó un poco
disipado por un nuevo apretón contra mi clítoris –bueno, con eso es suficiente
–Viki tiró del consolador y lo sacó de mi cola, por la forma abrupta en la que
puso final a la prueba imaginé que ella también notó el jueguito de Mayra.
-Eso fue
increíble –dijo mi primo- mirá cómo le quedó…
Seguramente
estaba mirando mi ano dilatado, una imagen demasiado fuerte como para
compartirla con mi familia, hasta llegué a sentirme una puta cochina, pero
tampoco debía preocuparme por eso, ya todos sabían que yo era una puta,
ocultarlo sólo empeoraría mi situación. Debía actuar con naturalidad, no
decaer, estar por encima de ellos y mantener mi estado de ánimo de la mejor
forma posible. Di media vuelta y les sonreí. Mi tía ya había alejado su mano
curiosa de la pierna de Eric y nos miraba a todos con enorme desaprobación, en
cambio el resto sonreía de la misma forma en la que yo lo hacía, hasta Mayra se
mostraba simpática, como si fuera la bella asistente de un mago.
-A mí me
pareció demasiado –se quejó mi tía.
- Analía, la
que propuso la prueba fuiste vos –le reprochó mi papá.
-Pero no
pensé que tuviera que hacerlo frente a todos… de esa forma.
-Es la gracia
del juego, tía –le dijo Mayra- humillar a los que pierden.
-¿Pero a qué
costo?
-Al que esté
dispuesto a aceptar la persona que recibe el desafío –esta vez habló mi mamá-
no es un juego para miedosos, al que no le gusta… se puede retirar.
-A mí no me
gusta, me parece demasiado –la mujer continuaba con la misma actitud, a pesar
de que momentos atrás intentó mostrarse como una mujer superada y de mente
abierta.
-Tía, yo
pensaba igual que vos la primera vez que jugué a esto, me quejé todo el tiempo
–le comenté- pero después me di cuenta de que mi mamá tiene razón, al que no le
gusta el juego, se puede retirar. Así de simple. ¿Qué hacés, te quedás a jugar
una ronda más? Puede que los próximos desafíos no sean como éste… -en eso tenía
razón, pero en el sentido contrario al que ella imaginaba.
-Está bien…
juguemos una más –no le gustaba tener que ceder pero tampoco tenía muchas
opciones.
Pasé
caminando por al lado de mi primo, él me miraba anonadado, como si yo fuera una
sirena emergiendo del mar, caminé de forma altanera y mi hermana desfiló detrás
de mí, acaparando buena cantidad de miradas. El dolor de mi zona genital ya se
había esfumado por completo y sólo quedaba la placentera sensación anal que me
había otorgado el dildo y el inmenso morbo que palpitaba en mi pecho. Sentía
como si estuviera jugando a esto por primera vez, ya que ahora mi actitud era
completamente diferente. Estaba dispuesta a todo y lo iba a demostrar.
Mientras
jugábamos me fijé en la entrepierna de mi tía, la cual estaba completamente
mojada, no podía culparla, yo había pasado por lo mismo. Recordaba ese cruce de
sentimientos, el saber que todo lo que hacíamos estaba mal, pero a la vez
encontrarlo extrañamente excitante. Carta para aquí, carta para allá y el juego
se puso tenso, todos pensaban en ganar… o tal vez en perder, ya que algunos
desafíos, a pesar de ser humillantes, podían ser muy excitantes. Mi papá se
mantuvo en juego hasta la última fase sólo por estar distraído,
sorpresivamente, se alzó con la victoria derrotando a su hermana, a su sobrino
y a su esposa. Analía tuvo que pagar su deuda quitándose la última prenda de
vestir, lo hizo rápido y sin gracia, pero mi tío Alberto la aplaudió y luego
dijo “Qué hermosa perla trae esa almeja” refiriéndose al abultado clítoris de
mi tía, a lo que ella contestó “Se ve mejor cuando se abre, pero no es tan
fácil abrirla, se requiere habilidad” allí supe que entre esos dos había algo
especial, como si estuviéramos en una reunión de amigos y uno intentara ligar
con otro. Esto dio tiempo a mi padre a pensar en el desafío, no tuvo que
devanarse mucho los sesos, le bastó con ver la rigidez del miembro de Ariel y
la forma en la que éste miraba a su tía, sospechando que algo bueno venía.
-Viki, creo
que tu sobrino necesita algo de atención –le dijo con naturalidad- ¿por qué no
le enseñás lo que esa boquita puede hacer? –le guiñó un ojo y todos
comprendimos a qué se refería.
-Pepe ¿no
será mucho? –una vez más mi tía provocó varios seños fruncidos- es la tía y…
-Tía política
–le recordó mi padre- no hay ningún vínculo sanguíneo entre ellos… no empieces
a ser la amargada de siempre, Analía –mi papá podía ser muy cortante si se lo
proponía.
-No soy
amargada, es sólo que…
Se quedó muda
cuando vio a mi madre arrodillándose debajo de la mesa y sin perder tiempo le
daba una larga lamida al tronco de Ariel, él volvió a abrir sus ojos al máximo
evidenciando que nunca había imaginado que esa noche su bella tía Victoria le
chuparía la verga.
-Cronometrá
ocho minutos, Nada –me ordenó mi padre- a ver si el pendejo puede aguantar
tanto.
-Sí que
aguanto –lo desafió él.
-Si no
aguantás, te doy el desafío por perdido y vas a tener que hacer otra cosa.
Mi madre fue
suave con el muchacho, supe de inmediato que su idea no era hacerlo acabar ya
que sus besos, lamidas y chupones eran suaves y sensuales, como si se tratara
de una actriz de cine porno. Si ella hubiera querido llevar a mi primo al
límite, lo hubiera logrado en menos de cinco minutos, de eso estoy segura ya
que el chico tenía una calentura que le hacía hervir los huevos. Me causaba
mucha gracia la expresión en el rostro de mi tía al ver con sus propios ojos
como le hacían un pete a su querido hijito, supuse que lo que más le
impresionaba era la forma en la que mi mamá se estaba tragando esa verga, si
bien mantenía un ritmo lento, la hundía completa dentro de su boca e iniciaba
un movimiento constante. Los ojos de Ariel giraban hacia todas partes, a veces
se fijaban en la boca y en las tetas de Viki, otras veces viajaban hasta las
mías o se perdían en mi entrepierna, yo permití que mirara a gusto,
separándolas un poco. Intentaba mirar a mi hermana pero esta vez era yo quien
cubría casi toda su visión, luego saltaban hasta la anotomía de su propia
madre, me pregunté qué estaría pensando cuando veía esa concha de labios
gruesos que brillaban por la acumulación de jugos. Estaba segura de que mi
madre disfrutaba mucho el cumplir con ese desafío, había mirado con deseo la
verga de su sobrino en más de una ocasión y ahora tenía la excusa perfecta para
chuparla a gusto delante de todos sin que nadie pudiera quejarse… bueno, casi
nadie:
-Esto es muy
fuerte para mí… ya no estamos hablando de sexo, lo estamos haciendo.
Ni siquiera
tuve que voltear la cabeza para saber que la voz provino de mi tía pero de
todas formas la miré, estaba sentada algo más lejos de la mesa, como si
quisiera huir de nosotros, pero sus manos estaban inquietas, una acariciaba su
muslo derecho y la otra rascaba disimuladamente su pezón izquierdo, además
tenía las piernas bastante separadas, tanto que las rodillas casi tocaban a mi
papá, por un lado, y a Eric por el otro. Nadie le respondió y Viki no detuvo su
sensual felación.
-No es más
que una chupadita, señora –le dijo mi tío- ¿me va a decir que nunca hizo una?
-No dije eso…
pero nunca hice una delante de mi familia…
-Mentira
–intervino mi padre mientras mi madre subía y bajaba la cabeza a un ritmo casi
hipnótico- yo te vi al menos tres veces haciéndolo… y ninguna de las tres fue
con el mismo tipo.
-¿Acaso me
andabas espiando? –la furia en la voz de mi tía se incrementaba con cada
palabra que decía.
-¿Espiando?
No, para nada… ¿me vas a decir que aquella vez que se la chupaste a ese amigo
de papá… no me acuerdo el nombre… creo que era Aníbal… no te diste cuenta que
yo estaba ahí? Hasta Victoria te vio…
-Eso no
cuenta, yo era muy chica para ese entonces…
-Tenías la
misma edad que tiene Ariel ahora –controlé el cronómetro, mi madre podía seguir
chupando esa verga a gusto durante tres minutos más- provocaste al tipo hasta
que no aguantó y apenas papá y mamá se fueron a dormir se la chupaste en el
living, Viki y yo estábamos a los besos en porche de entrada y vos lo sabías,
es más… vos nos veías claramente, así como nosotros te veíamos a vos… y ahora
te venís a hacer la pudorosa porque le están haciendo un pete a tu hijo… por un
juego –Ariel sonrió como si le estuviera diciendo a mi padre que él era su
nuevo ídolo... o tal vez disfrutaba saber que su madre no era una mujer
correcta y que pudieran desautorizarla fácilmente.
La mamada
terminó al mismo instante en el que sonó la alarma del cronómetro, mi primo se
quejó y le pidió a su tía que siguiera durante un rato más pero ella, secándose
la boca con una servilleta de papel, le dijo que iba en contra de las reglas
del juego, me reí porque sabía que esas reglas podían ser sumamente flexibles
en ciertas ocasiones, pero ella se estaba mostrando rígida con él.
-Ya no quiero
seguir jugando a esto –volvió a quejarse mi tía- Ariel, vestite y vamos a casa.
-¡No! –Se
quejó el muchacho- si querés andate vos, yo de acá no me voy ni loco.
-Loco es lo
que están haciendo…
- Analía
–intervino mi madre- no te olvides que nadie está obligando a nadie a jugar,
cualquiera es libre de retirarse en el momento que le plazca, si vos querés
irte, podés hacerlo… pero Ariel es mayorcito y ya puede tomar decisiones por su
cuenta. Ni siquiera yo puedo prohibirle a Mayra que juegue –la pequeña sonrió
con ternura- a pesar de que ella es la más chiquita de todos, confío en su
criterio.
-No te
ofendas Victoria, pero la única persona que tiene autoridad sobre mi hijo, soy
yo y si yo…
-Me estás
cansando, hermana –le dijo mi padre con vos grave- no me importa lo que tengas
para decir, o te vas o te quedás… elegí ahora –supe que mi padre, a pesar de
ser un hombre callado y bondadoso, tenía un carácter especial cuando se trataba
de su hermana. ¡Eric! Repartí las cartas… si ella no quiere seguir jugando, que
las deje arriba de la mesa y que se vaya.
No supe si mi
padre mencionó a Eric a propósito o si sólo fue porque era la persona que tenía
frente a él, pero esto hizo que mi tía girara una vez más la vista hacia el
rígido pene de su sobrino, esto la hizo titubear. Cuando las cartas estuvieron
sobre la mesa, ella las tomó y continuó jugando en silencio, dando pequeños
sorbos a lo que tenía dentro del vaso. Recordé que la primera vez que jugué a
esto, al principio me avergonzaba mucho el estar completamente desnuda frente a
mi familia; pero en el caso de mi tía, esto no parecía ser importante. Estaba
sentada de forma relajada, con las piernas abiertas, enseñándonos su (muy)
húmeda intimidad, casi como si quisiera que la miraran.
La ronda la
ganó mi primo Ariel y estoy casi segura de que lo hizo sólo para demostrarnos
que su derrota en la partida anterior había sido un mero infortunio; él era tan
competitivo como mi madre.
-¿De qué
forma puedo castigarlos? –preguntó mirando a los únicos dos jugadores que
habían permanecido con las cartas en la mano hasta el final y habían sido
derrotados: mi papá y mi hermana- Podría darles castigos por separado, pero
sería más interesante si lo hacen juntos –mi madre y yo sonreímos al unísono;
el chico comprendía las intenciones de este juego- si yo dijera que Mayra se la
tiene que chupar a su papá estaría siendo un machista, porque dirían que
siempre son las mujeres las que tienen que hacerlo…
-Diría que
sos un degenerado –lo reprimió su madre- ¿cómo le vas a pedir algo así? Es la
hija…
-Es un juego
–le recordó mi madre- ¿cuántas veces tenemos que explicártelo?
-¿Y cuántas
veces tengo que decirles que esto me parece demencial?
-Se te
ofreció más de una vez la oportunidad de retirarte, tía. Nos estás cansando a
todos –dijo Mayra con su natural severidad- si te jode mucho, andate de una
vez, yo quiero seguir jugando y voy a hacer lo que tenga que hacer.
-¿De verdad?
–Preguntó Ariel abriendo mucho los ojos, noté que su pene dio un leve saltito-
de todas formas vos no tendrías que hacer nada –simuló estar relajado pero yo
podía adivinar la ansiedad que llevaba dentro- para no quedar como un machista
digo que tiene que ser el tío Pepe el que te la… chupe… a vos –tartamudeó un
poco al final, inseguro de sus propias palabras.
-Por mí está
bien –dijo Mayra poniéndose de pie, demostrando que ya no era una niña.
Caminó con
paso firme hasta el sillón en el que yo tuve que cumplir con el desafío anal y
se sentó. Separó mucho las piernas y las colocó sobre el apoyabrazos
mostrándonos cómo su húmeda y pequeña rajita sonrosada se abría como los
pétalos de una flor en primavera, el dulce néctar que manaba de ella hizo agua
la boca a más de uno en la mesa; hasta yo me sentí cálidamente atraída por la
escena. La pequeña de grandes y expresivos ojos era una princesita sexual que
esperaba que un gran ogro profanara su intimidad.
-Pepe, decime
que no vas a hacer semejante cosa… -mi tía se puso aún más nerviosa cuando vio
a su hermano ponerse de pie; sin embargo ella dedicó un par de largos segundos
a admirar el falo oscuro y erecto que portaba ese hombre entre las piernas.
-Ya te lo
dijimos, Analía. Es un juego. Si decís una palabra más me vas a hacer enojar… y
vos no querés verme enojado –me dio la impresión de que esa era una amenaza
recurrente, posiblemente él le decía esas palabras desde que eran pequeños.
La espalda de
mi padre eclipsó mi panorama cuando se colocó de pie frente a su hija menor. Me
sorprendió ver la angulosa forma de los músculos de sus glúteos, tomé un sorbo
de mi vaso para poder digerir mejor la calentura que me envolvió, mi mente me
jugó una mala pasada y me hizo imaginarme envuelta en esos fuertes brazos, con
una firme boca marcando mi cuello y embestidas poderosas y varoniles que se
perdían dentro de mí. Sin darme cuenta separé mi pierna izquierda de la derecha
y con la rodilla choqué el muslo de mi primo Ariel, él volteó inmediatamente y
clavó la mirada en mi vagina, la cual parecía estar pidiendo atención
masculina. Él acarició suavemente mi pierna, mi primera reacción fue apartarme
pero luego recordé que todo esto era parte del juego que yo quería jugar, dejé
que sus dedos indiscretos treparan por la cara interna de mi muslo. Hicimos
contacto visual y le dediqué una simpática sonrisa, casi impropia de mí.
Mayra parecía
una diva, sentada de forma tan relajada en el sillón frente a todos nosotros,
mi padre ya había ocupado su lugar arrodillándose frente a ella. Supuse que la
prueba duraría los ocho minutos previamente establecidos, por lo que programé
el cronómetro con ese tiempo mientras Ariel continuaba acariciándome con
disimulo al mismo tiempo en que intentaba mirar la escena que transcurría a su
izquierda. Mi hermana me miró fijamente y pude notar mucho desprecio hacia mí
en su ceño fruncido pero en cuanto mi padre levantó la cabeza para mirarla,
ella le sonrió con dulzura, volviendo a transformarse en la chiquilla tímida
que siempre creí que era.
Mi tía Analía
quedó boquiabierta en cuanto vio que su hermano no dudaba ni un segundo en
lanzarse de boca contra la almejita de su hija; Mayra ladeó la cabeza y
entrecerró los ojos al recibir el primer contacto con esa lengua experta. Desde
mi posición pude ver como los labios externos de su vagina parecían hincharse
para dar lugar al hombre que exploraba por vez primera uno de los puntos más
íntimos de su anatomía. Los húmedos chasquidos llegaron hasta mis oídos junto
con los primeros suspiros de Mayra, por un momento sentí envidia de ella;
quería ser yo quien ocupara su lugar. Para apartarme un poco de las enfáticas
lamidas que le brindaba mi padre miré a mi tía; ella continuaba con la boca
abierta como si no pudiera creer que eso estaba ocurriendo realmente. De
repente sentí un intenso cosquilleo a pocos milímetros de mi vagina, mi primo
tenía el brazo estirado hacia atrás e intentaba tocarme sin mirar, como si esto
lo eximiera de un castigo. No tenía tiempo para jueguitos estúpidos, los
gemidos de mi hermana se estaban tornando tortuosamente intensos y cada vez que
la miraba ella se encargaba de mostrarme lo mucho que disfrutaba de la comida
de concha que le estaba dando su querido padre; sobaba sus pechos utilizando
ambas manos, arqueaba su espalda elevando su plano vientre y sacudía sus
caderas emulando los movimientos de la lengua que la penetraba. Tomé la mano de
Ariel y la obligué a tocarme la vagina, él tanteó con desconfianza, como si
hubiera tocado la boca de un monstruo feroz que pudiera comerle los dedos; sin
embargo, pocos segundos después, se animó a tocarme con mayor soltura. Escaneé
mis alrededores y él único que se percató de estos toqueteos fue mi tío
Alberto, quien me dedicó una pícara sonrisa mientras se masturbaba lentamente.
Nadie estaba mirando hacia atrás por lo que pude estirar una mano por debajo de
la mesa, él comprendió mis intenciones y se acercó un poco hacia mí,
arrastrando su silla sin hacer ruido. Me apoderé de su verga y comencé a mover
su prepucio de arriba abajo. Volví la vista hacia Mayra, ella pudo ver
perfectamente los toqueteos que se desarrollaban, pero supo disimular bastante
bien. Mi primo Ariel logró colar uno de sus dedos en mi agujerito y comenzó a
masturbarme con torpeza, me hacía doler un poco pero no me importaba, estaba
demasiado excitada como para quejarme por pequeñeces. Analía seguía abstraída
en la incestuosa escena que se desarrollaba frente a sus propios ojos y parecía
ajena a los intensos toqueteos a los que yo me veía sometida por parte de su
hijo. Ariel era bastante brusco a la hora de meterme los dedos pero cumplía con
su función, realmente necesitaba sentir algo duro dentro de mi sexo y el
tocarle la verga a mi tío sólo me recordaba aquellos momentos en los que había
sido sometida anal y vaginalmente por él. Me incomodaba escuchar los intensos
gemidos de Mayra y verla sacudiéndose como una puta, adoraba a mi hermanita
pero sabía reconocer una provocación, seguramente ella había notado cuán
interesada estaba yo en ser poseída por mi padre. No me quedó más remedio que
aguantar con un nudo en la garganta que me impedía disfrutar a pleno de los
toqueteos. Por culpa de esto perdí la noción del
tiempo; al parecer a mi padre le pasó lo mismo ya que se puso de pie al mismo
tiempo que decía:
-¿Ya es
suficiente?
Mi hermana
parecía haber pasado una loca noche de sexo; su cabello estaba revuelto y su
pecho subía y bajaba rápidamente intentando recuperar el aire. Aparté
rápidamente la mano del pene de mi tío y mi primo quitó los dedos de mi vagina,
mi tía miró alrededor como si hubiera sido despertada de golpe luego de un
largo sueño. Para disimular miré el cronómetro sobre la mesa.
-Todavía
faltan más de dos minutos –le dije.
-Perdón, no
sabía que estaban tomando el tiempo –se disculpó; su verga estaba aún más rígida
que antes, me sentí un poco incómoda al ver que él había disfrutado tanto
chupando la concha de Mayra- ¿tengo que seguir? –preguntó Pepe.
Antes de que
él pudiera reaccionar, su hija menor se abalanzó rápidamente hacia adelante y
se apoderó de su pene erecto sujetándolo firmemente con ambas manos. Todos
quedamos boquiabiertos, Analía era la más sorprendida, ella aún no podía
reponerse de la impresión que le causó ver a su hermano practicando sexo oral a
la hija… o tal vez su aturdimiento se debía a que una vez más fracasó en sus
intentos por tocar el miembro de Eric.
La boca de
Mayra se abrió tanto que creí que se había fracturado la mandíbula, logró
introducir una considerable parte del grueso pene de mi padre y comenzó a darle
una mamada digna de una excelente película porno. Su saliva chorreaba por la
comisura de sus labios y su cabeza se sacudía frenéticamente de atrás hacia
adelante. La escena me pareció tan excitante que por puro instinto comencé a
masturbarme friccionando mi clítoris con la yema de los dedos de mi mano
derecha. Di un rápido vistazo hacia mi tía y no me sorprendió para nada verla
con la boca aún más abierta y los ojos desencajados, una media sonrisa se
dibujó en mi rostro; si bien sabía que lo que Mayra estaba haciendo era una
provocación directa hacia mí, no podía negar lo mucho que me calentaba verla
succionando ese duro pene. Por un momento me olvidé de toda mi bronca y rencor
hacia ella y me relaje mientras me masturbaba abiertamente frente a mi familia,
no me importaba qué pudieran pensar los demás y sabía que más de uno tenía
ganas de hacer lo mismo que yo. El único que siguió mis pasos fue Eric, quien
comenzó a sacudir su miembro libremente mientras observaba fijamente a su
hermana menor tragando la verga de su padre hasta donde la garganta le permitía
y sacándola emitiendo un húmedo quejido. Su carita parecía considerablemente
pequeña ante un hombre tan grande como mi padre y más aún, con un trozo de
carne tan grueso enterrado entre sus labios, pero ella seguía lamiendo y engullendo
con total comodidad y evidente placer.
El pitido del
cronómetro terminó con la bella y candente escena tan rápido como ésta había
comenzado, tenía la incómoda sensación de que me hubieran arrebatado algo que
por derecho era mío, pero al mismo tiempo me había excitado mucho al verlo.
¡Maldita Mayra! Ella sabía lo mucho que me calentaba verla excitada. La pequeña
sabía jugar y jugaba sucio.
Cuando mi
padre regresaba a su sitio le lanzó una fría mirada a su hermana ya que ésta
estuvo a punto de acotar algo; pero guardó silencio, agachó la cabeza y apretó
los puños; clara señal de impotencia. Con esto Pepe le decía que el juego
seguiría su curso y que ya no tenía ganas de escuchar alguna de sus quejas.
La partida se
reanudó con total normalidad; el tener a mi tía en silencio, al menos por un
rato, era una gran ventaja. Esta vez la mejor combinación de cartas la recibió
mi tío Alberto, yo me había retirado porque prefería participar como
espectadora, al menos por un rato más y de esa forma ver si a mi hermanita se
le ocurría alguna nueva treta para provocarme. Hubo tres perdedores, mi tía Analía
fue uno de ellos y por lo mala que eran sus cartas tuve la sospecha de que
perdió a propósito; los otros dos fueron mi mamá y mi papá.
-No se exceda
con lo que va a pedir –le dijo Analía a Alberto con severidad.
-No se
preocupe señora, seré suave con usted –miró a mi primo Ariel y le sonrió- ¿por
qué no nos cuenta cómo fue el día en que se concibió a este muchachito?
Seguramente a él le interesará conocer los detalles de cómo llegó al mundo.
-¿A qué se
refiere con “los detalles”? –preguntó la mujer frunciendo el ceño.
-Ya sabe… hoy
le perdonamos que no nos contara lo que ocurrió esa noche, pero tal como dijo
Mayra, podíamos usarlo como algún desafío… pero tendrá que contarlo con lujo de
detalles… o retirarse; usted decide.
-¿Tiene que
escuchar también mi hijo?
-Sí Analía
–dijo mi madre, quien parecía dispuesta a llevarle la contra durante toda la
noche- ése es justamente el punto más importante del desafío, ahí está la parte
“humillante”, por decirlo de alguna manera. El nene no se va a traumar, ya es
bastante grandecito –sorprendí a mi primo mirando otra vez entre mis piernas,
le devolví la mirada junto con una sonrisa; él también sonrió.
-De todas
formas, no hay mucho para contar –comenzó diciendo mi tía- estaba borracha, en
la casa de unos amigos; uno de ellos comenzó a franelear conmigo hasta que
consiguió excitarme, me llevó a una de las piezas y allí hizo lo que tenía que
hacer. Luego sus amigos fueron ocupando su lugar, de a uno a la vez; por la
borrachera yo ni siquiera podía reaccionar.
-¿Entonces…
te violaron? –preguntó Eric un tanto asustado.
-Estás
mintiendo, Analía –intervino mi papá mientras rascaba sus pesados testículos;
lo cual me hizo suspirar como a una niña tonta, por suerte nadie lo notó- la
versión que yo tengo es muy diferente a esa. Ramón, uno de los chicos que
estuvo presentes, me contó varios detalles de lo ocurrido esa noche y, por lo
que me dijo, vos no estabas borracha.
-Ramón te
habrá mentido…
-O tal vez
estás mintiendo vos –insistió Pepe.
-¿A quién le
vas a creer, a tu hermana o a Ramón?
-A Ramón –nos
reímos porque la respuesta llegó al instante, sin titubeo- así que contá la
verdad o te descalificamos –
En ese
momento se me ocurrió algo, quería ser muy mala con mi tía para castigarla por
comportarse como lo hice yo la primera vez que jugamos; no tenía mucha lógica
pero ahora que veía lo pedante que podía ser esa actitud, sabía que merecía un
castigo, yo también recibí unos cuantos aquella noche de juego, e incluso
después; no quería que ella se fuera airosa.
-Ella nos
mintió, yo le tomo el desafío como fracasado –dije con severidad- deberían
darle una penalización por haber hecho eso, es lo justo –a todos les brillaron
los ojos al unísono y miraron a mi tía con una sonrisa vil en sus rostros.
-Nadia tiene
razón –me sorprendió que el apoyo viniera de parte de mi hermanita- propongo
que además de contarnos lo que ocurrió, que represente “teatralmente” algunas
de las escenas.
-¿Cómo sería
eso de representar las escenas? ¿Tengo que hacerlas con mímica como si fuera un
juego de chicos? –mi tía hablaba en tono burlón, casi riéndose de la idea de mi
hermanita; a pesar de mis diferencias con Mayra, me molestó mucho que la
tratara de esta forma, pero la pequeña sabía defenderse muy bien.
-Algo así,
veo que no sos tan lerda para entender… lo que no te quedó claro es que este es
un juego con contenido sexual, la “mímica” no la vas a hacer sola. Vos
estuviste con cuatro hombres, me parece mucho para una sola mujer, no va a ser
necesario utilizar tantos, podés elegir dos colaboradores, para que veas que no
soy tan mala –todos la quedamos mirando mientras ella hacía girar sus ojos de
un pene a otro.
-¿Cuáles vas
a elegir, tía? –le pregunté para apurarla un poquito.
-¿No hay otro
método de pago? Este juego me parece demasiado… riguroso.
-Si no fuera
riguroso sería aburrido –se apresuró a decir mi madre- el desafío ya está
impuesto y creo hablar por todos al decir que nos parece justo, te agradecería
que aceleraras un poquito las cosas, nos tenés a las vueltas con todo y se nos
va a terminar la noche entre tantas discusiones.
-Es cierto,
mamá. Dejate de joder un poco y relajate, este juego no está tan mal –dijo
Ariel dedicándole una amplia sonrisa a mi madre.
-Vos callate,
porque… -en ese momento mi tía notó la expresión de furia en los ojos de su
hermano y cerró la boca al instante, ella lo conocía bien y sabía que mi padre
podía perder los estribos si se lo presionaba demasiado- está bien, entonces
elijo a Alberto y a… -miró una vez más alrededor- el resto son todos parientes
míos, esto no me gusta.
-Tenés que
elegir uno más, es obligatorio –sentenció Mayra- de todos los males, elegí el
menor.
-Está bien…
Alberto y Eric –dijo poniéndose de pie- ¿qué tengo que contar exactamente?
-¿Cómo empezó
todo esa noche? –pregunté con curiosidad.
-Bueno… -sus
ojos abarcaron casi todo lo que tenía frente a ella; la vi titubear.
-Tía,
acordate que ya no podés mentir… -le dije con severidad, estaba enfadada con
ella porque la sentía como una amenaza para nuestro juego.
-¡Ya sé,
Nadia! Ya entendí –contestó enfadada.
Volvió a
mirar los duros penes que apuntaban hacia ella; sabía muy bien lo incómodo que
podía ser tener a familiares desnudos frente a tus ojos, pero en éstas últimas
semanas me había acostumbrado mucho a ver este tipo de cosas. Pude seguir
argumentando en su contra pero preferí guardar silencio, esto la obligaría a
empezar a hablar.
-Ustedes
tienen suerte, recuerdo muy bien esa noche ya que fue una de las más excitantes
de mi vida. Lo primero que se me viene a la memoria es que un amigo me invitó a
su casa. Allí me encontré con los cuatro…
-¿Vos sabías
que iban a estar? –preguntó mi madre.
-Sí, ya me lo
habían dicho.
-¿Y cuál era
el motivo de tu visita?
-¿Esto es un
interrogatorio? –se quejó Analía.
-Podría ser
un método para que de verdad nos cuentes lo que ocurrió –agregó Viki con
tranquilidad.
-El motivo
era porque Ernesto, el dueño de la casa,
se quería acostar conmigo.
-¿Es decir
que vos fuiste hasta su casa con la intención de acostarte con ellos? –Eric
intentó hacer una pregunta inteligente pero no le salió del todo bien.
-No, dije que
mi intención era hacerlo con Ernesto, los otros supuestamente no sabían nada y
no iban a participar de ninguna forma.
-Evidentemente
algo cambió –acotó mi madre- ¿Qué fue lo que te llevó a tener sexo con cuatro
hombres?
-Porque me lo
propusieron –miró al piso como si estuviera avergonzada, pero inmediatamente su
mirada se torció hacia el pene de mi tío Alberto.
-¿De qué
forma se lo propusieron? –le preguntó él.
-Es que yo le
dije a Ernesto, a modo de broma, que él sería incapaz de dejarme satisfecha.
Sus amigos se rieron y él, en lugar de decirme que podría dejarme bien
satisfecha, me dijo que para eso tenía amigos. Si él no me saciaba, entonces
podía seguir con el resto de los presentes, que allí tendría… verga para toda la
noche.
-¿Y vos qué
le respondiste? –esta vez fue mi hermanita la que preguntó. Analía levantó la
vista hacia su hijo, como si temiera que sus siguientes palabras pudieran
afectarlo negativamente.
-Les dije que
si eran tan hombres, que me sacaran la ropa y empezaran.
-¿Y qué pasó
después? –pregunté debido a que ella se había quedado en silencio.
-Ernesto se
me acercó y me quitó la blusa, antes de que me diera cuenta ya tenía a los
cuatro desnudándome y manoseándome.
-¿Te molestó?
–le preguntó su hijo.
-No, para
nada. Yo de verdad fantaseaba con esa idea desde hacía tiempo.
-Describinos
cómo fue ese momento –le pidió Viki.
-Yo estaba
sentada en un sofá –se sentó, con las piernas bien separadas, en el sillón que
habíamos utilizado previamente mi hermana y yo-, tenía tantas manos encima que
no sabía de quién era cada una; a veces sentía un pellizco en los pezones –mi
tío Alberto se le acercó y presionó con sus dedos uno de esos oscuros y
erguidos pezones, ella no pudo reprochar nada, era parte del desafío-; otras
veces alguno de ellos intentaba meterme un dedo por la vagina –esta vez fue mi
hermano quien se le acercó pero en cuanto puso una mano arriba del sexo de su
tía, ésta lo detuvo-. Ni se te ocurra meterlo –se quejó- dijimos mímica, no
hechos concretos –Eric no tuvo más remedio que obedecer y sólo simuló que la
estuviera tocando; aunque, astutamente, aprovechaba para rozar esa húmeda
vagina-. Poco después –continuó mi tía- Ernesto sacó su pene y me pidió que se
lo chupara.
Mi madre le
hizo una seña indicándonos que nos mostrara cómo había ocurrido; este desafío
cada vez me divertía más, me gustaba ver a Analía siendo humillada de esa
forma. Ella no tuvo otra alternativa que sujetar el duro pene de Alberto con su
mano izquierda y acercar su cabeza a él, como si fuera a engullirlo; sólo abrió
la boca e hizo el típico meneo de cabeza de atrás hacia adelante.
-Cuando los
amigos de Ernesto vieron lo que ocurría, ellos también quisieron participar
activamente –siguió relatando sin soltar la verga de mi tío; él parecía muy
complacido por eso y continuó sobándole uno de sus pechos-, Ramón fue el
segundo en bajarse el pantalón y mientras yo se la chupaba a su amigo, me hizo
agarrársela con la otra mano –Eric tomó la mano libre de su tía y la obligó a
agarrar su verga; ella titubeó pero después de un segundo la apretó firmemente
entre sus dedos y estiró el prepucio hacia abajo, liberando completamente el
glande, lo admiró durante unos segundos y continuó con su historia:-, ya había
tenido una experiencia previa con dos hombres, pero nunca con tantos a la vez;
por un momento pude sentirme la mujer más hermosa y deseada del mundo, los
tenía sólo para mí. No hubo muchas sutilezas esa noche; uno de los chicos, se
llamaba Antonio, se apresuró a metérmela mientras yo estaba entretenida con la
de Ramón.
Le hizo una
seña a mi tío Alberto para que se colocara frente a ella, él la tomó por las
piernas y con una sonrisa bonachona se le acercó, su espalda me impedía ver lo
que ocurría por lo que tomé mi silla y me senté a espaldas de la silla de mi
primo, desde allí pude ver que el pene de mi tío se posó entre los labios
abiertos de la concha de Analía y comenzó a moverse como si estuviera
penetrándola, pero en realidad sólo se movía por fuera, de todas formas esto
tuvo cierto impacto en mi tía, sus ojos se entrecerraron y percibí un leve
gemido escapando de su boca, allí tuve la sensación de que ella estaba disfrutando
al narrarnos esta historia; si yo tuviera que narrar la primera vez que tuve
sexo con mi hermano, estaría tan excitada como ella.
-Mientras
Antonio hacía todo lo posible por metérmela, el cuarto chico se me acercó, con
su “instrumento” en mano y ni bien yo me lo metí en la boca –para ilustrarnos
dirigió el pene de mi hermano hacia sus labios, éstos rozaron con el glande y
un hilo de líquido preseminal quedó colgando de ellos-, el pobrecito acabó. Ni
siquiera pude disimular, casi me atragante con el semen, parecía que el chico
no había descargado en años. Los amigos se le reían.
-Por boludo y
por precoz –dijo Ariel a tono de burla.
-Ese boludo
es tu papá –le respondió mi tía dejando al chico confundido y boquiabierto.
-¿Qué hiciste
con el semen? –preguntó Mayra incrementando mis sospechas sobre el fetiche que
la chica tenía con las eyaculaciones masculinas; ya que la vi disfrutar mucho
aquella vez que mi tío le acabó en la boca.
-Intenté
tragarlo, pero no pude hacerlo con todo; una buena parte se me salió de la
boca.
-Debió ser
una imagen muy excitante –aseguró mi hermanita.
-Lo fue,
Antonio lo percibió y comenzó a metérmela con más fuerza… y yo, por supuesto,
lo disfruté mucho.
Analía
jadeaba mientras hablaba y mi tío Alberto se movía rápidamente, frotando su
verga entre los carnosos labios de esa mujer; ella aprovechaba para masturbar a
Eric, pero lo hacía como si fueran movimientos naturales de su mano.
-Luego
–continuó- el que me estaba penetrando le cedió el lugar a Ramón, él parecía
tener más experiencia ya que lo hizo con mucha soltura; yo seguía muy
entretenida con la carne que tenía para degustar –al decir esto abrió la boca y
dio un fuerte chupón al glande de mi hermano emitiendo un húmedo chasquido.
-¿Siguieron
todo el tiempo en la misma posición? –pregunté porque quería que la escena
tuviera más dinámica.
-No, Ramón
estuvo un rato allí y luego empezaron a insistir con que, el futuro padre de
Ariel, debutara. Era un chico muy tímido que solía usar gruesos anteojos. Al
parecer esa sería su primera vez y me sentí orgullosa de que fuera conmigo –con
un gesto pidió a mi tío que se apartara- me acomodé mejor para que el chico
pudiera meterla cómodamente –mientras decía esto se colocó en cuatro a lo ancho
del sillón, mi tío Alberto se puso de pie junto a la cabeza de Analía y mi
hermano hizo lo mimo, pero en la parte de atrás, él se acercó tanto a ella que
con sólo empujar un poquito hacia adelante, la penetraría-. El pibe no se
animaba, aparentemente la escena lo inhibía mucho y tenía miedo de que el
papelón de minutos atrás, se repitiera; sin embargo lograron convencerlo –Eric
frotaba su glande entre los grotescos labios vaginales de su tía; ella le dio
un manotazo a esa verga que amenazaba con colarse dentro indicándole que no
tenía permitido entrar-. Este chico terminó siendo el padre de Ariel porque fue
el único que acabó dentro de mí, aunque esta vez demoró un buen rato más,
dándome buena cantidad de placer, ya que lo hacía con una torpeza y una
perseverancia que daban ternura; pude ponerme a chupar tranquila mientras
disfrutaba –al decir esto se metió de un solo intento la verga de Alberto en la
boca, no fue un solo chupón; esta vez comenzó a mamarla a gusto, haciendo que
entre y salga de su boca repetidas veces. Cuando mi hermano vio esto creyó que
tenía su gran oportunidad, avanzó tímidamente y su glande se fue perdiendo en
el interior de ese gran orificio- ¡No Eric! –Le gritó Analía prácticamente
escupiendo lo que tenía en su boca- ¡Salí! –él retrocedió de puro miedo y mi
tía creyó haber ganado la batalla- Aclaramos que no era más que mímica –esta
vez su excusa era contradictoria ya que lo que estaba haciendo con el pene de
mi tío no era mímica-. Como les decía, el pobre boludo terminó adentro y yo,
sinceramente, no me preocupé porque hacía poco que había tenido mi período y
creí que no quedaría embarazada.
-Ese error de
cálculos hoy se llama Ariel –le dijo Mayra.
-Es cierto,
pero no me arrepiento de nada; pasé una de las mejores noches de mi vida y tuve
el regalo más hermoso.
-Si Ariel es
ese “regalo hermoso” entonces te estafaron, tía –acotó la pequeña; todos
sonreímos, en cambio mi primo miró a Mayra con fingido desprecio- Sos un hijo
de puta –le dijo ella.
-Hey, ¿por
qué me insultás? –se quejó Ariel.
-No es un
insulto; es un hecho. Analía es puta, eso ya nos quedó bien claro… y es tu
mamá. Por ende, sos un hijo de puta –el muchacho rubio se quedó mirándola sin
saber qué contestarle mientras todos nos reíamos de él- ¿Qué pasó después?
-Después fue
el turno de Ernesto, el dueño de la casa. Él tenía fama de venir bien equipado
y yo ya había comprobado que esa fama
era totalmente cierta. Por eso quería acostarme con él.
-Viste… es
como yo te digo. Sos un hijo de puta.
-Tu mamá
tampoco es una santa… y ni hablemos de Nadia.
-Nadia tiene
culo sociable –la muy maldita lo dijo dedicándome una pícara sonrisa- eso ya lo
sabemos todos, pero de las mujeres presentes, creo que mi mamá y yo somos las
más… normales.
-Hablá por
vos Mayra… y mejor no aclares nada sobre mí –supe que mi mamá dijo eso para
aliviar un poco la tensión entre la pequeña y yo; de lo contrario la hubiese
insultado porque me molestó mucho su comentario.
Habíamos
perdido de vista la escena por unos segundos y en cuanto volvimos a mirar nos
dimos cuenta por qué mi tía no emitía palabra alguna, le estaba dando a Alberto
una mamada increíble; con mucho ímpetu. Eric giró su cabeza y me miró,
aproveché la ocasión para indicarle con señas que se la metiera toda. Él negó
con la cabeza, asustado; pero yo le insistí. En cuanto él comenzó a hundir su
verga mi tía dejó de chupar una vez más y se quejó:
-¡Eric, salí
de ahí- dijo sin mirar y dando manotazos a la altura de sus nalgas como si
intentara apartar moscas- ¡Te digo que salgas!
Él volvió a
mirarme y con una seña le dije que la ignorara y siguiera; lo hizo con fuerza,
clavándola completamente hasta el fondo, Ariel abrió los ojos pero no fue sólo
por sorpresa, pude ver un brillo de placer en ellos. En cuanto Analía abrió la
boca para soltar un gemido, supongo que de puro goce, Alberto aprovechó para
clavar una vez más su grueso pene en las fauces de esa mujer. La sostuvo por la
cabeza mientras iniciaba el mismo movimiento en vaivén que había comenzado mi
hermano. Uno se la cogía por la concha y el otro lo hacía por la boca. Ella
quedó con las manos fuertemente apoyadas contra el sillón soportando las
tremendas embestidas de su sobrino, se la estaban cogiendo de la misma manera
que lo habían hecho la noche en que Ariel fue concebido; tal vez incluso en
esta ocasión era mejor, ya que mi hermano tenía talento para coger… bueno,
después de las veces que solté quejidos de placer y dolor por culpa de sus
penetraciones, tenía que admitir que el chico tenía talento. Analía se puso
roja y su concha se dilató tanto que la verga de mi hermano entraba y salía con
enorme facilidad. Él la sostenía con fuerza por la cintura y por más que ella
hubiera querido ponerse de pie, no hubiera podido; la fuerza de Eric era
considerablemente mayor a la suya.
Los bufidos
sordos de mi tía me transportaron a un mundo de goce sexual, puse los pies
sobre los travesaños que unían las patas de la silla y comencé a masturbarme;
no me importó que mi tío y mi primo me estuvieran mirando, al contrario, se
podría decir que lo hacía para brindarles otro espectáculo digno. Maya me miró
con el ceño fruncido, ella estaba sentada detrás de todo y nadie volteó para
mirar cuando comenzó a jugar con su clítoris, solo yo podía verla. Cuando ella
se percató de esto me dedicó otra de sus pícaras sonrisas, giró levemente en la
silla y me mostró su sonrosada almejita mientras se introducía dos dedos. No
comprendía a qué estaba jugando ahora, pero me agradó verla.
Analía
recibió una gran cogida pero al parecer quiso recuperar su dignidad, comenzó a
dar manotazos para todos lados, ninguno de los dos hombres tenía compasión por
ella, seguían invadiendo sus orificios a discreción. Por la expresión en el
rostro de Alberto pude adivinar que él estaba acabando… y lo hacía justo dentro
de la boca de esa mujer que no tuvo más remedio que tragar todo. De su concha
goteaba flujo, puros líquidos sexuales; una espumita blanca se había formado
alrededor de sus labios internos y Eric seguía clavándola bruscamente. Pensé
que ella debía estar disfrutando más de lo que aparentaba, pero su increíble
orgullo no le permitió gozar al máximo de tan buen momento. En cuanto Alberto
se apartó, ya con la verga flácida goteando restos de semen y saliva, ella puso
un grito en el cielo:
-¡Salí
carajo! –Giró su cadera y empujó a mi hermano obligándolo a retroceder- ¿¡Cómo
me vas a hacer eso!?
-Calmate
Analía, no es para tanto –le dijo mi madre.
-¿Que me
calme? ¡Pero si el degenerado me la metió sin que yo le diera permiso! El que
se tendría que calmar es él –nuevamente la intensa sensación de odio hacia esa
mujer se encendió en mí. La muy desgraciada jugaba con fuego pero no hacía otra
cosa que llorar cuando se quemaba… sabiendo muy bien que se iba a quemar.
-Era parte
del juego… -dijo mi hermano y esto fue para peor.
-¡No! Eso no
era parte de ningún juego. Me cogiste sin mi autorización, pendejo –ella estaba
hecha una furia.
-Analía, bajá
un poco los decibeles, vos sabías que eso iba a pasar –le dijo mi padre.
-¡Yo le dije
que no lo hiciera!
-¿Y de verdad
pensaste que él te iba a hacer caso? Vamos hermana, es un pendejo de veinte
años con la verga parada… y vos te le ponés en cuatro adelante. ¿Qué esperabas
que pase? –ella titubeó, seguía enfadada pero ya no tenía muchos argumentos con
qué defenderse.
Uno a uno
retornamos a nuestros respectivos lugares dispuestos a continuar con el juego. Analía se sentó bruscamente sin dejar de
refunfuñar, era obvio que su única intención era mostrar el desagrado que
sentía por este juego pero, a pesar de eso, seguía jugando. Cartas van; cartas
vienen. Todos estábamos a la expectativa pero sólo tres llegamos hasta la
última instancia de esa mano. Quedé enfrentada directamente contra mis padres,
estaba segura de que podía ganar y ya estaba pensando en el desafío que les
impondría, me relamía y presionaba mis piernas entre sí para que éstas rozaran
contra mi clítoris. Logré formar un full de reinas y nueves, lo coloqué sobre
la mesa y sonreí altanera y orgullosa, inflando mí pecho; gesto que gustó a mi
hermano y a mi primo que clavaron sus miradas en mis voluminosas tetas
erguidas. Mis padres colocaron las cartas boca arriba sin decir nada, las de mi
padre formaban un par de reinas (sólo porque había dos en la mesa) y otro par
de dieces, el cual tenía en mano. Estuve a punto de imponer mi desafío cuando
las cartas de mi madre le dieron un buen cachetazo a mi ego. La muy desgraciada
había formado póker de reinas; me quedé boquiabierta. Llegué a dudar de si ella
perdía a propósito, porque cuando ganaba lo hacía de forma contundente. Tuve
que tolerar la risa de la mayoría de los integrantes del juego, la única que mantuvo
su expresión huraña fue mi tía. Estuve a punto de lamentarme por haber perdido
de esa forma pero luego fui consciente de que debía cumplir un desafío con mi
padre. Lo miré a los ojos y sus facciones se tornaron serias, tragué saliva.
¿Seguiría enojado por el altercado con su empleado? La forma en la que me
miraba me decía que sí.
-¿Qué tenemos
que hacer? –pregunté casi sin gesticular.
-Dejame
pensar… -dijo mi madre dándose golpecitos con el índice en la comisura de su
boca- ya nos demostraste que podés recibir objetos de buen tamaño por atrás,
pero… ¿podrás con algo de ese tamaño por delante? –señaló la dura verga de
Pepe.
Me quedé
tensa. ¿De verdad ese momento iba a llegar ahora? Había fantaseado cientos de
veces con ser penetrada por mi padre y estaba a punto de hacerlo… gracias a la
ayuda de mi madre. Tenía la certeza de que ella lo hacía por mí, sabía muy bien
cuáles eran mis deseos más perversos y me encantó tener su apoyo.
-¡Esto se
acabó! –El grito de mi tía me arrancó de mis ensoñaciones; se puso de pie y
golpeó la mesa con la palma de sus manos- ¿cómo puede ser que le pidas
semejante cosa? ¿No fue suficiente con lo que tuvo que hacer Mayra? –Su furia
era tan desmedida que nadie se atrevió a decir nada- están completamente locos.
Lo que le hicieron hacer a la chiquita fue una asquerosidad, una perversión,
pero me quedé callada porque no quería hacer un escándalo; esto ya no puedo
permitirlo. Podré ser muy abierta sexualmente pero todo tiene un límite. Esto
es insano –sus palabras salían a borbotones de su boca y cada vez que
mencionaba a alguien, señalaba con el índice al aludido- estoy muy avergonzada
por tu actitud Viki, te comportás como si tuvieras veinte años… y vos Pepe…
¿qué puedo decir de vos? ¿Por qué no me sorprende todo esto? –No supe a qué se
refería con esas acusaciones pero no me animé a intervenir- ¿Escuché bien? ¿Le
pediste a tu marido que penetre a tu hija? –Mi madre abrió grande los ojos como
si fuera una niña sorprendida haciendo una travesura- ¿Y cómo piensan mirarse a
la cara después de todo esto? ¿Qué va a pasar después? –Miró alrededor pero
sólo hubo silencio y rostros avergonzados- Ariel, vestite; nos vamos de acá.
-Yo no me voy
–le respondió mi primo cruzando los brazos frente a su pecho.
-Soy tu madre
y si te digo que nos vamos… nos vamos.
-Tengo veinte
años… y ya tengo trabajo, no podés darme más órdenes; ya no dependo de vos.
-Si yo te
digo que nos vamos… entonces nos vamos –insistió mi tía mientras recogía su
ropa de la pila que habíamos formado- no me voy a quedar a participar de un
“juego” de esta índole… una locura total, no tienen ni un poco de decencia… ni
un poco. ¡Y vos Eric, no creas que me voy a olvidar de lo que me hiciste! Un
día de estos te voy a decir todo lo que tu madre tendría que haberte dicho.
-No te metas
con mis hijos –le dijo mi mamá con voz tan tranquila que me atemorizó; ella
estaba al borde de un ataque de furia y se estaba conteniendo a duras penas.
-También son
mis sobrinos –agregó ella- creo que tengo un poco de derecho a opinar…
especialmente cuando se llega a tal punto –volvió a clavar la mirada en su
hijo- ¡Ariel, buscá tu ropa y vestite!
-¡Te dije que
no! –Pocas veces había visto a mi primo así de enfadado- Andate si querés, yo
me voy a quedar.
-No me voy de
acá hasta que vos no te vayas.
-Qué mal por
vos, te vas a tener que quedar… y yo voy a hacer lo que quiero, si a vos no te
gustó el juego… entonces no molestes, andate.
-¿Llaman a
eso juego? –Arrojó al piso el puñado de ropa que tenía en la mano- ¡Hagan lo
que quieran! Ustedes saben muy bien lo mal que está esto… no importa la excusa
que pongan, está mal y punto. Esto les va a traer problemas en el futuro… si es
que ya no los trajo. Pueden verme como la mala de la película, pero soy la
única persona sensata que queda por acá.
Caminó con
paso rabioso pero no se dirigió hacia la puerta de salida sino que tomó la
dirección contraria, hacia el pasillo en el que se encuentran las habitaciones.
La escuchamos entrar al dormitorio de mis padres y dar un estruendoso portazo.
-No va a
salir de ahí en largo rato –dijo mi papá agachando la cabeza.
Todos
habíamos quedado abatidos por las crueles pero ciertas palabras de mi tía y
ninguno se atrevía a mirar a los ojos a otro. Tal vez ella tenía razón…
habíamos llegado demasiado lejos… o tal vez el error fue intentar incluirla a
ella al juego; de todas formas ya era muy tarde, no podíamos volver el tiempo atrás.
Fin del Capítulo 6.
Continúa en el Capítulo 7.
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